"Escucha lo que siento
¿Lo sientes también?
Si no lo haces, lo que hago no tiene sentido
Dime, ¿lo sientes también?".
Johana Lewis tiene una vida exitosa. Una carrera artística impresionante, lujos, belleza y un prometido que es la envidia de todas...
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Capítulo 25
Johana
Reviso mi bolso mientras camino de la cocina hacia el garaje, la voz de Karol me detiene cuando estoy por salir. Doy media vuelta, encarándola. Está sentada en la sala con un computador portátil en su regazo.
—Jillian Martin ha aceptado reunirse contigo mañana en el desayuno —informa, dejando de teclear en el portátil para verme a la cara—. Está muy emocionada con todo esto, de verdad que es una fanática y había intentado contactarte antes pero yo, pues, ya sabes, había ignorado todo.
Parece avergonzada, pero es un sentimiento estúpido. Yo no quería reunirme con Jillian Martin antes.
—Te entiendo, no te preocupes por ello. —Hago un gesto con la mano para restarle importancia—. ¿De qué irá nuestra reunión de mañana?
—Hacerte una propuesta y ver si te gusta.
—Envíame la hora y el lugar, ¿sí?
Me giro para ir al garaje, pero su voz me vuelve a detener.
—¡Alto ahí, saltamontes! —Me vuelvo hacia ella de nuevo—. No irás sola, yo voy contigo.
De niñera.
—¿Alguna razón?
—Tengo que estar en tus reuniones de negocios, Johana.
Y de niñera.
—Bien, dime la hora en la que debo estar lista.
Me muevo impaciente en mis pies.
—8 am, de allí nos iremos al set.
—O sea, que tengo irme a dormir temprano.
Karol me sonríe de forma maternal y vuelve su atención a la pantalla del portátil.
—Exactamente.
Es su forma de despedirme, por lo que termino de andar hasta el auto donde Oso me espera.
♫♫♫
La casa de Liam se encuentra en Pacific Palisades, a 40 minutos de la mía. Es de dos plantas, la fachada de color blanco y ventanales de cristal cubiertos por cortinas. Las luces del piso inferior están encendidas aunque no hay movimiento dentro.
Saco mi teléfono de mi bolso y marco el número de Liam.
—Eh, estoy afuera —aviso cuando contesta.
—¡Oh! Ya abro el portón.
Termino la llamada y el portón enrejado se abre. Antes de bajar del auto, miro hacia la calle, descubriendo con satisfacción que no hay nadie.