La carta de Trelowney

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James había estado muchas veces en la sala común de Slytherin. Tanto que recordaba claramente la distribución de los muebles y el número de cuadros que la adornaban.

Pero el nunca había puesto un pie en la habitación de las chicas. Eso tenía tres grandes razones. Primero: todas sus bromas iban dirigidas a los chicos. Segundo: Abraxas lo mataría si planeaba una broma contra su hermana. Y, tercero: no hay ninguna jodida manera en que piense en tener una relación con alguna chica de Slytherin. Por consiguiente, no había tenido oportunidad de visitar sus aposentos.

Gracias a Dios.

Pero situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Y Parkinson era por completo la causante de su desespero.

—¿Qué dijiste, Potty?

—Por milésima vez, Parkinson. ¡Ni si quiera he abierto la boca!

—Más paciencia James. Esta ebria. —se burló Abraxas.

—Paciencia mis huevos.

—¿Tus que?

—¡Nada! —exclamaron los dos, Abraxas con 10 gramos más de paciencia que James.

—¿Para donde vamos?

James suspiró.

—A tu habitación.

—¿Para que?

—¡Merlín! ¿Qué nunca te quedas sin preguntas? —exclamó mirándola exasperado. Luego giró hacia Abraxas reía en silencio—. ¿Nunca se queda sin preguntas?

—Al menos yo no tengo miopía —murmuró ella haciendo un mohín.

—¿Qué fue lo que dijiste?

—¿Ahora quien está haciendo preguntas? —preguntó Issa con burla, antes de trastabillar y caer de bruces sobre James quien tropezó con Abraxas llevándoselo también al suelo.

Clarissa se sobo el brazo aún en el suelo sobre James quien maldecía entre dientes. Abraxas rodó los ojos y fue el primero en levantarse para tenderle la mano a la pelinegra y ayudarla a liberar a James de su peso.

—¿La ayudas a ella y a mi no? —preguntó James indignado—. Lo sabía, me estás engañando. Y yo que te di mi amor a ti, rubio engreído. ¡Hoy dormirás en el sofá!

Un retrato de una bruja horrible con verrugas y gafas custodiaba la entrada al pasadizo de habitaciones. Bueno, si "custodiar" significaba dormir profundamente soltando leves ronquidos. Con todo el alboroto de la caída se despertó y comenzó a maldecir a los tres chichos por despertarla.

—Mira James, tiene el mismo humor que tú por las mañanas —se burló Abraxas.

James lo miró indignado con una mano sobre el corazón.

—Me rompes el corazón, rubio engreído.

El rubio rodó los ojos aunque por dentro no estaba nada para nada cansando de su amigo. Clarissa, que en todo ese tiempo había guardado silencio, prestando atención a la interacción de los dos chicos, hablo de nuevo haciéndolos parara de discutir.

—A mi nunca me han roto el corazón.

Y ahí fue cuando Issa lo entendió. Había oído esa expresión mil veces y estuvo ahí junto a todos sus amigos cuando Melissa le rompió el corazón a Thomas. Por un demonio, había sido ella quien le escondió la ropa a Melissa en el baño de mujeres y la hizo caminar desnuda hasta su habitación. También había sido ella quien amenazó a Thomas con quemar su escoba si no se levantaba de la cama al tercer día de la "ruptura", pero jodidamente no conocía la sensación de un corazón roto. Digo, ¿realmente se rompe o la sensación es similar a romperte algo como un hueso o un diente.?

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora