Acromántula

327 15 0
                                    

Los días pasan muy lento.

Justo uando quieres que los días pasen rápido, el mundo decide aumentarle los minutos a las horas y los días a las semanas. Haciendo de septiembre un mes interminable.

Sirah tiene muchas razones para querer que pasen rápidos los días. Una de ellas, es que el segundo mes de clases comienzan las inscripciones para los cursos y clubes extracurriculares. No muchos estudiantes de Hogwarts se animan a inscribirse en alguno de estos clubes, pero Sirah tiene una meta, la cual sólo podrá alcanzar si sus habilidades con el carboncillo y los pinceles se incrementan.

La castaña caminaba la tarde del lunes por los pasillos del séptimo piso, con su paso tranquilo y un pergamino enrollado en sus manos. Los hermanos Malfoy habían decidido escribir a sus padres lo más pronto posible, como era tradición se reunían el primer fin de semana del curso y se turnaban para escribir en un pergamino.

Los temas que se trataban en la carta eran siempre similares. Maxon ha olvidado algo importante en casa, Abraxas se había acabado todas las golosinas que habían comprado para el primer mes de clases y quería que Hermione le mandara más.

Scorpius siendo siempre tan correcto, le recuerda a su madre que debe enviarle el suéter verde de algodón, pues no había entrado en su baúl y en la sala común de Slytherin normalmente hacia un poco de frío.

Mientras sus hermanos escribían su parte, Sirah envolvía el pequeño paquete que esconde los aretes de oro blanco que serían el regalo de cumpleaños de su madre. Aprovecharía a enviarlo de una vez, junto a la colección original de libros de Sherlock Holmes que habían conseguido en vacaciones de verano.

Justo ahora la chica de Slytherin se encontraba caminando hacia la lechuceria para enviar la carta y el pequeño paquete con la lechuza de Maxon.

— ¡Por favor, No corran por los pasillos chicas! — reprendió la castaña con su voz calmada. Las dos chicas de Gryffindor que iban corriendo en dirección opuesta a Sirah disminuyeron su velocidad, pero cuando pasaron a la Prefecta y creyeron que ya no las verían, volvieron a correr apuradas. La Slytherin negó con la cabeza mientras sonreía para si misma. Tal vez el profesor Slughorn se había equivocado al nombrarla prefecta, ella odiaba tener que reprender a los chicos, aunque sabía que sus calificaciones eran perfectas y que siempre trataría de dar su mayor esfuerzo.

Después de haber dejado a la majestuosa lechuza negra de su hermano y de haber revisado su reloj para asegurarse de que aún le quedaba tiempo para llegar a Transformaciones sin tener que correr, se encaminó hacia el tercer piso del castillo para encontrarse con sus amigos en el aula, agradeciendo que ese interminable lunes llegara a su fin.

— ¡¿Qué pasa contigo, niño?! ¿Te gusta pegarle a las chicas? ¿Acaso crees que por ser Slytherin puedes hacer lo que quieras? — la voz furibunda de una chica hizo que Sirah detuviera su paso y se percatar de que frente a ella habían 3 personas.

Victoire Weasley sujetaba furiosa el brazo de un pequeño rubio de Slytherin, que parecía aturdido y molesto. Tras ellos, caminaba cabizbaja una pequeña niña pelirroja de Gryffindor.

Sirah corrió para alcanzar al trío y se posicionó frente a la furiosa rubia, cuyos ojos se entornaron y su nariz de arrugó por el asco al ver a la castaña.

— ¿Qué está pasando aquí? — preguntó Sirah con calma, sabía que debía andar con cuidado pues conocía el disgusto que sentía la rubia por ella. Miró al chico rubio y le preguntó directamente a él — ¿Está todo bien, Karovski?

Antoan negó furiosamente con la cabeza mientras entornaba sus ojos azules hacia la rubia que aún sostenía su mano fuertemente, hasta el punto de ser doloroso.

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora