Aula 460 y primeras veces

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Las noches se han vuelto largas, justo como en aquel momento en el que empezó todo. Los primeros días después del terrible suceso en el que encontraron a Sirah, la chica apenas podía dormir. Pero cuando lo hacia, cuando apenas cerraba los ojos, miles de imágenes atacaban su mente con lanzas y espadas.

El fuego, era tan vívido que podía olerlo aún en sueños. Los gritos, tan desgarradores que le ponían la piel de gallina. Y la voz, la voz que no terminaba de ser un sonido, que no podía ser distinguida por más que la chica lo intentara, esa voz, le martillaba en los oídos y le causaba revueltas en la cabeza. Le provocaba gritar de frustración, le provocaba llorar para dejar que en cada lágrima se filtrara un poco de su dolor y su miedo, y de esta forma, tal vez, sacarlo del interior de su corazón.

Pero no podía hacerlo, ya no era una niña que podía correr al cuarto de Draco y Hermione para meterse en su cama y dejar que la abrazaran. Ya no podía permitirse llorar delante de alguien, ni si quiera se permitía llorar para si misma. No se permitía pensar en nada referente al tema. Pero si se permitía expresar sus sentimientos de otra manera. Mediante el arte.

Ocurrió una de esas noches en las que no podía dormir, y su llanto no quería cesar. Tenía vergüenza de volver a entrar al cuarto de sus padres y no quería molestar a sus hermanos. Pero sentía, Dios, si que sentía. Sentía miedo, sentía un vacío tremendo en el pecho, casi tan grande como China. Sentía un dolor extraño en todo el cuerpo y sus manos deseaban algo, el dolor quería salir de sus manos, desde las yemas de sus dedos.

Vio en la mesa de la cocina el cuaderno de dibujos de Scorpius, apenas y podía alcanzarlo, la mesa era demasiado alta y temía hacer hasta el mínimo ruido que pudiera despertar a su familia. Pero lo alcanzo, junto con un crayón marrón. Esa vez, La niña no durmió hasta el amanecer, y cuando Hermione entró a la cocina para preparar el desayuno, la vio dormir con la cabeza recostada en el meson, con el cuaderno abierto frente a su pequeña cabeza y las manos manchadas de color marrón.

El dibujo le causó escalofríos, pero sin dudas era una obra de arte. Una cabeza sin rostro rodeada de una corona hecha de tallos de rosa, con las espinas bien incrustadas en la cabellera. No se veía su rostro, pero si lo hubiera hecho, tendría una expresión de auténtico e intenso dolor. Y justo tras el rostro, una sombra, difusa y algo tosca, no se terminaba de diferenciar entre una persona o un montón de trazos al azar.

Aún ahora, después de años, las noches seguían siendo largas, a veces unas más que otras. Pero siempre podía ir a las cocinas y preparar leche con canela y tal vez llevar su cuaderno de dibujos para dejar volar su imaginación, o podía meterse en la cama de Dominique y dejar que su amiga la abrace. Pero nada de llorar, eso no ataba permitido.

Nunca se permitía pensar en sus pesadillas más de 3 minutos luego de haber despertado. Después de eso, debía olvidar, o al menos debía intentarlo. Las clases eran perfectas para eso, y sus amigos siempre sabían como hacerla sonreír con sus ocurrencias y sus idioteces –en el caso de Thomas y Dominique–. Pero lo que realmente le calmaba el alma, y domaba a la bestia insaciable que roía su corazón sin descanso, era lo que ocultaban las puertas del aula 460 en el séptimo piso.

Un lugar mágico, sin lugar a dudas. Más mágico que las cocinas, o que el campo de quidditch, incluso mas mágico que el invernadero. Es simplemente increíble, único y tan colorido que parecía tener vida propia.

La profesora Anne Thomson y Sirah, eran la únicas que parecían conocer ese lugar, y no es algo que lea moleste, simplemente las embarga una pena inmensa el saber que casi nadie estaba interesado por las artes.

Las clases de artes las cerraron cuando Anne se graduó en Hogwarts a sus 17 años, y desde entonces no se había vuelto a abrir para los estudiantes. Hasta que Draco Malfoy ingreso la solicitud en el Ministerio, para que su hija tuviera un lugar en donde pudiera hacer lo que amaba, y en lo que era buena. Entonces, desde los 12 años Sirah recibió clases con Anne como profesora. Ella le enseñó cómo liberarse de una gran parte de su dolor, y ver el mundo desde todos los puntos de vista.

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora