El hijo del hijo de un idiota

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La habitación estaba en silencio. Tanto que si dejaran caer una varita, el sonido se habría escuchado hasta el gran comedor.

Minerva se masajeaba las sienes y murmuraba entre dientes. Remus no alcanzaba a escuchar lo que decía, pero juraba haber oído su nombre junto al de Sirius y James seguido de <lo malo se hereda>. No podía estar en desacuerdo con la directora, pero tuvo que hacer acoplo de todas sus fuerzas para evitar sonreír en ese preciso momento.

Se aclaró la garganta, avisándole a la furiosa mujer que iba a hablar, pero una sola mirada azul fulminante lo hizo retractarse y cerrar la boca.

Cambio su atención hacia el grupo de jóvenes que le devolvían la mirada altiva, y no pudo evitar el creciente orgullo que se apoderaba de su pecho. Aunque su propio hijo, podía jurar que su padre estaba decepcionado de él por la mirada que le dirigía.

—¡Correcto! —sentenció la directora luego de 10 minutos de murmullos entre dientes— Ya se lo que haré. ¡Salgan todos menos el señor Balck y el profesor Lupin!

Los chicos fruncieron el ceño y se miraron entre ellos, decidiendo si debían dejar a uno de ellos atrás. Pero una sola mirada de Orión y un guiño de ojos fue lo que necesitaron para relajarse y salir por la puerta de la dirección.

La habitación de convirtió ahora en un campo de batalla entre Minerva y Orión. Ambos tenían un solo objetivo: hundir a su oponente.

—¿Que intenta, Minnie?

El ojo izquierdo de la directora tembló.

—Directora McGonagall.

Orión sonrió tanto que sus ojos se achinaron.

—¡Vamos Minnie! Puede llamarme belleza asesina. Estamos en confianza.

No otra vez.

Remus avanzó lentamente hacia la puerta, deseando poder huir de esta escena tan común desde hace 7 años.

—No tan rápido, Profesor Lupin —la voz de la profesora McGonagall lo hizo enderezarse y dar media vuelta—. Reúnase con el profesor Longbottom y el profesor Jones. Interroguen a los demás estudiantes —su mirada brillo con un poco de malicia mientras observaba a Orión—. Veamos si son tan valientes por separado.

Remus asintió y se dirigió hacia la puerta preguntándose si la directora notó que la burla brillaba con aún más fuerza en los ojos de Orión.

Minerva volvió su atención al joven que tenía al frente. La insolencia, el porte y la burla que veía en sus ojos le recordaba a un joven Sirius Black.

—Correcto, ahora señor Balck. Dígame, ¿quién hizo explotar los calderos de los elfos domésticos en las cocinas?

Orión se inclinó hacia el escritorio y abrió los ojos con inocencia. —¡Merlín! ¿Los calderos? ¿Quién podría hacer cosa tan arroz?

—Lo mismo me pregunto yo. Claro, después de haber oído esa canción que compusieron usted y sus compañeros sobre la... "Asquerosa y sosa sopa" que justamente iban a servir hoy. Y, sobre todo, después de haberlos encontrado a usted y su... grupito, corriendo por los pasillos. No lo sé, aún estoy dudando sobre quién pudo haber ideado tal atrocidad de plan.

Orión chasqueó la lengua y la miró indignado.

—Detectó un ligero tono de sarcasmo en su voz, Directora.

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora