Como forzar la entrada de una casa, por Orion Black.

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—Genial —dijo Dominique—. Sencillamente así es como me gusta pasar mis tardes: buscando huevas de Ashniwer.

—Son huevos, no huevas. —corrigió Regulus rodando los ojos.

—Y se llaman Ashwinder —aclaró Sirah, riéndose de la cara de Dominique que claramente decía <No me jodas, ¿en serio?>.

No es divertido ser amiga de unos sabelotodo.

—Sinceramente —se quejó Regulus—, si nos pagaran un galeón por cada vez que te corregimos, seríamos ricos.

—Si a mi me pagaran un galeón por cada vez que me vale un pito lo que me corrigen, sería más rica que los Malfoy y los Black juntos.

Sirah supo desde el inicio que debía rendirse en esa discusión. Y no era por no tener argumentos válidos para ganar, sencillamente no le apetecía meterse en un pleito entre sus dos amigos. Ella ya sabía como terminaba todo eso, y la verdad no estaba interesada en participar.

Las quejas de Regulus y los gritos de Dominique la hicieron dudar de su propia cordura al aceptar formar grupo con ellos para buscar los huevos.

No creí que fuera a extrañar a Thomas y Blaine.

Decidió que la próxima vez dejaría a Tom y Jerry con Issa para que la morena se las arreglara sola. Ya suficientes discusiones había tenido por toda una vida.

Observó el bosque a su alrededor, llevaban caminando sin rumbo fijo por lo que ella creía serían las 3 horas más fastidiosas de su día. Los árboles no hacían más que crecer a su alrededor en número y tamaño. Se habían cruzado con un par de centauros tan aburridos que habían decidido que esa tarde sería un lindo momento para cenarse a 3 pequeños magos.

Fue necesario que Regulus le tapara la boca a Dominique mientras Sirah trataba de convencer a los centauros de que la carne de magos no era tan rica como creían.

Aún se recordaba diciendo —No quieren comernos, señores. He leído que damos indigestión.

Pero no surtió efecto.

Claro que no.

Al final terminaron corriendo entre los árboles y cruzando un arroyo que nunca en sus vidas habían visto, hasta que les perdieron la pista a los ponis malos -según Dominique-.

Y todo para nada. Creyó que para ese punto tendrían la bolsa llena de huevos de Ashwinter, pero se equivocó. Según ella estaban lamentablemente perdidos en el bosque prohibido. Dominique cantaba a todo pulmón como si no estuviera pasando nada del otro mundo -tal vez por eso no habían visto a ningún animal raro, seguramente tenían miedo de acercarse a los alaridos de la pelirroja-. Regulus señalaba cada árbol y repetía: este ya lo habíamos pasado. Mientras Sirah, bueno, estaba redactando una carta mental dirigida a sus padres explicando porqué había muerto tan vergonzosamente.

Apartó un mosquito que fastidiaba cerca de su rostro preguntándose como demonios podía haber mosquitos con el frío infernal que hacía.

Claro, había olvidado mencionar que el frío le helaba los huesos y hacía que se lamentara por no haber traído mas que su túnica para cubrirse.

—Seré helado para centauro en menos de una hora. —murmuró para si.

Regulus tropezó con una raíz que sobresalía.

—Estúpida raíz —se quejó—. Estúpido bosque.

—No le eches la culpa a al bosque de tu estupidez, idiota —se burló Dominique.

Sirah iba a decirles que hicieran silencio -por cuarta vez-, antes de ser interrumpida por el sonido de una rama rompiéndose.

—Silencio —sentenció, observó los árboles a su alrededor con el ceño fruncido—. ¿Escucharon eso?

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora