La Corona

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ADVERTENCIA: *Si eres homofóbico o tienes algún problema con el tema, opino que seria mejor que no leyeras esto. Al resto, espero que les guste el capitulo.* 

Era difícil estar en esa edad y ser una chica. La edad en la que tú cuerpo cambia abruptamente y pasas de ser un poste de electricidad a ser un raro intento –a veces fallido– de reloj de arena.

Cerca de sus 16 años, Sirah debía admitir que se sorprendía cada vez que encontraba algún cambio en su cuerpo. Esa mañana precisamente, mientras detallaba su reflejo en el espejo de cuerpo completo que compartía con las chicas en su habitación, juraba que la camisa blanca del uniforme le quedaba un poco ajustada en el pecho. Por otro lado, parecía que su falda se hubiese encogido una talla y estaba considerablemente más corta de lo usual.

Incomoda, al mirarse a si misma, trató de bajar más la falda, pero fue imposible. Soltó un suspiro de resignación.

Gracias a Merlín que la túnica es obligatoria.

—¡Santa Circe! ¡ISSA TIENES QUE VER ESTO! — gritó Dominique, mientras miraba a Sirah con los ojos desorbitados.

La pelinegra, que aún soltaba ligeros ronquidos desde su cama, saltó exaltada por los gritos de su amiga. Parpadeo varias veces, frotándose los ojos y frunció el ceño. Las mañanas no son amigas de Parkinson.

—Te juro que si no se ha muerto alguien, rodarán cabezas pelirrojas por la habitación. — murmuró sin ánimos. Dominique rodó los ojos pero mantenía su atención en el reflejo de su mejor amiga, que veía a través del espejo.

—¿Cuándo pasó eso? ¡Merlín! Estamos juntas las 24 horas del día ¿Cómo me las ocultaste?

—¿De que hablas ahora, Nique? — preguntó Sirah, con calma. Si algo tenía claro, era que el nombre Dominique se deletreaba D-R-A-M-A.

La pelirroja sonrió de oreja a oreja, sus ojos se achinaron y desprendían ese brillo malicioso que la caracterizaba. Avanzó hacia Sirah que la miraba por el espejo, y con sus manos le presionó los senos.

La castaña abrió los ojos por la sorpresa de sentir las manos de su amiga en sus pechos, a la vez, que un inevitable sonrojo adornaba su rostro.

De que te sorprendes, es Dominique. 

—¡Joder Sirah! Te crecieron de la noche a la mañana, mira esto. Lo veo y no lo creo ¡Es que los toco y no lo creo!

—Dominique...

—¡No me jodas! ¡Seguro se ha metido algo! ¿Qué hiciste, Sirah? ¿Rellenaste con medias tú sostén? — preguntó Issa, que ya se había despertado completamente y se encontraba junto a Dominique, tocando los pechos de Sirah como si fueran bolas de masa.

—Dejen de tocar... ¡Auch! Issa, eso dolió. — se quejó Sirah, mientras esquivaba entre risas las manos de sus amigas.

Dominique se apartó un poco, todavía mirando el reflejo de ella misma y sus dos amigas a través del espejo. Sonrió emocionada. Ay no, esa sonrisa no. Tenia esa sonrisa que alertaba a Sirah, sobre una idea naturalmente mala, que se estaba componiendo en esa cabeza pelirroja.

—¡Fuera sostenes! Ahora mismo, vamos a descubrir quién tiene los senos más grandes. — dijo con emoción. Sirah la miraba con una cara que claramente expresaba, estas de bromas. Y se hubiera largado a reír, de no ser por las dos chicas que se apresuraban a quitarse la parte superior de sus pijamas. 

Soltó un suspiro cansado, mientras miraba su reflejo, una figura pequeña, delgada y un poco sosa le devolvía la mirada. Ella también tenía curiosidad sobre los nuevos cambios de su cuero, además, era hora de ver quien cargaría La Corona de las mejores tetas.

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora