De simios retrasados y otros mal de amores

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El correr de los días fue ligero y casi parecido a una exhalación. El mes de octubre dio paso a los primeros días de noviembre trayendo consigo el inicio de un invierno que prometía un hermoso paisaje y noches de jóvenes acurrucados entre sí cerca del calor de la chimenea. Sirah amaba el invierno a pesar de que no era muy fanática del clima helado, pero solo el echo de pensar en patinar sobre hielo y en las ferias que se llevaban a cabo en el pueblo donde vivían los Malfoy, hacían que su corazón se agitara como el batir de alas de los colibríes.

El pasar de los días también trajo consigo otras cosas buenas, había resuelto todos sus problemas -al menos los que valían la pena- en orden de importancia, comenzó respondiendo las cartas de Hermione que se habían amontonado en su cama, la preocupación de su madre le ablandó el corazón y la hizo sentirse la peor hija del mundo, pero al terminar se habían prometido días y días de compras navideñas, noches de galletas y té, y un intensivo de decoraciones festivas donde incluían su favorita: torturar a los hombres de la casa obligándolos a colgar guirnaldas.

Una vez resuelto eso, había ido corriendo a la habitación de Scorpius, despertado a su hermano menor con la muy necesaria ayuda de Albus y luego, consciente de que Maxon era tan difícil de despertar como el menor de los Malfoy, le había escrito una apresurada carta a Abraxas para que hiciera lo mismo. Usaron el horario del desayuno ese lunes para adentrarse un poco en los jardines posteriores y sentarse bajo ese árbol que tanto les gustaba, usaron las caricaturas que Sirah había dibujado de ellos e hicieron una pequeña fogata para controlar el frío. Ella había sentido el silencio de ellos como una puñalada a su corazón, pero no la juzgaron, solo la escucharon. Les contó con voz tambaleante como lo que habían visto el día de la demostración era algo que se repetía una y otra vez en su cabeza, ellos sabían sobre sus episodios de estrés después del trauma de su infancia, pero darle un significado mayor a esa experiencia pareció perturbarlos casi tanto como a ella. La escucharon y solo eso, mientras ella expulsaba entre suspiros y temblores todo lo que la aterraba. Luego la abrazaron, no de esos abrazos que se daban siempre en broma, ni tampoco de esos en los cuales Hermione los obligaba a estar unidos después de una discusión, era uno de esos abrazos que no se concentraban en lo externo, donde más que nada se centraban en tocar el alma y decir sin palabras: está bien, entiendo, todo está bien.

Claro que no les dijo lo de Orión, no quería iniciar una guerra civil sin tener encima el armamento, la verdad era que había hecho que sus amigos mantuvieran la boca cerrada con respecto a su repentina relación, y aunque no había necesitado de mucho soborno -obviamente no iban a revelar un secreto que no les pertenecía-, ella sentía que todo el mundo lo sabía, lo sentía mientras caminaba por los pasillos o cuando sus miradas se encontraban furtivamente en el gran comedor diciéndose todo lo que no podían en voz alta. Lo sentía en los guiños de ojos disimulados y los roces de manos cuando creían que nadie veía. Pero eran pequeñas cosas que no habían podido evitar.

Luego estaba el pequeño problema con Jonathan, no se había olvidado de su Boggart, menos aún siendo ella una de las pocas personas que podría entenderlo, Jonathan no había sido más que un bebé cuando el ataque se llevó acabo y sabía que la única forma de dejar ir un poco de ese sentimiento oscuro era tratando de enfocarlo de otra manera, a ella le funcionaba el arte, y cuando Gideon y él aparecieron en el aula para iniciar las clases solo le bastó con un lienzo en blanco y un pincel roto para darse cuenta de que ese tipo de expresión no era lo de él.

En cambio le había sugerido algo más..., físico. Incluso le había pedido a Blaine y Thomas como un favor personal que le dedicaran una hora al día al chico para entrenarlo, y gracias a Merlín lo había hecho, resulta que el pequeño Jonathan tenía un talento nato para el quidditch y con un poco de entrenamiento sería uno de los mejores jugadores. Blaine al inicio casi la mata por ponerlo de niñero, y sin embargo, sus ojos brillaban cada vez que veía a Jonathan volar de un lado a otro con tanta agilidad que parecía más un ave que un humano.

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora