¿Juntas? ... juntas

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Orión aventó la escoba al césped del campo de quidditch y soltó una exhalación. Estaba exhausto. Como capitán tenía que programar las prácticas y dirigirlas, sobre todo cuando el segundo partido de la temporada estaba a la vuelta de la esquina y Ravenclaw se había vuelto jodidamente bueno en eso de taclear a los jugadores hasta que soltaran el balón o se cayeran de la escoba -el orden no importa-.

Maxon se dejó caer en el césped a su lado y rodó boca abajo mientras jadeaba. Orion sonrió ante el cansancio de su amigo y el rostro lleno de sudor de todos los miembros del equipo de Gryffindor. Los había hecho correr por todo el campo y luego había hechizado piedras pequeñas para que pesaran 100 veces más de lo que parecía y los había obligado a levantarlas por encima de su cabeza por media hora. Quien la dejara caer volvía a comenzar y por eso habían tardado 2 horas en terminar.

—¿Te he dicho cuánto te detesto? —preguntó Maxon a su lado con la voz ahogada por los jadeos.

Orión sonrió con el sudor perlando su frente.

—Sorpréndeme.

Maxon gimió mientras se levantaba y se sentaba con la vista fija en el cielo nublado.

—De aquí al cielo y de vuelta.

—Que romántico, Maxon. ¿Usas esas frases con todos o solo conmigo?

Maxon gruñó antes de dirigirle una seña obscena a Orión.

—Con las chicas no necesito hablar, normalmente uso la boca para otros fines —dijo y comenzó a fingir que besaba a lo que Orión suponía era una chica invisible.

—Para. No se si estás intentando apuñalar a alguien usando tus labios o si te los pegaste y no puedes abrirlos.

El castaño soltó una risa baja y profunda mientras volvía a su atención al cielo. Orión lo observó detenidamente, aún seguía viendo al chico de 8 años que había sido alguna vez y que lo había acompañado a escalar los árboles más empinados del pueblo en el cual vivían y a cazar gnomos.

Ese niño seguía ahí, detrás de todo el músculo y la satisfacción masculina. Y cuando Maxon le sonrió con una mirada de soslayo en su dirección, Orión supo que su mejor amigo veía lo mismo en él.

—No te besaré, ni si quiera si me sigues mirando así, Orión. Ya puedes detenerte.

—No eres mi tipo, amigo, quédate tranquilo.

El soltó un bufido que hizo que Orión se riera por lo bajo.

—Soy el tipo de todos —dijo mientras se recostaba boca arriba—. ¿Trajiste el mapa? —preguntó en un murmuró.

Orión supo que estaba tratando de mantener su preocupación al margen, lo supo porque él también había comenzado a hacerlo cuando cierta figura había comenzado a escaparse en las noches a la biblioteca y volvía a su habitación poco antes del amanecer.

Había estado haciendo eso por una semana, y por mas que Orión quisiera saber que demonios estaba tramando Sirah, no preguntaría hasta que ella estuviera lista para decirle. Sacó el mapa del bolsillo de su mono y se lo tendió a su mejor amigo.

Lo vio abrirlo y murmurar las palabras que lo revelaban, luego lo vio buscar entre los corredores y salones por un nombre en particular.

—No la encuentro...

—Tal vez deberías dejar de buscar cada vez que tienes la oportunidad y...

Maxon lo interrumpió con brusquedad.

—No. No la encuentro, no está en el castillo.

El corazón de Orión se hundió en su pecho mientras le arrebataba el mapa a Maxon. Buscó en cada rincón del castillo, la biblioteca, la cocina, las aulas, el gran comedor, el invernadero, la sala común de Slytherin... nada.

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora