Breaking The Law

415 26 0
                                    

Hogwarts

Simplemente el nombre resultaba encantador, mágico... Especial. Sin embargo, el nombre perdía cierto encanto si lo comparabas con la estructura, tan imponente, lleno de aulas únicas, ninguna parecida a la otra, con pasillos amplios y estrechos, escaleras que gustaban de molestar a los estudiantes cambiando de lugar cuando estos parecían estar más apurados. Miles de cuadros cubrían las paredes, algunos de magos y brujas famosos, otros de valientes guerreros y unos tan absurdos como lo son hipopótamos bailando usando un tutu.

La magia, era algo encantador. Y el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería brillaba por su Magia. Sirah amaba recorrer los pasillos, en los pocos momentos en los que estaba sola subía y bajaba las escaleras, caminaba sin rumbo fijo, a veces simplemente le gustaba pararse en el séptimo piso a observar como discutían el retraso de la bruja Isabelle de Brontte y el retrato del General Fitzwilliam Droff, quienes nunca estaban de acuerdo en nada y siempre querían meter a los alumnos que pasaban por el pasillo en sus disputas.

A veces, solo quería recostarse bajo algún árbol en el jardín posterior del castillo, cerca de los invernaderos, leyendo alguna novela muggle que le haya regalado su madre o algún libro de hechizos que le enviara su padre. Era curioso como nunca te sentías solo en Hogwarts, a pesar de no tener compañía. Les había preguntado a sus padres y para su sorpresa Draco le confesó <Aun cuando estoy angustiado, pensar en mis días en Hogwarts me trae paz>.

Ese día Hermione le sonrió a su hija mientras abrazaba a su esposo por detrás, quien se encontraba sentado en su mueble favorito cerca de la chimenea, para luego contestar <Eso es lo curioso de la magia que hay en el castillo, incluso cuando te marchas, una parte de Hogwarts se va contigo y una parte de ti se queda, quizás esa pequeña parte de todos los alumnos y profesores que pasaron por los mismos pasillos, es la que te hace sentir acompañada>.

La chica sonrió para sus afrentaros por el recuerdo de sus padres adoptivos, anotando en su lista mental de cosas por hacer; la tarea de escribirles antes de que culmine la primera semana de clases, si bien era muy pronto ella los echaba de menos más que a nada.

El puesto de prefecta fue una razón de orgullo en la familia, pues ninguno de sus hermanos había recibido tal honor hasta ahora, a pesar de que son magos con un talento natural y una mente aguda y brillante como la de sus padres, al parecer su predilección por meterse en problemas no apeló a su favor. Sus 2 padres habías sido prefectos en sus tiempos de estudiantes y se enfrascaron una tarde en relatarle muchas de sus aventuras en el castillo. Su madre cumpliendo su labor al pie de la letra y su padre restándole puntos a los leones cada vez que podía.

La castaña sacudió la cabeza, reprendiéndose el estar tan distraída, miró el reloj que abrazaba su muñeca izquierda y abrió los ojos sorprendida.

10 minutos para la clase de pociones. No. Puede. Ser.

Caminó-corrió lo más rápido que pudo hasta llegar a las escaleras, agradecida de que no hubiera ningún estudiante fuera de clases. Siguió su camino lo más rápido que pudo y suspiró aliviada cuando llegó a las mazmorras con un poco de tiempo, pero detuvo su paso al percatarse de dos figuras que se alzaban ante ella.

Frunció el ceño disgustada mientras observaba al mayor de los Black arrinconando a una chica de Hufflepuff contra uno de los muros del pasillo. Que descaro. Incómoda ante la escena del pelinegro besando intensamente a la morena, se dispuso a seguir con su camino tratando de pasar desapercibida. Que vulgar. La chica soltó un gemido mientras murmuraba algo que provocó la risa ronca del chico. ¡Merlín! Por lo menos usen un aula. Asqueada, trato de acelerar su paso sin llamar la atención, reprendiéndose mentalmente por sentir ese calor en sus mejillas, la señal de un sonrojo inminente.

Sirah Malfoy ||  Tercera Generación || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora