Superfluo

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Su cabeza iba a matarla esa mañana, y si no lo hacía el dolor que tenía lo iba a hacer la luz del sol que solo conseguía que su horrible resaca empeorara ¿había tomado algo además de las cervezas? Buscó en su maleta el pequeño kit de maquillaje que Ino siempre insistía que era lo mínimo que debía llevar con ella pues nunca sabía dónde conocería un hombre guapo que la invitaría a salir y debería poder adecentarse, así que con este trató lo mejor posible de disimular las ojeras. Empacó todo y finalmente tras desayunar solo un café muy cargado se fue a la mansión de la feudal para recibir el documento que debería llevar a Konoha.

Emprendió el camino de regreso y se detuvo menos de una hora después porque no se sentía del todo bien y necesitaba descansar al menos un poco. Su mente era invadida por la confusión de lo que había hecho la noche anterior, no podía ser hipócrita y decir que no lo había disfrutado o que jamás había pasado por su cabeza ser capaz de llegar a hacer algo así porque sería una completa mentira. Algunos años atrás había dudado si le gustaban las mujeres, ¿la razón? una kunoichi de Kiri con la que compartió una misión y quien fue realmente la persona con la que tuvo su primer beso y algo así como un amorío muy fugaz e inocente durante el tiempo que estuvieron juntas, de ese beso no le contó a nadie y todos creían que este había sido con Neji, dicho amorío fue algo efímero y la chica le prometió haría todo lo posible para después ir a Konoha, cosa que no pasó, también intercambiaron algunas cartas que cada vez fueron más esporádicas, pues su atención se fue desviando a entrenar para prepararse para la presentación de los nuevos exámenes chunin y la constante cercanía del Hyūga hizo que perdiera el interés en la chica, obnubilada por las sensaciones que siempre le había despertado la cercanía de su compañero de equipo.

Maldijo internamente al pensar en Neji y la conversación que habían tenido antes que ella se fuera, su corazón le repetía una y otra vez que lo amaba, que debía creerle y tener paciencia pero no le parecía tan sencillo. Por momentos casi sentía que su relación se había reducido a solo sexo pues no eran muchos más los espacios en los que podían estar juntos, inhaló profundo queriendo no pensar en nada y mucho menos recordar la mirada enojada y el categórico ¡Si alguien se entera de esto te mato! Que fue acompañado otra vez de un portazo por parte de la rubia mientras abandonaba la habitación a mitad de la noche. Era claro que no era algo que ella fuera a compartir con sus amigas pues podía entender que a eso era que se referían los hombres cuando hablaban del concepto de sexo casual, no es que lo hubiera hecho antes, jamás le había sido infiel a Neji y de momento no estaba segura de querer tener el debate interno sobre si lo ocurrido era o no una infidelidad o si realmente había alguna relación a la cuál serle infiel. Lo mejor sería continuar su camino.

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Rodó los ojos mentalmente mientras escuchaba a la asistente de la feudal explicarle el motivo por el cual la mujer no estaba presente y le entregaba el enorme manuscrito con lo que sería el nuevo tratado comercial entre Suna e Ishi y las condiciones a cumplir por cada parte. Llevaba una maldita semana en esa aldea haciendo las negociaciones y lo único que estaba contando era los minutos para irse, necesitaba regresar a la comodidad de su propia cama.

No entendía porque el consejo había insistido tanto en hacer esos cambios que realmente no alteraban el tratado que había hasta la fecha, ni siquiera que se desgastaran tanto en tener una relación estrecha con una aldea tan pequeña como lo era esa, o bueno, la desgastaran a ella que era la que tenía que estar desplazándose hasta allí y quedándose un número indeterminado de noches fuera de Suna. Está bien, les daba parcialmente la razón pues si se tenía en cuenta la ubicación geográfica de Ishi, junto con Ame y Kusa, era muy importante para la comunicación y desplazamiento entre ellos y el país de la Tierra de la cual sí dependían muchas cosas vitales para ellos. El país de las Piedras debía permitirles el paso, así como lo hacía el país de los Ríos en sus múltiples idas y vueltas a Konoha.

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