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Los acuerdos militares, los malditos acuerdos militares. Se había salvado la anterior semana porque Shikamaru había estado en la aldea en una misión pero ahora que nuevamente estaba sola debía regresar al trabajo y centrar su atención en el sinfín de hojas frente a su escritorio, escritorio que estaba en una esquina de la oficina de Gaara pues aunque lo había solicitado y sabía que habían espacios disponibles le habían negado que se trasladara a otro lugar. Eran documentos secretos que no podían salir de allí y además tenía varias las cosas que tenía que estar consultando con su hermano por lo cual era ventajoso tenerlo cerca, pero aún así siempre se quejaba al respecto.

Su trabajo debía empezar por el enorme libro en el que las cinco grandes naciones habían acordado la cantidad de shinobis disponibles que podía tener cada una, el mamotreto gigante ese estaba completamente desactualizado pues se había hecho en las épocas de los primeros kages, sin tener en cuenta el aumento exponencial de la población ni la aparición de nuevas aldeas ocultas que querían tener su propia fuerza militar. Tomó algunas notas de la forma en que decía allí que debía calcularse el porcentaje de ninjas disponibles por cada 100 habitantes y luego de eso se levantó a buscar el listado de shinobis en servicio activo así como los de retirados, suspendidos, en reserva para no sobrepasar la cantidad permitida, caídos en combate y demás para poder tener un número exacto.

Era un trabajo lento pues también debía tener en consideración los estudiantes actuales de la academia, los que estaban prontos a graduarse, los años que les faltaban a los demás, hacer además un estimado de cuántos llegarían a ser chunin y cuántos se dedicarían a otra cosa cuando su carrera como shinobis no progresara. Inhaló profundo, también debía incluir los infantes que todavía no tenían la edad para ingresar a la academia pero que posiblemente lo harían, en Suna se consideraba un honor enviar un hijo a la academia pero así mismo había muchas otras profesiones en las que los padres preferían que sus hijos aprendieran sobre estas, un oficio útil que pasara de generación en generación. Eran simplemente demasiadas cuentas y muchos supuestos.

Pero igual, en eso llevaba ya toda una quincena antes de poder mostrar el primer informe preliminar a su hermano. Si el pelirrojo tuviera cejas seguro habría enarcado una, estaban cortos de personal para el tamaño actual de la aldea, y por mucho más de lo que sería conveniente admitir. No podían mostrarle ese número al consejo porque los ancianos no aceptarían este y exigirían que fueran muchos más, tenían que asistir a la reunión con un número más bajo con eso cuando estos pidieran aumentarlos todavía estarían dentro del margen adecuado. Además una nueva duda rondaba, si esa era su situación ¿cómo estaban las demás aldeas?

No podían exponer su propia debilidad, pero si iban a pedir una reunión con los kages para pedir el aumento de sus tropas era obvio que las otras aldeas querrían hacer lo mismo y que también tendrían que revisar sus propios números, probablemente tendrían que redactar un nuevo tratado militar que les ayudara a conservar la paz que había cobijado al continente durante los últimos años.

- ¿Sabes si Shikamaru tiene este dato de su aldea? — ella negó, nunca hablaba con el Nara sobre cosas de su trabajo — desataremos una guerra si pedimos la reunión sin ningún aliado

- ¿Konoha?

- Konoha — reiteró él — es nuestra mejor opción, ya siendo dos es más probable que nos escuchen y ellos revisen su propia información

- Pero...

- Sí, arregla el informe y cuando lo tengas consolidado dile a Matsuri que cite a los ancianos

- Entendido

Resignadamente volvió a su esquina para seguir en lo que estaba, el Raikage les iba a dar problema sin duda, tenían que lograr que no hablara con el Tsuchikage antes de la reunión o esos dos llegarían también como un frente unido y no podrían separarlos dejando todo en manos de la condenada Mizukage cuya relación con el Raikage no era la mejor, pero tampoco es que se llevara bien con la Hokage, era como lanzar una maldita moneda al aire.

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