Denuedo

Epílogo

Dio una vuelta en la cama, ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba acostada sin conseguir dormirse. Debería levantarse y ponerse a hacer algo más productivo o al menos que la entretuviera un poco, porque mientras las condiciones afuera de su ventana no cambiaran, ni tuviera alguna señal acerca del estado de Tenten, estaba segura que pasaría la noche en vela.

Un relámpago iluminó por completo la habitación, justo antes que un enorme trueno resonara en las cercanías y todo a su alrededor quedara a oscuras. Bufó en su mente mientras a tientas dirigía su mano a la mesa de noche junto a la cama para sacar de esta una vela y los fósforos. No odiaba ese país, pero definitivamente sí odiaba esa maldita época del año en la que las lluvias torrenciales eran el pan de cada día. Inhaló profundo cuando la pequeña luz naranja proveniente de la vela empezó a alumbrar tenuemente la habitación.

Hizo a un lado la cobija para ir hasta la pared en la cual tenía extendido el pergamino con el cual se comunicaba con Tenten, siempre que la castaña estaba lejos lo dejaba abierto y a la vista de modo que pudiera estar siempre pendiente por si necesitaba algo. Pero ahora con la escasa luz se le dificultaba ver desde la cama hasta la pared, por lo que prefería tenerlo a su lado, rogando internamente que pronto apareciera una nota que le avisara que Tenten había decidido posponer su regreso y en lugar de viajar en esas condiciones, ya estaba en alguna posada a salvo del inclemente clima de ese país.

Contuvo su respiración en cuanto un nuevo relámpago iluminó por completo la habitación, a lo lejos afuera de su ventana alcanzó a ver el enorme rayo que había caído, lo que de paso dejaba claro que era poco probable que la luz regresara pronto. Para ser el país del Rayo encontraba un poco incoherente que los apagones en esa época del año fueran tan frecuentes por culpa precisamente de los rayos, o tal vez a eso debiera su nombre. Por más que hubiera dejado de lado su odio a dicho país al mudarse juntas allí, el pasar sola esas noches de tormenta siempre le ponía los pelos de punta.

Sonrió de lado de forma altanera aunque nadie la veía, después de todo lo que siempre se había quejado de Kumo y de rechazar varias veces la oferta de trabajo del Raikage, habían decidido con Tenten que se mudarían juntas a ese país. Y la verdad es que contrario a lo que había creído, la mayor parte del tiempo disfrutaba su nuevo hogar y hasta su nuevo trabajo.

Acababa de volver a meterse en la cama cuando un nuevo ruido captó su atención, al tiempo que un trueno sonaba más retirado que el anterior también se oyó el pomo de la puerta de su habitación ser abierto, dirigió su mirada de una vez a ese lugar, viendo aparecer una cabellera negra con un par de ojos color miel.

- ¿Mamá? — habló Yoriko, la pequeña de 8 años que habían adoptado un par de años atrás con Tenten

- ¿Qué pasa? ¿No puedes dormir? — preguntó, aunque la respuesta era obvia. Otro relámpago iluminó la habitación y la niña se encogió ligeramente, podía no compartir sangre con la castaña, pero sin duda se le parecía bastante en la versión gato encerrado — ven a la cama — una sonrisa se dibujó en la niña, quien apagó la vela que llevaba en las manos antes de correr y subirse a la cama a su lado — ¿Quieres que te cubra? — la niña negó

- Mamá... ¿Mami está bien? — ella sonrió ante la forma que Yoriko las diferenciaba al hablar para saber a cuál de ellas se refería

- Te mostraré algo — tomó el pergamino que había revisado poco atrás, notando que seguía sin haber nada en este — Tenten se comunica por aquí — señaló el objeto — si necesita algo nos lo hará saber, hasta entonces debemos confiar que está bien

- ¿Y puedes enviarle cosas por ahí también?

- Así es, también puedo invocar a Kamaichi y que sea él quien le lleve algo ¿recuerdas a Kamaichi? — la niña asintió, la comadreja consentida se había llevado bien con la niña