Desahogo

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Había visto las miradas enojadas de los ancianos y le había dado lo mismo, los había escuchado reprenderla y decirle que tenía que retomar de inmediato su compromiso con el Nara a lo que se negó, fue Gaara quien dio por finalizada la reunión diciendo que su hermana debió tener sus razones personales para hacer tal cosa y ellos no eran quienes para opinar, aunque sin duda también estaba sorprendido en especial porque la decisión parecía repentina cuando ya se había elegido una fecha para la ceremonia. Al parecer sus hermanos pensaban que era un impulso y solo esperaban que pensara bien las cosas.

Ella no hablaba, les contó lo que había hecho en su viaje, al menos lo respectivo a Shikamaru y se encerró en su habitación, saliendo exclusivamente a comer cuando su cuerpo la obligaba y cada noche volcaba toda su atención a lo único que la calmaba lo suficiente para poder dormir y era beber hasta perder la consciencia.

Sus hermanos se preocuparon, ella siempre había bebido, pero nunca había sido alcohólica ni llegado a ese extremo. Los dos empezaron a pasar la noche en la vivienda, intentando consolarla o por lo menos que les hablara y se desahogara de lo que sea que pasaba por su cabeza. Kankuro por su parte no lo entendía, su hermana nunca se había visto realmente feliz junto al ninja perezoso y menos para descomponerse de esa forma al terminar la relación de varios años, aunque bueno, él no era el mejor para juzgar ese tipo de vínculos pues nunca había tenido una pareja con la que quisiera pasar mucho tiempo.

Luego de dos semanas de ver que todas las noches beber era lo único que ella hacía, decidieron sacar todas las cervezas de la nevera, el resultado fue que su hermana mayor los vio con enojo antes de irse a la habitación a buscar su monedero y luego desaparecer por la puerta. El marionetista inhaló profundo antes de seguirla, él la vigilaría por esa noche y no volverían a hacer eso, era medianamente preferible que se embriagara en la casa en donde al menos no se metería en problemas. Había regresado a la madrugada con la rubia cargada en brazos pues no podía ni dar dos pasos seguidos, en cuanto la dejó en la cama esta se pegó a su pecho impidiéndole quitarse y por primera vez en su vida la vio llorar hasta quedarse dormida.

Pasado un mes le escribió a la castaña, Kamaichi seguía furioso con ella por haberle pedido que deshabilitara el jutsu de protección del departamento de Tenten y que la dejara entrar, lo sobornó con todo lo que encontró en la nevera por lo que de mala gana aceptó llevar la nota y se dedicó a revisar el pergamino a la espera de una respuesta. Pero nada llegó y ella continuó volcada al licor, odiaba la mirada de lástima que le dirigían sus hermanos, pero no le importaba, estaba harta de pretender que era fuerte y nada la afectaba. En ese momento solo quería que la mujer regresara a su lado, o por lo menos que aceptara sus disculpas y que pudieran hablar.

A mediados del segundo mes su familia pareció rendirse a que ella no iba a decirles nada, así que regresaron parcialmente a la que era su rutina antes de eso, pidiéndole que por favor bebiera un poco menos, algo que cayó en oídos sordos y al final solo le dijeron que apoyarían la decisión que tomara, independientemente si era volver o no con el Nara. Ella bufó molesta, si bien le dolía haber lastimado al hombre que no hizo nada para merecer quedar en medio de esa mierda, no era a él a quien quería de regreso a su vida. Esperó una semana más y envió una nueva carta, obteniendo la misma respuesta que de la anterior, o sea silencio total.

El tercer mes avanzaba con un ligero atisbo del regreso a la normalidad, ella se pasaba a la oficina y trabajaba un rato, o lo intentaba pues era una manera de tratar de acallar la voz en su cabeza que le reprochaba una y otra vez que todo lo que estaba pasando era exclusivamente su culpa, era ella quien había dado por sentado que la castaña estaría para ella y por eso nunca valoró todo lo que hacía. En las noches volvía a estar tan sola como antes, Gaara otra vez se quedaba en el despacho y Kankuro retomaba sus citas, así que seguía ahogándose en el alcohol. De alguna forma buscaba en el fondo de cada botella la calma que le faltaba, además de una manera de salir del hueco en el que había caído y un motivo por el cual continuar levantándose cada mañana.

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