Consuelo

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Se había despertado y de una vez pensó que llevaba mucho sin dormir así de bien, y eso que estaba acostada en el suelo usando como única almohada las piernas de Temari. La sacudió ligeramente para que se despertara también y tras intercambiar un ligero beso abrió la puerta del lugar en el que se habían escondido, viendo de lado a lado para estar segura que no había nadie y luego yendo a prisa a la habitación que tenía designada y que compartía con Kotetsu. Al girar en la última esquina se quedó quieta pues escuchó una puerta ser abierta y alguien que salía intentando no hacer ruido, era un hombre de cabello rubio y piel morena, un shinobi de Kumo que al parecer no notó su presencia.

En silencio fue al cuarto, Kotetsu todavía dormía y no faltaba mucho para que todos tuvieran que presentarse al comedor para desayunar e iniciar los ejercicios del día. Se metió a bañar de una vez y al salir para buscar su uniforme pudo ver que el hombre la analizaba como si se preguntara si ella se había dado cuenta o no de su acompañante. Sus superiores no habían mencionado nada sobre si estaba o no permitido fraternizar entre ellos, o si lo habían hecho ella no había prestado atención porque no le era relevante, aunque bueno, capaz que ellos solo estaban pasando el rato y tratando de quitarse la tensión que acumulaban a diario. Mientras se peinaba pensó en que Baki estaba en las instalaciones, no sería bueno que el hombre supiera al respecto, solo por eso iba a prestarles un poco de atención, para poder advertirles de ser necesario.

Iban empezando el segundo mes de lo que supuestamente serían tres meses, a la fecha habían desistido cinco ninjas, uno de cada país. Les quedaban un par de días en el exigente desierto antes de partir para Kumo, ya había sobrevivido la mayor parte, eran solo unas cuantas semanas más para terminar y saber si su esfuerzo había valido o no la pena.

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Había cenado con sus hermanos por su cumpleaños, el día anterior del pergamino había sacado una pequeña bolsa de castañas de las que vendían en las ferias y un mensaje corto de Tenten diciendo que lo sentía pero no había tenido tiempo de buscar un mejor regalo y de paso le contaba que el entrenamiento había terminado, ahora lo único que quedaba era esperar el resultado final de esa travesía. Tenía un viaje programado a Konoha en poco tiempo así que le escribió para confirmar que se iban a ver.

Se desconocía a sí misma al estar sentada en la cama de la castaña, había llegado a Konoha pasado el mediodía y llegó directamente al departamento de esta, tras tener un más que anhelado y necesario reencuentro la estaba escuchando hablar y hablar, parlotear sería una palabra mucho más apropiada. A cualquier otra persona ya le hubiera dicho que se callara, pero no a la condenada kunoichi que le relataba con pelos y señales todo lo que los habían puesto a hacer durante esos meses de entrenamiento intensivo. Había creído que el desierto había sido la peor parte por el excesivo sol y calor, pero no había contado que el tener que ejercitarse en la cima de una montaña haría que el oxígeno escaseara y los primeros días incluso doliera respirar.

Muchos desertaron, siendo al final solo catorce los que terminaron el entrenamiento completo. Dos mujeres, contándola, claro que había orgullo en su voz y no era para menos, aunque ella no lo diría en voz alta. Esa noche la pasaron juntas pero a la mañana se alistó para salir, tenía varios asuntos que atender con la Hokage.

- ¿Lo harás algún día? — la castaña todavía estaba adormilada y la veía desde la cama

- Trataré de hacerlo en este viaje

- ¿En serio? — los orbes chocolate se abrieron por completo

- Haré lo posible, no es tan sencillo — después de todo llevaba algunos años con él y no le parecía tan simple como solo decirle adiós, eso era cruel incluso para ella

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