CAPÍTULO 18

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– Buenos días, Amanda – dice mi madre cuando entro en el comedor. – Ayer pensábamos que estabas aquí, pero fue una sorpresa no encontrarte. Te estaba esperando Roberto, pero recibió una llamada, de ese chico...

– Érick, se llamaba, ¿no? – pregunta mi padre interrumpiendo a mi madre. Con sorpresa asiento, no sabía que recordaba su nombre o que lo reconocería.

– Pensé que ibas a llamar – dice sin darle mucha importancia al nombre de mi amigo.

– Llamé a Roberto – aclaré sin entender.

– Pensé que ibas a llamarme – dice mirándome. Por primera vez en años veo algo en la mirada de mi madre. Desilusión. ¿Por qué?

– No quería molestar – digo en un vago intento de explicarlo, aunque ni yo misma se que intento decir. – Voy a ducharme.

Ambos asienten, cuando estoy a punto de salir del comedor la voz de mi madre me frena.

– La próxima vez, llámame, por favor – dice. Sin contestar salgo de allí lo más rápido que puedo.

Acabo de llegar a casa de la casa de Érick. Me desperté en una habitación que no había visto, imagino que la de invitados. Marta había ido pronto a trabajar, por ello solo desayunamos Érick, Clara, su padre y yo, pero eso no evitó el buen ambiente que hay en la casa. Llamé a Roberto, quien fue a buscarme sin hacer pregunta alguna. Me examinó con la mirada cuando subí al coche. Llevaba la misma ropa que ayer, pero sin una sola arruga, creo que ya se imaginó que me habían prestado ropa. El viaje se basó en preguntas de: ¿Qué tal dormiste? Y poco más.

La comida fue silenciosa, como todas, y toda la tarde estuve estudiando. Mentalmente siempre comparaba mi casa con la de Érick, no la estructura ni nada parecido, sino el sentimiento de hogar.

El sonido de mi móvil me hace despegar mi mirada de los apuntes de biología y desviarlos al aparato que vibra y suena encima de la cama. Llego hasta él sin prisa, pero cuando leo el nombre en la pantalla no tardo mas de un segundo en atenderlo.

– Javi – digo contenta por volver a escucharle y poder verle, aunque sea a través de una pantalla.

– Hermanita – saluda alargando la ultima letra. – ¿Cómo has estado?

– Pues ahora me pillas estudiando, pero necesito un descanso. Cuéntame tu, ¿Qué tal estás? ¿Qué te tiene tan ocupado para no haberme llamado desde hace mucho? – pregunto acusándolo un poco. Entre mis horarios, los suyos, las horas de estudio y el desfase horario, es muy difícil hablar por teléfono. Cada poco mandábamos un par de mensajes, la mayor parte de ellos son imágenes estúpidas de nosotros o de cosas que encontramos por internet.

– Lo siento, lo siento, lo siento – se disculpa interminables veces. – He estado con exámenes ayer terminé, y no he podido llamarte. Pero bueno todo bastante bien. Te llamaba para decirte que voy a ir para allá en navidad.

Suelto un gritito. Mi hermano y yo apenas nos vemos en persona y que venga para navidad me alegra mucho.

– Si, he conocido a un chico que sus padres viven ahí y él dice que va a ir a visitarlos así que he aprovechado y también voy para allá.

– ¿De verdad vas a venir? – pregunto sin poder creerme lo que me dice. – Tengo unas ganas que vengas aquí – hago un puchero y mi hermano se ríe por mi cara infantil.

– Pronto enana... – empieza a hablar de sus compañeros de la universidad, de las clases y de sus amigos... no para de hablar y contar anécdotas, yo tampoco paro de reír. – ¿Tu que tal has empezado el curso? El mensaje decía que todo bien, pero quiero ver tu cara mientras que me lo dices.

– Todo bien – afirmo con una sonrisa. – Tengo un grupo de amigos y eso.

Su expresión hace que me ría, yo tampoco me lo creería, pero todo este año, fiel a su promesa, Leo y Érick han estado conmigo, también lo han hecho Rodrigo, Gabri, Darío y Nessy. Nessy... siempre quise una amistad en las películas, pero es mucho mejor. Hablamos bastante por mensaje donde ella me cuenta cómo fue su día y yo el mío. Mañana por la noche tocan en el bar, así que Érick y yo los iremos a ver como buen club de fans que somos.

– ¿Quiénes son? – pregunta aun sin salir del asombro. – ¿Son de tu instituto?

– Algunos – contesto, orgullosa de ellos. – Dos de ellos los conocí en el insti, están en mi clase. Los demás me los presentaron ellos, y bueno, me caen bien, y eso...

– Mi enana se me hace mayor... – finge estar melancólico mientras lo dice. – Me alegro un montón. Como... ¿Cómo están mamá y papá? – pregunta con dificultad. Para ambos es un tema difícil. No siempre ha sido así. Cuando mi hermano empezó su adolescencia empezaron a separarse poco a poco hasta llegar a lo que es hoy en día. Parece que fue hace tanto...

– Están bien, aunque, esta mañana ha pasado algo extraño – digo recordando lo que pasó. – Ayer una amiga y yo decidimos quedarnos a dormir a su casa – sé que esta no es la versión original de la historia, pero no quiero que se preocupe demasiado. – Avisé a Roberto, el chofer, que me quedaba a dormir y todo bien, pero mamá esta mañana cuando volví me dijo que la próxima vez la llamase a ella – observo cuidadosamente la expresión de mi hermano. – Parecía preocupada...

– No se que se le pasaba por la cabeza a mamá, no puedo ayudarte a averiguarlo, cuando lo consigas avísame y podré decirle lo de mi carrera, a ella y a papá – Javier siempre ha querido estudiar medicina, y eso hace, pero no es lo que piensan papá y mamá. Javier no se lo quiere decir, no porque le avergüence, sino por no defraudar a papá.

– Si averiguo algo te lo diré – prometo a mi hermano. – Y que, ¿hay alguien? – pregunto cambiando de tema radicalmente.

Mi hermano se atraganta con el vaso de agua que bebe mientras hablamos y creo poder distinguir un color rojo en las mejillas.

– He conocido a alguien – me afirma, sonrío como una tonta contenta por mi hermano. – Pero va a ser difícil, cuando vaya ya te contaré más. Solo te diré una cosa, la primera vez que nos conocimos me roció con espray pimienta en los ojos.

No sé si reír, llorar o preocuparme por mi pobre hermano.

– Tengo que dejarte, los proyectos de la universidad me van a comer – dice despidiéndose de mí. – Te quiero hermanita.

– Yo también – respondo a su despedida antes de colgar.

Me recuesto en la cama extendiendo mi brazo y mi intento de serlo. Cierro los ojos y disfruto de la cálida sensación de ser una adolescente normal. Una que tiene amigos, un hermano, le gusta alguien y, sin darse cuenta, tiene una familia a la que le preocupa.

MI PRINCESA PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora