Cuando llego a clase Érick y Leo ya están sentados en la silla, como todos mis compañeros. Camino bajo su mirada y me siento en mi sitio sin prestarle atención. Todos me miran impactados, mucho más que cuando llegué el primer día con una sola mano. Hoy tengo dos.
-La próxima vez intente llegar antes – dice el profesor tras observar bien mi prótesis he intentado retomar su clase de matemáticas. Algunos de mis compañeros me miran unos segundos más antes de volver a mirar a la pizarra susurrando. No tomo nota, simplemente veo como a lo largo de la hora algunos alumnos salen a hacer un ejercicio a la pizarra.
– Amanda... – intenta Érick antes de salir al recreo, pero salgo de la clase sin ni siquiera mirarle. Fuera, en el pasillo, Leo me regala una pequeña sonrisa que respondo con un suspiro. Se impulsa con la espalda de la pared en la que está apoyado para llegar hasta mí.
– Quédate con nosotros – me pide dándome un abrazo. Apoyo mi frente en su clavícula mientras me mima. – Ignórale, no le hables, no le mires... pero no nos dejes.
Caminamos hasta llegar al patio interior. Leo y yo vamos primero, y aunque no le haya mirado sé que está detrás nuestra. Nos sentamos apoyando nuestra espalda en una pared. Érick mira la situación y la analiza. Decide sentarse al otro lado de Leo, cosa que agradezco. La gran mayor parte del tiempo se reduce a Leo intentando entablar alguna contestación. Algunas preguntas las responde él y otras yo, pero en ningún momento ambos participamos en una misma conversación. Las últimas clases son iguales. Hoy no tomo nota de nada. No tengo ni las fuerzas ni ganas para hacerlo. También siento el peso de la prótesis en mi costado. Sentada en mi silla toco mi mano artificial. Presiono los dedos de la otra mano, pero no lo siento. Esa mano no es mía. Cuando termina la última clase mis compañeros salen rápido del aula, ahora más que nunca podemos perder nuestro tiempo, demasiados exámenes. No me muevo de la silla. Siento a alguien acercándose a mí, intentando tocarme.
– No lo hagas – le digo al reconocer el brazo tatuado. Levanto mi mirada y choca con la suya. Son segundos lo que nos miramos, pero parece eterno. – No me toques, por favor.
– ¿Puedes levantarte? – me dice. Veo tan absurda su pregunta que ni la contesto, pero cuando intento moverme mis piernas no funcionan. Respiro un par de veces y consigo mover mis piernas. Me levanto con ellas temblando y recojo mi mochila. Me despido de Leo con una sonrisa nerviosa y camino rápido hacia el coche. Cuando cierro la puerta a mi lado suspiro. Nick me mira intentando comprender, va a decirme algo, pero al ver la primera lágrima en mi mejilla saca un paquete de pañuelos de la guantera y me los ofrece.
El camino es silencioso. Vamos despacio mientras moqueo. Al llegar al aparcamiento de casa se lo pido.
– Quítamelo – le suplico. Me mira al principio sin entender, sin embargo, rápidamente levanta mi manga y empieza a quitarme la prótesis. Cuando la tiene en la mano la deja sobre su regazo. Le miro por su silencio. – Érick me prefiere con dos brazos.
– No creo que eso sea cierto – susurra levantando la prótesis y dejándola en los asientos traseros del coche. – A Érick le importa muy poco si tienes dos brazos o tienes uno. Incluso le daría igual que tuvieras un cuerno de unicornio en la frente – dice mientras apoya su dedo entre mis ojos. – ¿Qué ha pasado? ¿Tienes ganas de hablarlo?
Niego con la cabeza. – No es algo muy importante.
– Lo suficiente para que te marcharas de la biblioteca sin decir ni una palabra.
Frunzo el ceño. ¿Cómo sabe eso? Le miro interrogante y él parece darse cuenta de su error porque lleva las manos a sus labios deseando no haber dicho esas palabras.
– ¿Has hablado con Érick? – es mi primera y una de las pocas ideas que me surgen de como se ha enterado. -- ¿Con Leo?
– Ayer me crucé con Rodrigo – me dice derrotado. – Me paro y me preguntó por ti. Me lo contó todo.
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MI PRINCESA PERFECTA
Teen Fiction- Soy un monstruo - dice abrazándome. - Te he asustado, no debería haberte empujado. - Estabas en pleno ataque de ira - le digo compresivamente. - Solo me he asustado, no ha pasado nada Érick. - Estoy roto, Amanda - dice mirándome. - Muy roto. - Y...