– No llores... – dice Clara mientras se acerca a nosotros y nos abraza. – ¿Estás mejor? – me pregunta después de unos segundos abrazándonos. – Mamá dice que un abrazo puede curar las heridas del corazón.
Sonrío a la niña mientras me quito los restos de mis lagrimas que han caído por mis mejillas.
– Si, ya estoy mejor – le contesto.
– Clara, Leo está buscando a Amanda, ¿puedes ir a buscarle y decirle que ya la he encontrado? – le manda su hermano a la pequeña.
– ¿Y puedo coger un regaliz si se lo digo? – pregunta la niña ilusionada.
– Si, pero solo uno – advierte su hermano. La niña besa la mejilla de su hermano y sale corriendo por la puerta, pero aparece dos segundos después y deja un beso en mi mejilla; después de eso sale corriendo, pero esta vez no vuelve. – ¿Estás bien? – me pregunta Érick que aún sigue a mi lado. – Dime la verdad – me dice el antes de que empiece a hablar.
– Yo... lo siento mucho no quería armar tanto alboroto – esquivo su pregunta.
– Eso me da igual, respóndeme – pide.
– La última vez que fui a casa de un compañero me dijo que por suerte no me quemaba dentro de la casa... – explico sin saber el porqué. Érick me hace sentir segura y escuchada, me hace poder abrirme a él sin problemas. – Cuando viniste pensé que estarías enfadado por andar en tu casa.
– Escúchame, puedes andar por mi casa todo lo que quieras – me dice con una sonrisa. – Si quieres puedes venir a las cinco de la mañana a andar por aquí, da igual.
Asiento, satisfecha con su respuesta. Érick se levanta del suelo y me tiende una mano, ofreciéndome ayuda. Acepto su gesto y me ayuda a ponerme en pie.
– Vamos a buscar a Leo – caminamos hacia la puerta. – Seguramente él y mi hermana se estén comiendo todos los regalices.
El Érick del instituto y el Érick que tengo delante son un poco diferentes. En el instituto no suele sonreír, hablar o tener mucho contacto físico con las personas, excepto con Leo y extrañamente conmigo. El Érick que tengo ahora delante de mí, no se molesta en enseñar su sonrisa.
– ¡Amanda! – me saluda Leo con un regaliz en la mano cuando nos ve pasar por la puerta del salón. Él y la pequeña Clara están sentados en los grandes sofás blancos que están alrededor de una chimenea.
– ¿Cuántos regalices os habéis comido? – pregunta Érick, sobre todo mirando a su hermana.
– Muy pocos te lo prometo – dice la niña. – Me voy a jugar, las princesas van a tener una fiesta. No estáis invitados. Solo ella – dice señalándome con su dedo. – Adiós – baja de un salto del sofá y corre a su habitación.
– Bueno empecemos el trabajo – dice Leo. – ¡Quiero hacerlo de Napoleón Bonaparte, el inventor del submarino! – grita mientras avanza hasta el despacho donde haremos el trabajo.
Érick y yo suspiramos y negamos con la cabeza, por la petición del chico.
– Va a ser una tarde larga – dice Érick. – Quitarle una idean entre ceja y ceja es muy difícil.
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Tardamos dos horas en hacer la mitad del trabajo. La primera media hora solamente Érick y yo intentamos explicarle a Leo que Napoleón no es el inventor del submarino, sino que fue un militar francés.
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MI PRINCESA PERFECTA
Novela Juvenil- Soy un monstruo - dice abrazándome. - Te he asustado, no debería haberte empujado. - Estabas en pleno ataque de ira - le digo compresivamente. - Solo me he asustado, no ha pasado nada Érick. - Estoy roto, Amanda - dice mirándome. - Muy roto. - Y...