CAPÍTULO 32

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Cuando se separan solo se miran, una y otra vez. Los demás también los miramos, expectantes por lo que va a ocurrir a continuación. Ambos abren y cierran la boca como peces, aun así, parece que se entienden porque Leo entrelaza los dedos con los de ella y la arrastra fuera del local. Lo que quedamos simplemente nos miramos los unos a los otros.

– ¿Quién tenía razón, Dariito? – pregunta Gabriel sentándose en la mesa con nosotros. – Te dije que a Nessy le molaba Leo.

– Eso no lo sabes, puede que no le haya apartado porque se ha sorprendido – intenta Darío.

– No, está sorprendida, pero no le hubiese apartado en cualquier otra situación – me meto en la conversación de los chicos, para darles un poco de luz al asunto, quienes giran su cabeza simultáneamente hacia mí.

– ¿Tú sabes si a Nessy le mola Leo? – pregunta Darío buscando respuestas, su lado científico siempre busca respuestas.

Me encojo de hombros sin que mis labios den información, pero el gesto habla por sí solo, no hace falta aclarar algo más. Rodri, quien todavía no se había sentado trae unas botellas de cerveza, dejándome a mí la única con limón. Las va abriendo cuando saca un abridor de su bolsillo derecho del pantalón. Con cuidado bebo un poco. Ninguno sabe que decir a continuación, pero el silencio es agradable. Seguimos en silencio hasta que la mayoría de nosotros hemos bebido la mitad de la botella.

– Hoy voy a una fiesta – dice Rodrigo mientras mira los posos de su bebida – ¿Alguno quiere venir?

Niego con la cabeza. Érick también rechaza su oferta, pero Darío le pregunta si puede llevar a alguien, cosa que nos llama mucho la atención.

– Es una compañera de clase – explica – Me ha tocado hacer un proyecto con ella y me preguntó que hacía hoy por la noche, que si tenía algún plan. Puedo llamarla y preguntar, por si quiere venir.

Darío, al igual que yo, lo de las amistades no es lo nuestro. Ambos hemos sido rechazados continuamente, hasta que en su caso apareció Nessy y en el mío Érick y Leo. En una de las muchas charlas que tuvimos me comentó el bullying que sufría y como le llegaron a pegar.

– ¿Nessy no te obligó a ponerte con ella? – pregunta Gabri extrañado. – Suele hacerlo – afirma seguro.

– Es una optativa, no va conmigo.

Su escasa respuesta hace que no preguntemos mucho más sobre el tema de clases, pero Gabri sigue dándole vueltas a lo de invitar a alguien.

– Tráela – invita – yo también iré, seguro que lo pasamos bien.

– Ahora me estoy planteando en no avisarla – contesta Darío en tono serio sacando el teléfono. – Ya está – dice después de avisarla – cuando conteste os digo algo. Me voy a casa, me tengo que duchar.

Dos "yo también" surgen en cuanto se levanta el primero, y un "¿podéis terminar de recoger?" también resuena entre nosotros. Érick y yo asentimos sin otra opción, ya casi están fuera del local.

– ¡Nos vemos! – se despiden al salir.

Para mi sorpresa en silencio que hay entre nosotros no es del todo incómodo, pero tampoco es el más agradable. Mientras que yo me dedico a limpiar la mesa, Érick termina de guardar los instrumentos y el cableado. Llevo las botellas a la barra de dos en dos, y las dejos en la caja de botellas utilizadas. Cuando no queda ninguna en la mesa que hemos estado sentados llevo una bayeta para pasarla por la superficie plana de madera. Cuando termino de hacerlo todo me acerco a Érick a preguntar si necesita ayuda. No me hace hacer mucho, solo mover los instrumentos, ya en su funda a un pequeño cuarto que solo tiene una miserable bombilla que brilla muy poco. Dejar un bajo con una sola mano es complicado, pero lo consigo, cuando quiero hacer lo mismo con la guitarra, me cuesta más que se quede quieta y cuando intento frenarla choco de espaldas contra Érick, quien lleva algo en las manos. No sé qué es, pero oigo el ruido, y justo después del golpe un portazo. Ambos nos giramos hacia la puerta. Érick solo necesita un paso para estar a centímetros de la puerta y agarrar el pomo. Lo mueve varias veces, pero no consigue nada. Me acerco yo para probar, Érick se aparta cuando llego. Intento abrir la puerta, pero no cede.

MI PRINCESA PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora