– Buenos días – digo sentándome en nuestra mesa de clase.
– Morena – dice Leo saludándome.
– Buenos días – me responde con un amago de sonrisa Érick.
Han pasado un par de días desde que fui a casa de Érick para hacer el trabajo, al día siguiente decidimos terminarlo en la biblioteca, ya que los padres de Érick estaban en casa y nadie quería molestarlos, eso fue lo que me dijeron, pero la verdad es que cuando dijo que sus padres estarían en casa mi cara se transformó. Me puse pálida y no reaccionaba, no me siento bien con personas a mi alrededor, mucho menos con adultos. Dicen tener la experiencia para poder ayudarte, y eso molesta bastante. Pero conocer a la familia de Érick era para mi algo muy rápido, no tenemos una relación amorosa, y dudo que la tengamos, ¿Quién quiere tener a una novia manca?, pero conocer a la familia de tus amigos es algo mas íntimo, o por lo menos para mí.
– ¿Creéis que la de historia nos ponga buena nota? – pregunta Leo de repente.
– Lo hicimos bien – contesto. – Aprobar seguro que aprobamos.
Leo solo asiente y no dice nada mas en lo que queda de mañana, cosa que es muy rara, suele hablar en todas las clases. Miro a Érick por si sabe algo, pero está igual que yo, solo se encoge de hombros y mira preocupado a Leo.
Cuando terminan las primeras clases y es hora del recreo, caminamos hasta el mismo patio interior que estuvimos el primer día.
– Van a operar a mi gato – dice Leo cuando ya estamos sentados en el césped a la hora del patio.
– ¿Qué le pasa al gordo ese? – dice su amigo; aun que llame así a su gato se preocupa por él y por su amigo.
– Le han detectado un bulto extraño, el veterinario dice que es mejor operarle – dice el cabizbajo. – Mi gato, Manchita, es muy importante para mí – me explica Leo. – Cuando era pequeño tenía mucho pánico a los gatos, entre otras cosas, y cuando me daban miedo las cosas me paralizaba, al principio era normal. Un día casi me corto un dedo por eso, así que el psicólogo decidió que mi controlaba mis miedos no tendría accidentes. Adoptamos un gatito chiquitito y me ayudó a controlar mis miedos – confiesa. – No estoy preparado para perderlo – se muerde el labio intentando no llorar. – Te cuento esto porque confío en ti Amanda.
– Todo saldrá bien – le digo intentando animarle. – No te preocupes puedes confiar en mí, no voy a contárselo a nadie.
– ¿Cuándo le operan? ¿Sabes fecha? – pregunta Érick.
– La semana que viene, el miércoles – dice un poco entrecortado. – No vendré a clase ese día. Así que... ¿morena, podrías explicarme lo que explique nos profesores? – me pregunta. – Se lo pediría a este idiota, pero tampoco se entera de nada en clase – dice señalando a su amigo, nuestro amigo...
En solo unos segundos el Leo triste ha desparecido y el alegre y parlanchín que hace bromas en todo momento ha vuelto.
La hora para volver a clase llega y nos levantamos del césped, recojo los diferentes envoltorios de nuestros almuerzos y me dirijo a la papelera para tirarlos. Al darme la vuelta me encuentro a un par de amigos abrazados.
– Ven aquí, morena – dice Leo invitándome a unirme a su abrazo. Me acerco despacio bajo la atenta mirada de ambos chicos que ahora solo tienen su brazo sobre los hombros del otro. Érick es el primero en abrazarme pasando su otro brazo por mi espalda baja. Leo al contario me pasa un brazo por encima de los hombros. Y por primera vez en mi vida, estoy participando en un abrazo grupal.
– ¡Bueno, se acabó el sentimentalismo! ¡Ya hemos tenido bastante! – dice Leo. – Porque si seguimos así, Érick va a dejar de ser el frio y borde del curso y nuestra querida Amanda llorará – dice sonriente, no a malas, sino como algo cómico. Ambos nos reímos por como nos ha descrito y negamos alegremente con la cabeza.
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– Se ha decidido a última hora – dice el profesor de biología, asignatura que detesto, cuando nos cuenta la noticia. – La excursión al bosque será el miércoles de la semana que viene, es obligatoria su asistencia a no ser que sea algo de causa mayor.
En cuanto el profesor anuncio la excursión mis huesos se helaron, y podría decirse que se ultra-helaron cuando dijo que la asistencia es obligatoria.
– Déjame acompañarte a la operación de Manchita – susurra Érick a su amigo intentando no ir a la excursión.
– Lamento decirte que el veterinario casi no me deja a mi esperar en la sala de espera, como para que venas tu – dice con burla, aunque todo lo que dice es verdad.
Su amigo suspira al no tener una excusa "de causa mayor" para evitar la excursión.
– Se hará un trabajo teórico y en grupo una vez se saquen las fotos y demos mas temario para completar todas las preguntas que os voy a dar – saca un taco de folios de su mochila y va uno a uno repartiendo el papel, donde imagino que están las preguntas.
– ¿Podemos hacer el proyecto en grupo? – pregunta Inés, la amiga de Jesica, porque, sí, para mi desgracia Jesica va a mi clase. Está sentada con sus amigas en una de las mesas mas cercanas de la pizarra, cosa que agradezco, entre más metros haya entre nosotras, mejor.
El profesor parece pensarlo, pero acaba asintiendo, dándonos permiso para hacerlo en grupo.
– Si, se hará en grupo – dice. – Los grupos serán formados por los integrantes que hay en cada mesa.
Algo dentro de mi se alivia al oír eso; por lo menos estaré con alguien a quien conozco y me trate bien.
El profesor llega a nuestra mesa con los últimos tres papeles en su mano. Antes de que vuelva cerca de la pizarra para seguir explicando la excursión, Leo le cuenta que él no podrá asistir.
– Si no voy, ¿Qué debería hacer? – pregunta dando por hecho que no va a ir; la causa de ese hecho no lo dice.
– Habla con tus compañeros, si acceden a hacer el trabajo grupal contigo, perfecto, pero si deciden que lo haces tu solo; tendrás que buscar las muestras y resolver las preguntas por tu cuenta. – le explica el profesor. Leo asiente diciendo que lo ha entendido todo. –¡Silencio! – grita volviendo a la parte delantera de la clase callando a todos los alumnos que hablan entre ellos.
-Chicos... – empieza a decir nuestro amigo. Nos mira con carita de niño bueno y hace pucheros.
– ¿De verdad crees que tienes que preguntar? – dice Érick dándole un suave empujón en el hombro. – Claro que harás el trabajo con nosotros. Si a Amanda no le molesta... – añade esto último mirándome a mí.
– No vamos a dejarte solo – mi frase tiene doble sentido y afortunadamente los dos chicos lo entienden, en ambos sentidos.
– Esta excursión se ha hecho más años – empieza la voz de Jesica a hablar. – Me han contado que se puede llevar bañador para bañarse en el lago, nosotros también podemos ¿Verdad? – pregunta, aunque mas bien afirma.
– Sí, – dice el profesor. – se puede llevar bañador para bañarse en el lago una vez que la parte practica del proyecto esté terminada – La clase llega a su fin, antes de que todos nos levantemos, añade. – Lo único obligatorio sobre la vestimenta es la camiseta de educación física, el resto podéis ir como queráis, pero recordar, vais al campo – En ese momento todos se levantan y se van, las clases han terminado.
Hago lo mismo que mis otros compañeros. Guardo la hoja donde hay preguntas sobre el trabajo en mi mochila para después colgármela en el hombro.
– Hasta mañana chicos – me despido de mis amigos que discuten en voz baja sobre cualquier cosa.
– ¡Nos vemos! – grita Leo y Érick me regala una sonrisa, no puedo evitar devolvérsela.
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MI PRINCESA PERFECTA
Teen Fiction- Soy un monstruo - dice abrazándome. - Te he asustado, no debería haberte empujado. - Estabas en pleno ataque de ira - le digo compresivamente. - Solo me he asustado, no ha pasado nada Érick. - Estoy roto, Amanda - dice mirándome. - Muy roto. - Y...