CAPÍTULO 26

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Llevo mirando el techo desde que me desperté. Mi madre sigue acostada a mi lado durmiendo a pierna suelta. Me giro a mirarla, pero solo puedo verla la espalda y sus pelos revueltos. Vuelvo a mirar al techo recordando todo lo que hablamos ayer. Siempre he deseado que ella vuelva a ser la madre que necesitaba. Nunca maginé que se hiciera realidad, puede que los deseos de Navidad si se cumplan.

– Buenos días – oigo a mi madre girarse a mirarme. Verla al natural me hace ver lo guapa que es; la edad apenas se le nota y su sonrisa brillante por la mañana hace que te levantes con ganas de comerte el mundo. Ya sé porque mi padre se enamoró de ella. – Feliz Navidad.

Hoy es 24 de diciembre, nochebuena, y nuestra situación familiar ha cambiado drásticamente. Mamá y yo estamos intentando volver a una relación de madre-hija, mi hermano está enfadado con papá y conmigo, y mi relación con mi padre sigue igual, ¿no? Mamá dijo que hoy cenaban con nosotros.

– Feliz Navidad – contesto a mi madre con la misma sonrisa que hederé de ella. Deja un beso en mi frente y se sienta en la cama.

– Voy a ir a ver cómo está tu padre, sigue siendo una tortura levantarlo por las mañanas – dice riéndose un poco mientras se pone de pie. – Ahora bajamos a desayunar.

Sale por la puerta de mi habitación llevándose las tazas que ni me acordaban que estaban en el baño. Suspiro otra vez. El sonido de una nueva notificación en mi teléfono hace que alargue el brazo hasta la mesilla para cogerlo.

Leo es quien me escribe. "Feliz Navidad, morenaaa" sonrío al ver el mensaje de mi amigo. "Ya me compraste un regalo?" pregunta en otro mensaje. "No, todavía no. Que quieres?" su respuesta llega en breves segundos. "Lingotes de oro" una carcajada se me escapa al leer el mensaje. Dentro de mi cabeza escucho como Leo diría estas palabras. "No prefieres un unicornio?" le pregunto siguiéndole la broma. "Si me lo ofrecessss..."

"Qué tal?" su pregunta me hace tensarme. Pregunta por lo de ayer. No le respondo, no soy capaz, solo miro la pantalla. Leo parece que se ha cansado de esperar mi respuesta y en la pantalla aparece una llamada entrante de mi amigo.

– ¿Te vas a alejar de nosotros? – es lo primero que pregunta según le cojo la llamada.

– ¿Por qué lo haría? – pregunto – Leo, sé dónde me metía. Mi hermano y el chico que me gusta se estaban pegando puñetazos en medio de un bar el día antes de nochebuena. Estaba atemorizada cuando sentí el empujón de Érick, necesitaba y necesito tiempo.

– Amanda... – intenta hablar Leo.

– Lo sé, sé que no quería hacerme daño, pero tienes que entenderme es muy difícil olvidar, y todo lo que me hacían mis compañeros lo tengo guardado en mi mente. Érick es mi seguridad y sentí que ya no lo era. Me volví a sentir la patética niña que era hace unos años que creía que se merecía que la empujasen por las escaleras.

Son segundos que escuchamos la respiración del otro.

– ¿Chico que te gusta? – pregunta cambiando el tono de voz a uno más pícaro. Bufo, creí que no se había quedado con ello. – A mí también me gusta alguien – dice como si yo fuera ciega y no veo las miraditas.

– Ya, te gusta Nessy – digo como si dijera que hoy hace sol. Oigo como se le cae a Leo el teléfono y después una serie de maullidos. – Hola manchita – saludo al gato, parece entenderme porque vuelve a maullar.

– ¿Cómo lo sabes? – vuelve la voz de mi amigo. – Solo lo sabían los chicos. ¿No te lo han dicho, verdad que no? – pregunta con temor a que le hayan defraudado contando sus secretos.

– No, nadie me lo ha dicho, pero es que eres muy obvio – le digo simplemente. Siento un déjà vu en esta conversación.

– ¿Ella te ha dicho algo? – pregunta esperanzado.

MI PRINCESA PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora