CAPÍTULO 15

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– Te quiero vestida decentemente antes de las seis – ordena mi madre asomándose un poco por la puerta. Antes de poder replicar o preguntar para qué desaparece por el pasillo; lo último que oigo son sus tacones chocando contra el suelo.

Miro la hora, todavía tengo ciento ochenta minutos para estar lista.

Vuelvo a mirar a la pantalla de mi ordenador. Solo tengo tres movimientos para hacer jaque mate y ganar la partida de ajedrez que juego contra el ordenador. Antes solía jugar con mi hermano, pero cuando se fue a estudiar a la universidad tuve que buscar otra manera para entretenerme. Los primeros meses mi padre jugó conmigo, pero llegado un momento se cansó de jugar. Nunca supe que les dice a mis padres, pero ojalá pueda cambiarlo.

Cuando el juego estaba cargando para empezar la partida se me vino a la mente una loca idea que, en el futuro, Leo, Érick, Vanesa o cualquiera de ellos quisieran jugar conmigo; todavía no tengo el valor de preguntarles si quieren hacerlo.

La musiquita de triunfo y unas letras grandes donde se lee "WINNER" me hacen sonreír. He ganado, otra vez.

Me levanto de mi silla de escritorio después de apagar el ordenador y camino hasta mi gran vestidor. Rebusco entre todos mis vestidos uno que, como dice a mi madre: "sea decente".

Elijo uno de manga larga, es color azul y en la cintura lleva un pequeño cinturón plateado. Vuelvo a mi habitación para dejar el vestido sobre la cama sin arrugarlo. Antes de ducharme entro en el vestidor de nuevo, ya que todo en una sola mano es difícil de llevarlo y más aún si no quiero arrugarlo. Del zapatero saco unas manoletinas plateadas que son iguales que el cinturón y por último sacó la ropa interior de algodón y sin gracia.

Me ducho tan rápido como puedo. Lavar el pelo con una sola mano es algo difícil. Al salir ignoro mi reflejo y deslizó el vestido azul pasándomelo por los hombros y colocarlo en su sitio.

Gracias al calor que hace y los pocos segundos que he utilizado el secador mi pelo solo queda un poco húmedo y con los rizos en su sitio. Me pongo la diadema, para evitar que mechones de pelo me molesten.

Miro el reloj, justo a tiempo. Bajo a la entrada con mi teléfono en la mano; no hay nadie. Me entretengo leyendo los mensajes del grupo dónde están los amigos de... donde están mis amigos. Aún soy incapaz de creerlo, que haya gente que no es de mi familia de sangre que se preocupe por mí, me haga reír y me pregunta cómo estoy. Una mano con unas uñas perfectamente pintadas me arrebata el móvil sin poder terminar de leer la conversación.

– Es de mala educación usa esto dónde vamos – dice mi madre bloqueando la pantalla y guardándolo en el cajón que tiene a su lado.

"¡Oh no!" pienso adivinando a dónde vamos. Podríamos llamarlo reunión fiestera, porque ninguna de esas palabras por separado puede definirlo. Vamos a una gran mansión donde una familia rica alardea de casa, invitados, trabajadores, familia... solo buscan un motivo para mostrar que es lo que tienen mientras que los demás no y para beber champagne.

El trayecto a la casa es silencioso, vamos los tres en la parte trasera del coche. Es parecido a una limusina, pero un poco más pequeño. Si por mi fuera estaría sentada en el asiento del copiloto, hablando alegremente con Roberto. Pero eso no ocurre por dos razones:

La primera es para no causarle problemas con mis padres. Él es un empleado, por mucho tiempo que lleve siempre lo será, y no debo juntarme con los empleados. Y el segundo motivo es por el hecho que no está. Tiene cita médica y ha pedido faltar un par de horas, y justo en este momento es su cita.

Miro por la ventana. Nunca había venido a esta mansión. No tengo la mínima idea de con quién se han estado juntando mis padres, no suelen hablar mucho y menos de sus amigos, estos sin duda son amigos nuevos.

MI PRINCESA PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora