Bajo lentamente las escaleras para enfrentarme cara a cara con Érick. ¿Qué le voy a decir? Cuando quiero haber pensado lo que iba a decir me encuentro frente a Érick. Veo como duda en si acercarse o no, pero no lo hace solo me mira esperando que haga algo. Por los nervios solo hago una pequeña sonrisa. Cristina, que es quien le ha recibido ve mi incomodidad en este momento y decide actuar invitándonos a merendar un batido de fresa. Ella desaparece diciendo que la esperemos en el salón y que no tardará mucho en prepararlo. Ambos caminamos en silencio, un silencio muy incómodo para ambos. Creo que él se da cuenta de ello, por lo que se sienta en un sofá enfrente de mí mirándome, debatiendo si debía o no debía haber venido, y que es lo que tiene que hacer en este momento.
No soy capaz de mirarle a los ojos por más de trece segundos, lo sé porque lo acabo de contar para entretener mi mente tal como hizo Olga. Cristina reaparece con dos vasos altos llenos de batido de fresa, me gusta más el de chocolate, aunque los de fresa son su especialidad. Deja el salón tras mirarnos a los dos.
– ¿Cómo estás? – pregunta Érick. Creo que tampoco sabe que preguntarme por lo que lo hace así.
– Estoy bien – le digo dejando el batido en la mesa otra vez después de beber un poco. Creo que Érick puede leer un poco más en mi cara que no le hace estar conforme con mi respuesta.
– Hoy faltaste a clase – solo asiento encogiéndome de hombros ¿Qué le digo? ¿Qué me crucé con Sebastián y me estuvo manoseando? Creo que sería un mal comienzo para nuestra no-relación. – ¿Por qué? – su pregunta me pilla distraída. Parpadeo intentando ubicarme, es como si me hubiese ido a otro planeta.
– No me encontraba bien – intenté tranquilizarlo con una mentira, no tan falsa. ¿Cómo reaccionará si se lo cuento? ¿Podría tener un ataque de ira?
Asiente muy convencido, creo que esta vez lo he logrado. Bebe un poco de su batido y yo le imito para no tener que decir nada más, sin embargo, su siguiente pregunta hace que casi escupa todo.
–¿Vas a dejar de mentirme? – su mirada no se aparta de mí, observando como reacciono. Verlo hablar tan serio me recuerda a cómo actúa delante de las personas que no son de confianza. Él siempre ha estado conmigo de una manera más amable y con intentos de sonrisa; ahora veo lo que ven los demás. No hay bromas ni confianza. Yo no le tengo miedo, sé cómo es, pero si me cruzase con él sin conocerle no dudaría que podría pegarme un puñetazo y bastante fuerte.
– ¿Por qué crees que te miento? – esquivo su pregunta.
– Amanda – su tono suena a advertencia. Sabe algo, y yo sé que lo sabe. Sabe que le estoy ocultando algo y bastante importante. Aparto mi mirada hacia el suelo. – Princesa, mírame, por favor – pide, pero no lo hago, sigo con mi mirada fija en el suelo con pequeñas lágrimas. Oigo como se levanta y se acuclilla delante de mí. Estira su mano para tocarme, pero milímetros antes de que lo haga me aparto bruscamente levantándome y dando unos pasos hacia atrás. Ahora sí que nos miramos. Érick sigue en el suelo con el ceño fruncido mientras que yo le miro con pánico. ¿Qué me pasa?
Al no encontrar respuesta a la pregunta me altero más de lo que ya estoy. No veo otra opción, me doy la vuelta y corro a mi habitación para cubrirme con mis sábanas, como hice ayer.
– Solo es Érick – me digo a mí misma mientras me envuelvo un poco más entre las mantas. – Es Érick.
Unos toques en la puerta cerrada de mi habitación hacen que deje de culparme por salir corriendo de Érick. Érick. La personificación de protección para mí.
– Amanda – es la voz de mi padre. ¿Qué hace aquí? – Amanda, ¿Qué ha pasado? ¿Tengo que sacar al mocoso ese de mi casa? ¿No te ha hecho nada? – el silencio es lo único que recibe de respuesta – Amanda quiero pasar, ¿me dejas? Solo yo.
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MI PRINCESA PERFECTA
Novela Juvenil- Soy un monstruo - dice abrazándome. - Te he asustado, no debería haberte empujado. - Estabas en pleno ataque de ira - le digo compresivamente. - Solo me he asustado, no ha pasado nada Érick. - Estoy roto, Amanda - dice mirándome. - Muy roto. - Y...