CAPÍTULO 10

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La ambulancia llegó quince minutos después, como le dijeron antes al profesor de biología. Examinan a Sebastián y a sus amigos, quienes tienen algún corte superficial y un ojo morado. Los técnicos sanitarios intentan acercarse a Érick, pero niega con la cabeza y argumenta un "No es nada, estoy bien" mientras me sigue acariciando el pelo.

Laura, mi tutora, tras oír la historia no ha dicho nada, solo me mira con lástima e impide que me separen de Érick, al cual todavía estoy abrazada.

Otro coche, esta vez con las sirenas azules llega a nosotros. Dos policías uniformados bajan del coche examinado todo con su mirada. La policía con una coleta rubia muy larga se acerca a mi profesora, mientras que el otro policía pregunta a los técnicos de la ambulancia sobre lo sucedido. Ambos llegan a una conclusión. Érick ha pegado a Sebastián.

– Chico – saluda el policía que ha dejado de hablar con los paramédicos. Saca las esposas de su funda y juguetea con ellas entre sus manos. – Sabes que tengo que hacerlo.

El agarre de Érick va siendo más flojo a la par que va separándose de mi para juntar sus manos a la espalda. Oigo como esposan a Érick y en ese momento el pánico me llena por completo.

– No, no, no – digo en un susurro pegándome más a él para impedir que nos separen. Érick al ver mi reacción y no poder abrazarme coloca su barbilla en mi cabeza, reconfortándome con tal acto.

– Señorita – dice el policía. – Tengo que llevármelo, necesito que lo suelte. – añade. Me pego más a Érick mientras sigo susurrando pequeños "no". – No me gustaría usar la fuerza. – advierte el hombre que solamente hace su trabajo. Antes de que empiecen a separar bruscamente a Érick de mí la voz de la mujer rubia interrumpe.

– Para – dice a su compañero. Se acerca lentamente a nosotros quedándose a un metro de ambos. – ¿Cómo te llamas? – me pregunta amablemente la mujer.

Dudo unos segundos, pero es la policía, podría estar en un gran problema si no les hago caso.

– Amanda – respondo mirándola, esperando su próxima acción.

– He estado hablando con tu tutora – empieza a explicar. – Me ha dicho que ese compañero llamado Sebastián ha hecho algo que no se debe. – Me mira esperando una respuesta, pero solo soy capaz de asentir. – también sé que tu amigo, Érick, ha impedido que sea algo más grave – con esas palabras las lágrimas salen. Bajan paulatinamente por mis mejillas y no hago nada para quitarlas ya que eso posiblemente me alejará de Érick al soltar mi único agarre. Tal vez en este momento es en el que más deseo tener los dos brazos completamente para abrazarle y no soltarle. – No voy a separarte de tu amigo, quiero que vengáis los dos a comisaria – hace una señal a su compañero. Las manos de Érick vuelven a rodearme. Esa señal era para que soltaran a Érick. – ¿Me vais a acompañar? – pregunta tranquila. Érick murmura un pequeño "sin problemas" y yo solo asiento. – Vale, recoged vuestras cosas.

Érick me abraza por los hombros y vamos hacia nuestras mochilas. Recogemos todo y solo nos separamos un segundo para meter la manta del suelo a la mochila, pero luego vuelve a pasarme su brazo por los hombros.

– Ya está – dice Érick. Vemos como suben a Sebastián y sus amigos a la ambulancia y se van haciendo sonar las sirenas color naranja. La pareja de policías habla entre ellos poniéndose de acuerdo en algo.

– Subid al coche – dice la mujer abriendo la puerta trasera del coche. Érick y yo subimos sin decir nada. Y en vez de colocarnos cada uno en un extremo del coche y me siento en el centro, pegándome a Érick, quien pasa su brazo por mis hombros. De vez en cuando me susurra algunas palabras de aliento y me besa el nacimiento del pelo. Los agentes también suben en silencio. El hombre arranca el coche y empieza a conducir directos a comisaria. Mientras la mujer se pone el cinturón y empieza a revolver un par de cosas en la guantera.

En el viaje camino a comisaria solo se oye la radio con la que se ponen en contacto todos los policías patrulla y el viento cochando contra el vehículo.

El coche aparca en una de las tantas plazas que hay frente a comisaria para los coches patrulla. La gente va y viene. Un chico un poco más mayor que nosotros entra esposado, mientras que una niña pequeña sale abrazada de quien debe ser su madre. Ambos agentes salen del coche y saludan con la mano a varios compañeros que pasan cerca. La mujer rubia, que por lo que he deducido es la que más manda en comparación con el otro.

– Chicos – dice una vez que estamos fuera del coche. – Ahora os tenéis que separar. Tú, Érick, iras con mi compañero, te tomarán declaración sobre lo que ha pasado. Y tú – dice mirándome – vas a venir conmigo. Te prometo que de aquí no os vais a ir separados – miro a Érick que asiente levemente y me regala una mueca, pero él y yo sabemos que es una sonrisa oculta.

El otro policía que nos acompañaba vuelve a esposar a Érick, seguramente les obliga a llevar a los detenidos esposados dentro del edificio. Empiezan a caminar hasta que no puedo verlos ya que han entrado por las grandes puertas.

– Yo no te voy a esposar – me dice la rubia. – Tu no has hecho nada malo.

– Érick tampoco – defiendo a mi amigo.

– Lo sé, pero se supone que es el malo de la película, y hasta que no se demuestre lo contario, sigue siendo el malo – mi cuerpo se tensa al escuchar eso. ¿No van a sacarlo de aquí? Entro unos segundos en pánico. Érick no se merece estar aquí por algo que no ha hecho. Ha pegado a Sebastián, pero porque me estaba manoseando. La mujer parece darse cuenta del efecto que han hecho sus palabras en mí. – Yo sé que no es el malo y de eso quiero hablar – me mira seriamente. – Vamos – me invita a caminar hacia comisaria.

Vamos despacio, paso a paso.

Cuando entramos al edificio me sorprende lo luminoso que es por dentro. Nunca había estado aquí, es bonito. Caminamos hasta un ascensor, donde la mujer rubia pulsa el botón para ir a la segunda planta. Una vez allí entramos a una habitación con varios sillones, una mesa de centro con unas revistas de todo tipo encima de ella, una máquina para hacer café y una televisión apagada.

– Siéntate – dice señalándome uno de los sofás. Acatando su orden me siento en el borde del sofá marrón más cercano a mí. – ¿Quieres algo de beber? – pregunta amable con una sonrisa. Niego con mi cabeza y esa es la señal para hacerla sentarse. –Tu profe me ha dicho lo que ha pasado, pero necesito que me lo digas tú – al ver que me quedo en silencio, dice algo que inmediatamente hace que quiera hablar. – Ayudará a Érick.

– Era una excursión del instituto. Íbamos al bosque a recoger muestras. Cuando terminamos de hacerlo todos se fueron a bañar, pero yo no y Érick tampoco – resumo un poco la situación. – Estábamos Érick y yo hablando cuando Sebastián se acercó – recordar la escena hace que sienta algo dentro de mí que aprieta tanto mis pulmones que me impiden respirar. – Lo demás paso muy rápido – me quedo en silencio, no estoy preparada para decir esto en voz alta.

– Necesito saber lo que pasó, Amanda – dice tiernamente la policía. Niego con la cabeza. No, no puedo. – Te voy a contar una historia, ¿vale? – asiento paulatinamente.

Érase una vez...

MI PRINCESA PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora