La película me tiene muy enganchada, pero creo que a Érick no tanto. Su mano sigue en mi pierna, antes la movía hasta que sentí el peso de su cabeza sobre mi hombro. Al principio creí que lo había hecho aposta, cuando roncó suavemente cerca de mi oído supe que no era consciente de sus acciones. No he mirado la hora, pero Érick seguramente lleve dormido una hora, o eso imagino porque la película está terminando.
Cuando la película termina me siento extrañamente feliz, tenia un gran final. Las luces se encienden, y las pocas personas que había en la sala van saliendo por la puerta. Miro a Érick de cerca sin vergüenza alguna, ahora todos sus rasgos están relajados, parece tranquilo y cómodo, cosa que parece bastante extraña en la posición en la que está, seguramente le duela el cuello o la espalda cuando despierte. Que Érick esté apoyado en mi hombro derecho dificulta mucho la movilidad de ese brazo, además, tampoco quiero quitarlo y que se despierte bruscamente. Con mi muñoncito, como todos los doctores le llaman a mi intento fallido de brazo, le doy golpecitos suaves, o más bien le acaricio torpemente la cara. Cuando estoy en publico no me gusta moverlo, la gente lo mira como si fuera un mono de circo, y eso incomoda bastante. Algunas veces lo muevo, pero es como Érick y mostrar sentimientos, mejor en privado.
Los ojos de Érick se abren y se incorpora mirando a su alrededor intentando averiguar donde está. Sus ojos caen en mi y se sonroja.
– ¿Me dormí a la mitad de la película? – pregunta frotándose un ojo.
– No creo que llegaras despierto hasta la mitad – bromeo con él con cierta verdad en mis palabras.
– ¿Lo siento? – dice buscando las palabras. – ¿Te gustó la peli?
– Si, gracias por dejarme elegir – muerdo mi labio sintiéndome un poco tímida. Sin duda he disfrutado, hace tanto que no venía que se me había olvidado de que es ver una película en la gran pantalla. Sin embargo, que más he disfrutado ha sido el no ver la película sola. – Gracias por invitarme.
– A ti por aceptar – dice levantándose mientras se estira, incluso crujiéndose algunas vertebras de la espalda. – ¿Te apetece comer algo?
Salimos por la puerta del cine en busca de algún sitio para comer.
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– Si, todas las navidades pedimos un deseo – dice explicándome la tradición que tienen en su familia. – Cada uno pide uno, a veces los decimos en alto y otras veces nos los guardamos. ¿Tu tendrías alguno?
Suspiro. Si que tengo un deseo. Nunca se lo he dicho a nadie.
– Prométeme que será nuestro pequeño y tonto secreto – Érick asiente, abre la boca para protestar. Imagino lo que quiere decir: "no hace falta que me lo digas" pero no voy a escucharle. – Mi deseo desde pequeña ha sido entrelazar los dedos con alguien. Nunca he sabido lo que se siente.
– ¿Entrelazar los dedos? – pregunta sorprendido. Yo solo simplemente asiento. – No diré nada.
Nos levantamos del restaurante y decidimos empezar a andar hasta mi casa. Está oscureciendo, por no decir que ya está oscuro. Las farolas es la única luz que hay en las calles, pero como cada pocos metros hay una, solo son dos pequeños pasos sin luz directa. Los sonidos de la ciudad se oyen a la perfección. El tráfico de coches yendo y viniendo, grupos de jóvenes yendo de fiesta y alguna familia que ha decidido cenar sola y los niños corretean delante de sus padres.
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MI PRINCESA PERFECTA
Teen Fiction- Soy un monstruo - dice abrazándome. - Te he asustado, no debería haberte empujado. - Estabas en pleno ataque de ira - le digo compresivamente. - Solo me he asustado, no ha pasado nada Érick. - Estoy roto, Amanda - dice mirándome. - Muy roto. - Y...