~ EPÍLOGO ~ EL RITMO ÓPTIMO DEL CORAZÓN ENAMORADO

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(...) Nos quedamos la vida de cinco universos en aquella terraza romántica, existiendo, conviviendo. Fue un gran paréntesis cargado de suspiros y de tiempo, una pausa de amor en nuestra historia acelerada y tortuosa.

Volvimos a entrar al local y nos dirigimos a la primera sala para sentarnos en una de aquellas mesas que me habían enamorado para disfrutar de una velada digna de deidades.

Hablamos de ti y de mi, del tiempo que vive en los relojes y del ritmo óptimo del corazón enamorado. Hablamos de todo y de nada, qué más daba. Existíamos, tú y yo, juntas en aquel espacio etéreo del universo de luz infinita.

~ POV NATALIA ~

La tenue luz de la luna acariciaba la silueta de la ciudad dormida. Las calles quedaban en penumbra, pintadas con finos trazos discontinuos. El silencio era cálido y llenaba el ambiente con el aroma dulce de la tranquilidad. Las estrellas observaban el mapa de sueños de Madrid tímidamente, apareciendo de vez en cuando entre las nubes desdibujadas. Mi sombra me miraba desde las baldosas de la terraza. La miré con curiosidad y me recoloqué en la silla de exterior en la que estaba sentada. Hacía varias horas que me había levantado de la cama tras el intento fallido de dormir. Sencillamente, tenía demasiadas cosas dando vueltas y rebotando dentro de mi cabeza como para poder conciliar el sueño. Hacía años que no pasaba una noche entera sin dormir y, sin embargo, allí estaba, sentada en la terraza iluminada por la plateada luz de la luna gibosa menguante. Miraba la calle en silencio y me preguntaba cuánto le quedaban a las estrellas para desvanecerse ante la dorada presencia del sol emergente. Intentaba imaginar el millón de sueños que tenían los habitantes de los pisos más cercanos a mi. Mi mente divagaba por la avenida de la historia del amor, iluminada por la inmensidad del universo.

Miré hacia el interior del piso, inundado por la oscuridad. Suspiré. Ella debía estar dormida en nuestra habitación, con aquella carita de ángel que dejaba intuir la cantidad de luz que creaba su alma. Volví a mirar a la luna, cansada de ser incapaz de verla a ella. El rostro de perfil de porcelana de la luna me miró con curiosidad y sonreí, sin entender el porqué. El único ojo plateado de la luna de aquella noche me miró con cariño y recordé al instante aquello que me mantenía despierta. Aquella conversación de oro que no quería olvidar en la vida. Aquellos ojos con  esencia de miel llenos de dulzura y cariño mirándome. A mi, solo a mi. La sonrisa, su sonrisa. Aquel momento, que había sido el mejor regalo de la vida. Y, ahora, entendía el motivo que tenían los poetas para escribir sobre el amor. Toda ella era pura poesía; la mejor de las poesías.

Durante aquel momento sus labios se habían despegado para susurrar las palabras que se habían grabado en oro en mi alma:

"- ... Quiero vivir los años que me queden junto a ti. Quiero ver tu sonrisa cada día y escuchar tu risa cuando escondes tu cabeza en mi cuello. Quiero ver tus ojitos abriéndose por la mañana y ese gesto tan adorable que haces cuando la luz te molesta. Quiero que tú rompas mi rutina cada día. Hoy decido compartir mi vida contigo. Te quiero, Natalia Lacunza Sanabdón."

Y yo, con lágrimas convirtiéndome los ojos en cristal, vacié mi corazón para regalar todo lo que albergaba a esa personita que iluminaba mi mundo desde el primer instante en que su miel endulzó mi café.  No recuerdo exactamente qué le dije, solo recuerdo el final:

"- ... Yo también quiero compartir mi vida contigo, Alba Martínez Reche. Te quiero."

Miré la luna y suspiré. Ambas estábamos decididas a dar el siguiente paso y el siguiente, y todos los que hiciera falta, pero siempre cogidas de la mano. 

Y era el latido emocionado de mi corazón el que no me permitía dormir. No lograba comprender en su totalidad el motivo de mi nerviosismo. Solo sabía que no me molestaba estar expuesta a la suave brisa ni a la mirada de la luna si aquello significaba revivir pequeños momentos llenos de magia a su lado. Sonreír, suspirar. Hasta que el alba iluminase el mundo, como Alba había hecho con el mío propio.

Quería vivir, vivir mucho, a su lado. Y quería escuchar su corazón latir al ritmo óptimo del amor, ver su sonrisa de oro y descubrir su alma de luz regalándole su magia al universo.  Quería amarla y cuidarla hasta que las estrellas brillaran para siempre en nuestras miradas entrelazadas.

¿Nuestra relación solo es en OT?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora