~ XLV ~ TE LO DEMOSTRARÉ

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Me volviste a llamar más de catorce veces. No lo cogí. No tenía fuerzas para ello. Y aún así me repetía cada segundo lo mismo: "soy gilipollas, una puta imbécil". Pero es que sentía que no te merecía; joder, tu eras maravillosa y yo, yo era una puta mierda de la que todo el mundo decía que era un ser de luz, pero yo no lo veía, no veía ese ser de luz del que todo el mundo hablaba. 

Pasó más de un mes y medio, al principio contaba hasta los segundos pero pronto todo me volvía loca. Mis padres y mi hermana lo entendían, pero no podían ayudarme; tampoco yo dejaba que me ayudasen. Quería volverme loca, quería castigarme por todo lo que te había hecho, por haber construido los peores momentos de tu vida. Joder, no lo merecías. Quería que te olvidaras de mí, que me odiaras, porque yo sí que me lo merecía, me merecía todo tu odio y todo lo malo. Te creé unas expectativas, te ilusioné y después lo destrocé todo por mis miedos, por no estar preparada, por ser un desastre, por estar perdida y no saber cómo contártelo. Me dolió que no volvieras a llamar, pero también me alegré por ti, pensando que quizás yo no había significado tanto, al fin y al cabo. Lloré y me acostumbré a ello; me acostumbré a llorar todos los días hasta que dolía y gritaba de dolor. Quería llamarte, pero no podía, no me atrevía. No lo merecías. Y pensarás que qué sé yo de lo que tú merecías, pues sinceramente no lo sé, pero sé que yo no quería eso para ti, no quería joderte más. 

No tardé mucho en enterarme que habías vuelto a componer y estabas pensando en sacar single y disco. Volviste a hacer entrevistas. No las vi, no tenía fuerzas para verte. No quería ver la tristeza pintada como base en el pigmento de tus ojos oscuros, o ver tu sonrisa, verdadera o falsa, asomando por la perfección de tus labios. No podía. No me atrevía. Era una cobarde, sí. 

Yo no hice nada. Me sentía vacía, sentía que no era nadie; como si hubiese dejado de existir. Estaba en un vacío existencial tan oscuro y frío que me daba miedo. Me daba miedo no recuperarme nunca. Pero no tenía fuerzas para luchar; me estaba matando psicológicamente.   


Había pasado mucho tiempo, no sé exactamente cuanto, yo estaba perdida, dolida. Sabía que tu estarías bien, en algún lugar, sonriendo con una nueva vida empezada. En cambio, yo había dejado de vivir mis días y de dormir mis noches, todo era igual. La monotonía me carcomía y las llamadas de mi productor de música y de todos los relacionados con mi trabajo habían dejado de pitar en mis oídos. Nadie me llamaba. Mi familia me tenía como fantasma y solo a veces me miraban o me sonreían, pero ya no los veía. No hablaba con nadie, solo conmigo misma, destruyéndome con pensamientos acuchillados. Mi voz había dejado de sonar hacía tiempo y ya había olvidado por completo hasta el timbre de mi propia voz. Quería desaparecer. Me ocultaba en la oscuridad de mi habitación, esperando que algún día me comiese, pero parecía que nunca llegaba el día. Me duchaba, esperando derretirme con el agua. Pero tampoco sucedía, nunca nada cambiaba y yo me moría lentamente sin acabar nunca de morirme. Monotonía, dolorosa, pausada, inamovible; siempre igual. Segundo tras segundo, noche tras día y vuelta a empezar en aquel infierno. Hasta aquella tarde. Aquella tarde era diferente. Nada parecía cambiar, pues la mañana había sido igual que todas desde hacía meses y la tarde había empezado igual. Fue cuando el sol ya había desaparecido, cuando las cosas empezaron a cambiar. Y no, no era que mi deseo de desaparecer en la oscuridad se hubiese hecho realidad. No. Sino que pasó algo muy distinto a lo que no estaba acostumbrada. Mi teléfono volvió a sonar, despertando de nuevo el insoportable pitido en mis oídos. No sabía donde estaba, así que tardé en localizarlo. Cuando lo hube localizado, ya no sonaba. Lo observé, sin saber abrirlo; parecía que lo había olvidado todo. Sin embargo, pasaron unos minutos hasta que volvió a sonar. Tu nombre apareció en la pantalla y me debatí con mi interior en si descolgar o no. Pero lo hice, sin darme cuenta. Mis dedos parecían acordarse de cómo deslizar el "telefonillo" verde por la pantalla y acercarme el móvil a la oreja para poder escuchar el otro lado de la linea. Contuve mi respiración y tardé podo en escuchar la tuya al otro lado. Y, de pronto, como una oleada, me atravesó tu voz.

¿Nuestra relación solo es en OT?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora