Te quedaste sentada a mi lado, sin mirarme, sin hablar. Consumiendo el tiempo y llenando el poquito espacio que nos separaba de silencio. Yo seguí llorando, con la cara enterrada. Con la vaga esperanza de que en algún momento despertases y me dieses un abrazo o me dijeras algo. Solo necesitaba eso, Nat. Un abrazo, un beso, una palabra o un simple gesto me hubiese servido para dejar de llorar y lanzarme a tus brazos, deshaciéndome de aquellas dudas que me encadenaban a la fría pared del lavabo, donde yo misma me había condenado. Pero seguías allí, inmóvil.
La puerta del lavabo seguía cerrada y, a través de ella, se escuchaba el suave murmullo de nuestras compañeras, que cenaban en el comedor. No se escuchaba nada más que eso; nuestras respiraciones; los latidos de nuestros corazones, que iban a destiempo; y el tranquilo y frío sonido que provocaban mis lágrimas al impactar contra el suelo. El tiempo pasaba a nuestro alrededor, acariciándonos, llevándose consigo mi esperanza y provocándome escalofríos de tensión, incertidumbre e impaciencia. Cerraste los ojos y casi pude oír tus pestañas juntarse. Cogiste aire y pensé que ibas a soltar alguna que otra palabra, pero solo dejaste escapar aire.
Levanté la cabeza. Me había cansado de llorar. Te miré, entre la cortina cristalina que cubría mis ojos. No quería secarme las lágrimas. Tenías los ojos cerrados e ibas acelerando la respiración. Separabas y juntabas tus labios rápidamente, hasta que decidiste pararlos. Colocaste la punta de tu lengua en tu labio superior y alzaste la cabeza, aún sin abrir los ojos. Poco a poco vi como una solitaria lágrima descendía por tus pestañas y buscaba un camino por tu mejilla. Aquella simple lágrima me dejó helada. Y en mi estado de congelación, pude observar como otras lágrimas seguían a aquella primera que había decidido descender por tu rostro. Llorabas.
Llorabas por mí, entendí de golpe. Tenías miedo de que yo estuviese allí llorando porque realmente quería cortar contigo pero no sabía como decírtelo. Llorabas por miedo a perderme. Y yo esperando a que me dijeras algo; cuando era yo la que tenía que aclararte las cosas a ti. Cuando era yo la que tenía que dar explicaciones. Cuando era yo la que me había equivocado y había huido como una cobarde por miedo a mis propios sentimientos; por miedo a no entenderme ni yo misma. Y yo, en cambio, te esperaba, como si fueses tú la que tuviese que resolver aquello que yo había hecho mal. Y tú, tú solamente intentabas entenderme sin tener ni la más mínima idea de todos los pensamientos y sentimientos que me pasaban por la cabeza. Intentabas entender que me había pasado o que habías hecho mal para que quisiera dejarlo todo cuando hacía menos de dos horas habíamos estado bien. Lo intentabas pero no podías, por eso llorabas. Aunque habías intentado retener las lágrimas, no lo habías conseguido.
Ahora llorabas, quizá pensando que yo seguía llorando con la cabeza escondida, sin verte. Tu corazón se estaba desgarrando de dolor, pero tú no querías mostrarlo. Por ello te rodeabas del silencio. Fruncí el ceño. ¿Cuánto tiempo había tardado en darme cuenta de lo que estaba pasando realmente? ¿Cuánto tiempo más podía tardar antes de que todo se rompiese en mil pedazos imposibles de volver a juntar? ¿Cuánto tiempo más ibas a aguantar antes de romperte por completo y pensar que lo nuestro estaba perdido? ¿Cuánto tiempo tenía para poder aclarar las cosas y hacerte entender que todavía no me habías perdido? No lo sabía. Quizá ya estaba todo perdido. Quizá ya había consumido todo el tiempo y ya no podía hacer nada por nosotras.
Quizá. Pero no podía abandonarlo todo por un simple "quizá". Quizá estaba todo perdido, sí. Pero yo no me iba a rendir. Y menos teniéndote al lado, llorando en silencio por miedo a perderme, sin entender nada de lo que estaba sucediendo. No podía rendirme. Así que dejé atrás todas aquellas dudas que me tapaban el corazón. Te miré y, con lágrimas de culpa y disculpa en los ojos, te besé. Abriste los ojos de golpe al notar el suave contacto de mis labios sobre los tuyos. Cerré los ojos y me dejé llevar por aquellos sentimientos que despertaban en mí. Te besé apasionadamente, demostrando tanto como nunca antes había hecho.
Cuando me separé, sentí dos cosas bastante extrañas. Por un lado, sentía vacío. Vacío porque había volcado todos mis sentimientos en aquel beso y los demás los había expulsado de mi cuerpo. Y por otro lado, sentía plenitud. Sentía que volvía a estar viva y que me habías vuelto a llenar de una euforia tan profunda que me hacía querer agarrarte fuerte para no perderte. Supongo que te diste cuenta de la mezcla de sentimientos que empezaban a acoplarse a mi pecho y decidiste actuar. Me devolviste le beso. Situé mis manos en tus mejillas y nos besamos con fuerza pero, a la vez, con delicadeza.
Nos separamos y me abrazaste al instante. Nos quedamos abrazadas, ahuyentando los malos pensamientos. Solo queríamos tenernos cerca, compartir el calor de nuestros cuerpos y compartir todo aquel amor que rebosaba cada vez que estábamos juntas. Éramos novias y queríamos disfrutar de todo el tiempo que teníamos juntas. No podíamos echarlo todo a perder por unas simples dudas que ni siquiera eran un, extremadamente diminuto, puntito de oscuridad en aquel universo de constelaciones luminosas al que llamábamos amor. No podíamos dejar que aquel puntito eclipsase todo un universo iluminado. No podíamos ni íbamos a permitirlo.
Estuvimos abrazadas durante un buen rato, en silencio. Alimentándonos de nuestros sentimientos y llenándonos la una a la otra. Con infinito cariño. Hasta que tú decidiste romper aquel silencio, sin romper el abrazo y el cariño que nos unía por completo.
- Albi... - murmuraste cerca de mi oído.
Suspiré.
- Lo siento, Nat - dije sin poder evitar que las lágrimas volviesen a inundar mis ojos.
- Te quiero - fue lo único que dijiste antes de separarte de mí y volver a besarme.
Tus manos me acariciaban las mejillas, secándome las lágrimas. Nuestros labios se acariciaban, intentando curar el dolor causado en nuestros corazones. No quería separarme de ti. No quería volver a tener aquellas dudas. No quería volver a estar sin ti. No quería. Nunca más.
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¿Nuestra relación solo es en OT?
FanfictionYa se ha acabado OT2018 y Alba Reche y Natalia Lacunza se han ido con sus familias. Ninguna de las dos ha ganado, pero aún así parece que lo que pasó en la academia se queda allí. Parece que su relación ha sido solo una ilusión, una mentira televisi...