La puerta se abrió y se cerró. Alguien había entrado. Julia y yo nos separamos y nos encontramos a ti y a Sabela mirándonos, interrogantes.
- ¿Qué os pasa? - preguntaste tú, preocupada.
- Nada - dijo Julia.
Tú frunciste el ceño y no dijiste nada. Sabela nos miró, interrogante. Ambas sabíais que escondíamos algo; estaba claro. Pero ninguna preguntó nada. Fui yo la que rompí aquel incómodo silencio que parecía que se iba a volver eterno y nadie haría nada.
- Bueno, yo me voy a mi habitación. - y añadí - ¿Vale, Julita?
- Vale, cariño. - me dijo acariciándome el brazo. Ambas sonreímos y me acerqué para darle un tierno beso en la mejilla.
- Pues yo también me voy. - dijiste tú antes de que yo me marchase.
- Si no pasa nada, yo también. - se añadió Sabela.
- No, Sabela. - dijo Julia antes de que la gallega saliese por la puerta tras nosotras. - Quédate, por favor.
Hubo unos segundos de dudas. Y la gaditana añadió:
- Si puedes, quédate.
- Claro, cariño. - respondió Sabela, quedándose dentro de la habitación, junto a Julia.
Tú y yo nos fuimos a nuestra habitación. Entramos y yo me senté en la cama. Cogí el móvil para hacer algo. Entré en Instagram y empezé a mirar todas las historias de las cuentas a las que seguía. Pero tu voz me interrumpió. Te habías acercado y te habías sentado a mi lado.
- No quieres hablar conmigo, ¿no?
Levanté la cabeza y te miré, inexpresiva. No sabía cómo reaccionar a eso. No entendía por qué pensabas eso, por qué me lo preguntabas de pronto. Justo en aquel momento. No lo entendía. ¿Tenía algún sentido? ¿Para ti tenía algún sentido? Porque para mi no lo tenía. Era completamente irracional.
- Albi, en serio. - insististe.
- ¿Por qué me preguntas esto ahora? - fue lo único que pude decir.
Te quedaste callada. Supongo que no te esperabas mi pregunta. Bajaste la mirada y negaste con la cabeza.
- Da igual, Alba. - dijiste, levantándote y dirigiéndote hacia la puerta.
- No, Nat. - repliqué yo, alzando la voz.
- Sí, Alba. Da igual. - te dispusiste a irte.
- Nat, no te vayas. - te quedaste parada. - Por favor. Ven. - añadí.
Te acercaste de nuevo y te me quedaste mirando.
- Alba, contestarme con sinceridad. No me voy a enfadar, te lo prometo. - cortaste el silencio tras varios segundos o minutos, no lo sé, mirándonos.
- Vale - dije asintiendo con la cabeza.
- ¿Qué sientes por Julia? - soltaste, como una bomba de relojería, y recalcaste - Sientes algo más que amistad, ¿verdad?
- ¡¿Qué?! - fue lo único que pude expresar yo. Estaba otra vez en shock. Ya habíamos pasado por aquello una vez, y pensaba que ya había quedado claro. Pero no, tú volvias al ataque. Como si no estuvieses convencida o pensases que algo había cambiado desde aquella vez.
- Eso es un sí, ¿no? - dijiste mientras se te humedecían los ojos. - Solo tenías que habérmelo dicho y ya está... Bueno... da igual... yo me voy - te dirigiste a la puerta y, antes de llegar, verbalizaste - Yo ya no pinto nada aquí.
Y desapareciste. Me quedé en blanco. No me lo creía.
Salí de la habitación lo más rápido que pude. Quería ir en tu búsqueda y quería hacerte entender que todo eso que pensabas no era verdad. Pero solo me bastó dar una pequeña vuelta por la casa para entender que habías salido por la puerta y te habías perdido por las calles de Barcelona. Y, en vez de salir a buscarte, encontré a mis pies dirigiéndose hacia la habitación de Julia. Lo que no recordaba era que estaba con Sabela y que seguramente estarían hablando.
Llegué a la puerta y la abrí, sin pensar. Dos segundos. Después, la cerré al instante, murmurando un "lo siento". Me quedé en blanco y me dirigí, de nuevo, a nuestra habitación, aquella que hacía poco habíamos abandonado y ahora yo volvía. Me encerré allí y enterré la cara en mi cojín. Lloraba por todo sin especificar nada. Las lágrimas huían de mis ojos, con ansias de libertad, pero se encontraban con la prisión que regentaba mi almohada. Chillaban en silencio y yo, de vez en cuando, me levantaba para verlas morirse en la tela. No me daban pena. No sabía cómo me sentía. Ni tampoco cómo debería sentirme. Sentía que estaba a mil kilómetros de distancia de aquella habitación, de aquella verdad. Estaba bloqueada, supongo. No lo sé. Solo me apetecía perderme más o seguir llorando.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que escuché el suave y lejano ruido de alguien llamando a la puerta. Lo ignoré y me quedé en la cama, llorado. Sin importarme nada. Sin sentir nada. Sin entender nada. Sin querer nada. Pero cuando volví a oír que volvían a llamar a la puerta, me levanté impulsivamente y salí corriendo, abriendo la puerta con violencia. Casi choqué contra una Julia preocupada y una Sabela que parecía no entender nada. Ni siquiera me giré o paré para decirles algo o disculparme. Seguí corriendo y abrí y cerré la puerta de la calle, logrando no estamparme contra ella. El portazo debió escucharse hasta en el lugar más alejado de la galaxia Andrómeda. Pero no me importó. Ya todo me daba igual. Y no sabía por qué. Pero no me importaba, ni a mi, ni a nadie.
Me perdí, como tú habías hecho no hacía mucho, por las calles de Barcelona. Había gente que me reconocía y me decía algo, escuchaba sus voces en la lejanía, demasiado inconexas para entenderlas. Pasaba a toda velocidad, entre el gentío, intentando no chocar. Intentando pasar desapercibida, en vano, supongo. Llegué a una boca de metro y me encontré a mi misma bajando las escaleras a una velocidad de vértigo. No sabía a dónde iba. Llegué a las puertas de entrada y busqué en el bolsillo de la chaqueta que llevaba puesta y en los bolsillos del pantalón. No sé cómo tuve tanta suerte de encontrar una tarjeta de metro en uno de ellos. La sostuve entre mis dedos y pasé. Ni siquera miré las líneas de metro ni hacia donde iba cada una. Solo quería perderme, ir a algún lugar, sin importar cual. Me dirigí, como si estuviese ciega, hacia las escaleras más lejanas que pude encontrar. No miré ni el color ni el número de la línea. Simplemente me lanzé escaleras abajo, intentando no estamparme contra nadie ni salir rodando. Llegué al andén y me senté lo más apartada de la gente que pude. Y esperé. No sé si esparaba para coger uno de los metros y bajarme en cualquier lugar o si esperaba a que yo me tranquilizase. No lo sé. Solo sé que estaba allí, sin saber por qué demonios estaba en una parada de metro con lágrimas petrificadas en mi rostro y un vacío infinito en mi interior. Pasó un metro y el andén se vació. Yo me quedé sentada donde estaba, sin apenas reaccionar. Lo percibía todo como si pasara en un sueño, cerca pero demasiado irreal como para actuar.
Cerré los ojos con fuerza y apreté los puños. Quería deshacerme. Me hice daño, pero no me importó. Casi ni lo noté. Cuando volví a abrir los ojos, había gente nueva en el andén. Gente que tenía una vida y una razón por la que estar allí. Tenían un lugar de partida, un camino y un destino. Sabían lo que querían. Seguramente todo, o casi todo, iba bien. No estaban perdidas. No estaban destrozadas. No estaban como yo. Y me daba envidia, sí. Pero también me gustaba contemplar sus sonrisas y entender que yo también había estado así y lo estaría. Me gustaba machacarme diciendo que ellas sonreían porque no habían cometido el error que yo había cometido. Aquel error del que me culpaba pero que ni siquiera sabía cuál era. Aquel error que había borrado nuestras sonrisas y que no sabíamos si podíamos denominar con aquel nombre. Solo sabíamos que nos había vuelto a separar.
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Siento la inactividad. He hecho un capítulo bastante largo para compensar. Pero de verdad que lo siento.😔Es bastante drama, pero espero que me perdonéis. Es una historia muy dramática. Pero ya volverán los buenos momentos. (Espero😂😂❤).
💞Gracias por leer y espero que os guste. Muchísimas gracias.😄❤
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¿Nuestra relación solo es en OT?
FanfictionYa se ha acabado OT2018 y Alba Reche y Natalia Lacunza se han ido con sus familias. Ninguna de las dos ha ganado, pero aún así parece que lo que pasó en la academia se queda allí. Parece que su relación ha sido solo una ilusión, una mentira televisi...