~ XXXVIII ~ SILENCIOSA RECONCILIACIÓN

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Entraste y me despertó el sonido de la puerta y de tus pasos. Me quedé como estaba, apoyada en el pecho de Joan, y te observé. Tu me mirabas y sonreíste. Al principio no me creí tu sonrisa, pensé que había sido mi imaginación. Pero fue real. Sonreíste, suspiraste y abandonaste la habitación. Cuando desapareciste, suspiré. Suspiré por tu sonrisa, por tu suspiro. Y cerré los ojos. Destensé mis músculos, relajando todo mi cuerpo. Joan me rodeó con sus brazos, envolviéndome con su cariño. Yo suspiré de nuevo y le di un beso en la mejilla.

Estuve unos minutos interminables en aquella posición, en esa habitación que no me pertenecía. Hasta que decidí levantarme e ir en tu búsqueda, de nuevo. Le di un beso en la mejilla a Joan y me fui. Llegué a nuestra habitación. Allí estabas. La puerta estaba semi cerrada y te observé desde allí. Estabas tumbada en tu cama, durmiendo con una sonrisa en los labios, como si fueses un pequeño bebé de dos añitos. Aquella imagen me dio mucha ternura. Y no pude evitar suspirar, sonriendo. Me quedé un rayo en la puerta. Mirando cómo tú respirabas tranquilamente. Tras unos minutos, entré. Intenté no despertarte y me tumbé a tu lado. Sonreíste más, intuyendo mi presencia. Y no pude evitar besar tus labios entreabiertos. Eran dulces. Y me sabían a eñoranza de cuando todo iba súper bien. Me apenaba que nos enfadásemos. Pero me llenaba de dulzura y alegría saber que, aunque nos hiciésemos daño, seguíamos querieñéndonos tanto o más que al inicio. Me separé de ti y me mordí el labio inferior, tiernamente. Abriste los ojos poco a poco. Me miraste y sonreíste. Me rodeaste con tus brazos y yo me acerqué a ti todo lo que pude. No pude evitar que un suave "lo siento" escapase de mis labios. Tú negaste con la cabeza y me diste un beso en la mejilla.

- He sido yo la que me he equivocado, no tú, Albi.

Te acerqué más a mi y cerré los ojos. Tú te acomodaste y suspiraste. No necesitábamos darnos ninguna explicación. Ya nos habíamos entendido sin necesidad de palabras. Sonreí. Te amaba, Nat. Nunca había sentido un amor tan potente por alguien, y tú me habías hecho entender qué significaba realmente el amor. Sé que suena muy cursi, pero es la verdad, Nat.

Estuvimos un rato en silencio, abrazadas. Hasta que yo me separé y te observé. Estabas dormida. Tus facciones estaban relajadas y tus labios entreabiertos me tentaban a besarlos. No lo hice. No quería despertarte de nuevo. Así que me quedé mirándote, embobada. 《Ojalá algún día tengamos hijos y se parezcan a ti cuando duermes》pensé de pronto. Sonreí. Ojalá. Me dormí a tu lado, sintiendo el calor que me transmitías y del que tan necesitaba había estado. Me di cuenta que si tu no estabas a mi lado, sonriendo,  mi vida se desteñía y empezaba a recubrirse de gris. Quería estar a tu lado. Ya te habías convertido en la persona más necesaria en mi vida. Y no te iba a soltar, no quería, no podía.

Soñé. Soñé con dos criaturitas que reían a mi alrededor. Y, entonces, se alejaban. Y se te acercaban. Tú las cogías en brazos y les dabas un tierno beso a cada una. El niño rubito se me acercó y me abrazó. Yo lo cogí y lo mimé. Te me acercaste, con la niña morena en brazos, y nuestros labios se juntaron en un tierno y cálido beso. Éramos mayores; debíamos tener unos treinta y pocos años. Ambas sonreíamos. Y aquellas dos pequeñas preciosidades también reían, acompañándonos y procurando alegrarnos. En el exterior la liz escaseaba y ambas nos diriguimos al dormitorio de los peques para acostarlos. Los mimamos y les dimos las buenas noches. Sonreímos.

Desperté. Las calles, en el exterior, estaban oscuras. Tú seguías dormida.

No sé cuanto tiempo transcurrió hasta que Sabela entró en la habitación, indicándonos que la cena estaba preparada y que si queríamos nos esperaban. Asentí y te miré. Te di un beso y te acaricié suavemente para que despertaras. Despertaste. Nos levantamos y abandonamos la habitación. Nos diriguimos al comedor, donde la mayoría de nuestras compañeras nos esperaban. Nos sentamos donde nos correspondía y esperamos a que llegasen las personas que faltaban.

Aquella cena fue un intento de relajación para el esperado y deseado concierto que tendría lugar al día siguiente. Al menos nos sirvió a todas para conectar más entre nosotras y estar más unidas de cara a lo que se nos venía encima. Iba a ser intenso, lo sabíamos.

Acabamos de cenar y nos preparamos para ir a dormir. Nos quedamos, algunas, sentadas en los sofás del salón. Pero no podíamos irnos muy tarde a la cama, ya que debíamos descansar. Tú y yo nos quedamos un rato sentadas en un sofá, al lado de Julia, Sabela, Miki y Joan. Marilia, Noelia, Alfonso, Marta y María también estaban en el salón. Las demás o se habían ido a dormir o estaban en algún lado haciendo cualquier cosa que las demás desconocíamos.

- Bueno, deberíamos irnos ya. - anunció Sabela después de estar un rato Julia, Miki, Joan, Sabela, tú y yo en aquel sofá después de que las demás ya se hubiesen ido.

- Sí, deberíamos. - se añadió Miki.

- Pues vamos. - dijo Joan, levantándose.

- Sí, vamos. - dije yo. - Que si no mañana estaremos muertas.

- Ya ves - afirmasteste tú.

Miki y Joan se levantaron y se fueron. Nosotras nos quedamos un rato más. Solo porqué queríamos hablar entre nosotras y solucionar algunas cosas. Nos quedamos solas, en silencio. Todas sabíamos por que estábamos allí, pero nadie se atrevía a empezar la conversación. Yo no sabía ni cómo comenzar. Todavía tenía en mi cabeza lo que había visto cuando fui a hablar con ellas y tenían la puerta cerrada. Se me había quedado grabada aquella escena y la incógnita que me atacó después como si me hubiesen marcado con un hierro ardiente. Las miré. Ellas sabían que yo lo recordaba. Sabían que intuía alguna cosa más que tú. Pero ninguna de las tres sabíamos qué sabías o qué pensabas tú de todo aquello. Solo entendía que pensabas que quizá yo tenía algo con Julia.

- ¿Nadie va a decir nada? - preguntaste tú, al fin.

Nos miramos entre todas. Intentando descifrar cómo empezar y aclararlo todo.

- Vamos a ver. - dijo Sabela. - Voy a aclarar... bueno,... vale... os voy a contar algo... que no podéis decir.

- ¿Algo secreto relacionado con esto? - preguntaste, sin comprender.

- Sí - afirmó Julia mirando a Sabela, cómplice.

- Vale. Di. - dijiste tú.

- Creo que Alba ya lo intuye. - añadió Julia.

- Sí. - afirmé yo.

- Bueno, pues... - inició Sabela, con nerviosismo.

¿Nuestra relación solo es en OT?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora