~ XXXIV ~ SIENDO REFUGIO

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Estuvimos dos largas horas en aquel banco. Tú y yo. Después volvimos. Entramos silenciosamente a casa y nos dirigimos directamente a la cama. Estábamos agotadas y necesitábamos descansar. Abrimos las sábanas y nos acurrucamos, abrazadas. Nos dormimos al poco rato de llegar, rodeandonos con nuestros brazos, intentado compartir el mayor cariño possible.

Los rayos del sol empezaban a pintar nuestros dormidos y adorables rostros. Se empezó a escuchar el murmullo de nuestras compañeras despertando. Sabela ya debía estar levantada y, quizá haciendo de madre de todas. Nosotras decidimos quedarnos un poco más. Hasta que Sabela llamó a la puerta varias veces, diciéndonos que nos levantásemos ya. Te di un beso en la mejilla para no despertarte más y salí de la cama. Abrí la puerta y me dirigí a la cocina, donde me encontré que la mami gallega nos había preparado el desayuno. Me dirigí a ella.

- Buenos días Sabeliña - dije dándole un abrazo.

- Buenos días cariño - respondió con su acento gallego, rodeándome con sus brazos. - ¿Cómo te has levantado?

- Muy bien. ¿Y tú?

- Bien. - dijo sonriendo.

Comenzaron a llegar personas a la cocina. Y, como yo, todas se dieron cuenta que Sabela había preparado el desayuno. Fueron a darle abrazos y mimos. Y, luego, todas nos sentamos. Tú también apareciste y te sentaste a mi lado. 

Aquel empezó siendo un día como cualquier otro. Pero después de desayunar y lavarnos los dientes decidimos que estaría bien quedarnos en casa jugando. Hubieron varias protestas. Julia, Carlos y Miki querían ir al gimnasio. Marilia había planeado pasear un rato por el parque, mientras Joan corría al aire libre. Alfonso había quedado con su marido para ir a dar una vuelta por la ciudad. Todas o casi todas parecían tener planes para salir a algún lado. Así que aquella mañana nos dispersamos. Algunas nos quedamos en casa y otras se despidieron y salieron por la puerta. No tardó casi nada en empezar a llover. Todas empezaron a volver poco a poco, corriendo y chorreando.

Se ducharon y nos dedicamos a jugar, como habíamos planificado. Por la tarde sería mejor que ensayasemos las canciones de la gira, ya que al día siguiente teníamos concierto en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

Jugamos a VillaOT 2018, a ¿Qué tengo en el coco? y a La Moneda. Nos divertimos y nos reímos. Pero también me fijé en las personas que me rodeaban, que ya se habían convertido en mi segunda familia. Y me di cuenta de que Carlos y Julia estaban separados y parecían enfadados entre ellos. También me fijé en que África y Damion estaban muy, muy juntos. Sonreí. Era bonito. Tú y yo no estabamos juntas, pero nos lanzábamos miradas repletas de cariño.

Pasaron las horas y nos fuimos a comer. Todas comimos alegremente, tú a mi lado. Comentamos las expectativas que teníamos para el día siguiente. Era nuestro primer concierto y estábamos súper nerviosas. No sabíamos si saldría bien y cuánto revuelo se crearía tras nuestra aparición después de la salida de Operación Triunfo. Nos obligamos a tranquilizarnos. Pero  yo tenía claro que aquella tarde debía ensayar todas mis canciones y luego descansar la voz para tenerla perfectamente para el concierto.

- Bueno amor... - dije levantándome de la mesa cuando había acabado. Ya había gente que se había ido.

- ¿Te vas a ensayar? - me preguntaste y añadiste, poniendo cara de pena. - ¿Ya? ¿Me abandonas aquí sin, ni siquiera, darme un beso?

- Chi - te respondí yo, alejándome con mi plato y mi vaso en la mano.

- Joooo... - murmuraste. Y me dieron ganas de comerte (con cariño, ehh).

- Que noo... - respondí, volviendo a donde tú estabas, tras haber dejado mis cosas en el lavavajillas. Acaricié tus mejillas con mis manos y acerqué mis labios a los tuyos, dejando un suave beso que tú correspondiste al instante. No lo intensificamos, en aquel momento no queríamos. Nos separamos, casi como si nos costase. Y yo me fui a lavarme los dientes para luego dirigirme y encerrarme en una habitación a la que llamamos "box". Pero cuando me dirigía hacia el "box", vi que Julia se encerraba en una habitación que no era la que compartía con Carlos. Me sorprendió y decidí ir a ver que le pasaba porque es mi amiga.

Me paré enfrente de la puerta de aquella habitación que pertenecía a Sabela, Marilia y Noelia y llamé a la puerta. Julia no contestó, así que volví a llamar y dije:

- Julita, ¿puedo entrar?

Pasaron varios eternos segundos hasta que una voz que antaño fue bonita y que ahora estaba completamente rota me respondió en un susurro desde el interior de la habitación.

- Sí, Albi. Puedes entrar pero cierra porfi.

Entré con cuidado, no antes de asegurame que nadie me veía, y cerré, como la gaditana me había indicado. Estaba sentada en una cama, que identifiqué como la de Sabelan ha que había ropa suya encima. Tenía los ojos llorosos y rojos y los rastros de las lágrimas le iluminaba tristemente el rostro. Me acerqué en silencio y me senté a su lado. No sabía que hacer, así que me dejé llevar por el corazón. La abrazé y ella se refugió en mi, necesitada.

- ¿Qué ha pasado Julita? - le susurré, todavía abrazándola.

Como toda respuesta, me abrazó más fuerte y empezó a llorar. La intenté tranquilizar, acariciandole la espalda por encima de la camiseta. Y, después de unos minutos, se separó de mi y trató de secarse las lágrimas de los ojos. Pero seguía llorando.

- Carlos... hemos... cortado. - dijo completamente rota.

- Pero... - me quedé en shock - ¿Por qué?

- No lo sé Alba... no lo entiendo. - Intentó retener las lágrimas pestañeando rápidamente, pero no pudo. Acabaron resbalándole por la cara, mojando sus mejillas. - Estábamos genial, ¿no?

- Sí, yo creía que estábais bien. No entiendo qué ha podido pasar para que corteis.

- Ni yo... Me he pasado toda la mañana,... pero no encuentro una razón... suficientemente racional... para que nuestra relación... acabase, así, de pronto. No lo entiendo. - murmuró Julia entre llantos.

- Pero... ¿qué te ha dicho?

- Pues... que... que ya no era lo mismo y que... y que estaba confuso... y... y no sabía exactamente lo que quería conmigo... que necesitaba un tiempo para aclararse... y eso.

La abrazé de nuevo. No me gustaba verla sufrir de aquella manera. Estaba muy triste y yo lo que quería ver era la brillante sonrisa que normalmente pintaba su rostro. Julia se volvió a refugiar en mi y continuó llorando en mi hombro.

Estaba de espaladas a la puerta de la habitación, abrazada a la gaditana, cuando escuché el inconfundible sonido que indicaba que alguien la había abierto.

¿Nuestra relación solo es en OT?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora