~ XXXIII ~ AQUEL BANCO COMPARTIDO

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Llegamos a la casa y, después de estar un rato tumbadas en el sofá sin ganas de nada, decidimos salir a la calle. Nos despedimos de todas y aseguramos que volveríamos para cenar. Luego abrimos la puerta y nos mezclamos con la tebia luz del tardío sol. Respirabamos como una sola y nuestros pasos quedaban silenciados en las aceras. Nos dirigimos, inconscientemente, hacia un lugar un poco más apartado, más íntimo. Y, sin apenas darnos cuenta, nos acabamos encontradi sentadas en un banco. La una al lado de la otra, en silencio. Pasaban dos o tres personas por delante, tan de vez en cuando como gotas de una lluvia que había llorado sobre los tejados de las casas. Nosotras nos abstraimos de nuestro alrededor y nos creamos una realidad propia.

Permanecimos en silencio hasta que nos pareció adequado romper el silencio. Entonces, fuiste tú quien suspiró. Yo seguía conteniendo la respiración, como si tuviese miedo de que todo se rompiese en mil pedacitos de cristal. Pero cuando noté tu mano sobre la mía, me hiciste entender que mientras estuviesemos juntas nuestra realidad no se rompería.

Nos relajamos las dos y empezamos a hablar, sentadas en aquel banco, apartadas del mundo. Por fin estabamos tú y yo solas, fuera del alcanze de alguien que nos pudiese hacer daño.

Hablamos de muchas cosas, banales e importantes. Pero demasiadas como para poder transcribirlas exactamente como fueron en esta "novela". Me gustaría poder escribirlas para que las supieras, pero también quiero conservar algunas cosas en la intimidad. Así que espero que por esta vez me perdoneis por no escribirlo todo tal como sucedió. Solo por esta vez, creo.

Bueno, pues lo dicho, hablamos y hablamos. También reímos y nos emocionamos. Nat, tú sabes lo especial que fue esa tarde para mí. Por fin entendí que no tenía que temer nada, solo teníamos que dejarnos llevar por los sentimientos que sentíamos y que nos hacían estar todo el rato juntas y echarnos de menos en esas décimas de segundo en las que nos separábamos. Me iluminaste el corazón y yo te di esa luz que todo el mundo decía que guardaba en mi interior. Nos dimos ese calor que necesitábamos y nos hicimos entender que éramos una sola persona para siempre. Te canté una canción que una vez escuché en voz de Adele. Esa canción la voy a transcribir aquí. Se llama "Make you feel my love".

When the rain is blowing in your face
And the whole world is on your case
I could offer you a warm embrace
To make you feel my love

When the evening shatters and the stars appear
And there is no one there to dry your tears
I could hold you for a million years.
To make you feel my love.

I know you haven't made your mind up yet, but I would never do you wrong. I've known it from the moment that we met. No doubt in my mind, where you belong.

I'd go hungry, I'd go black and blue. I'd go crowning down the avenue.no there's nothing there I wouldn't do.

The storms are raging on the rolling sea and on the high way of regret.
The wind is blowing wild and free.
You ain't seen nothing like me yet.

I can make you happy I can make your dreams come true.
No there's nothing there I wouldn't do. Go to the ends of the earth for you.
To make you feel my love.

Cantamos más canciones después de esa. Canciones de amor, canciones. Simplemente cantamos, mezclando nuestras voces, alzandolas hacia el cielo, como si quisiéramos que cubriesen el mundo.

Después de dos horas que se nos hicieron tan bonitas como dos galaxias enteras, abandonamos aquel banco. Debíamos volver para comer. Y, como dos almas que pisan por primera vez el mundo, renovadas, revividas, caminamos de vuelta por las calles de Barcelona. Nadie nos miraba. Nadie nos prestaba atención. Mejor para nosotras, podíamos conservar aquella burbuja que habíamos creado sin ni siquera tener que hablar.

Llegamos a casa y entramos en silencio. Nadie nos preguntó nada. No fue hasta después de un rato que empezamos a hablar con todo el mundo como si nada hubiese pasado. Lo que pasaba en ese banco, se quedaba en ese banco y en nuestras mentes. Sabíamos que volveríamos. Quizá aquella misma noche, cuando la ciudad durmiese y el sol ya hubiese caído. Entonces, tú y yo volveríamos a sentarnos en ese banco para adentrarnos en nuestro mundo, desconectando de otra realidad. Pero para eso todavía quedaba un rato. Antes teníamos que cenar con todas nuestras compañeras.

Ayudamos en todo lo que pudimos. Sabela iba diriguiendo, con su acento gallego que tanto me gustaba. Las demás atendíamos, moviéndonos por la casa como un ejército de hormigas. Y, así, en menos de hora y media lo teníamos todo preparado para sentarnos en la mesa y cenar tranquilamente.

Hablamos con todas y jugamos al juego de la moneda. Y también jugamos a "¿Qué tengo en el coco?". Nos divertimos mucho y reímos. La verdad que me gustaba bastante jugar con mi familia de OT y me recordaba a cuando estábamos en la academia. Tú me mirabas de vez en cuando, ponías tu mano sobre mi rodilla y, luego, me estrechabas la mano, sonriendo.

Acabamos de cenar y nos quedamos en la casa. Seguimos todas jugando a distintos juegos. Carlos y Julia se fueron al cabo de un rato y salieron a la calle. Las demás nos quedamos. Los minutos pasaban volando, pero nadie tenía prisa para irse a dormir. A la mañana siguiente no teníamos que levantarnos prtonto para ir a ensayar, así que no hacía falta irse a dormir pronto. En un momento determinado, en medii de una partida de "Villa OT", te miré y sonreí. Tú me devolviste la sonrisa. Pero detrás de aquellas sonrisas había mucho más. Y fue entonces cuando comprendí que no nos hacía falta hablar para entender algo conplejo. Me quedé toda la partida pensativa, con esa sonrisilla tonta de cuando estás tan enamorada que no puedes ni siquiera esconder tus sentimientos. Pero aquella partida terminó. Y, poco a poco, nuestras compañeras se fueron diriguiendo a las habitaciones para dormir.

Pero no fue hasta que nos quedamos a solas que no nos volvimos a mirar. Y, sin decir nada, ambas nos levantamos. Apagamos las luces y salimos por la puerta. Nos escondimos en la oscuridad de la noche. Nuestras figuras, iluminadas tenuemente por la luz de los faroles, iban cogidas de la mano. Y, rodeadas por esa penumbra, nuestros pies se diriguieron hacia el banco donde ya nos habíamos sentado. Llegamos, pero nos quedamos de pié, muy cerca la una de la otra. Nos fuimos acercando hasta qie nuestros labios encajaron en perfecta armonía. Dulce y tierno. Así fue ese beso. Todavía cogidas y unidas por ese cariño nos sentamos. Podrían pasar todas las horas del mundo, nos daba igual. Solo queríamos estar tú y yo en ese banco, la una sentada al lado de la otra, abrazadas. ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas aquellos sentimientos, aquellas palabras, aquellos pequeños gestos que desprendían cariño, esperanza y vida? Yo nunca los olvidaré.

¿Nuestra relación solo es en OT?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora