Un día puede cambiar tu vida en un instante, una sola cosa puede poner tu mundo de cabeza. Eso le paso Hinata Shoyo, un día cambio su vida completamente, dejándolo destrozado por dentro.
El equipo del Karasuno se da cuenta de que hay algo diferente...
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Son esos momentos, esos instantes, son esas cosas que no prevemos las que cambian nuestra vida.
Cuando pasa, puede ser una de dos opciones. O nuestra vida cambia para bien, o por lo contrario, termina arruinándonos.
Normalmente son esos días, esos en los que te sales de la rutina, esos días son los que nunca olvidamos. Esos son los que más recuerdas, es preferible que cambie para bien pero eso no siempre pasa y la vida a veces termina convirtiéndose en nuestra peor pesadilla.
Era una tarde de septiembre, las hojas de los árboles se iban desprendiendo, y poco a poco iban cayendo al suelo adornando todo con colores anaranjados, amarillos y rojos. Una tarde ni muy calurosa ni muy fría, normal, el equipo del Karasuno como todos los viernes estaba entrenando después de la hora del colegio, el sonido de la pelota y las zapatillas chocando contra el piso retumbaba en el gimnasio al igual que varias voces, estaban jugando un partido entre ellos para así matar el tiempo que les quedaba para poder ir a casa y descansar el fin de semana. El entrenador Ukai los miraba mientras jugaban, ninguno se dio cuenta del celular que sonaba insistentemente en el bolso de uno de los estudiantes.
El mini partido termino con uno de los ataques rápido raros de la dupla rara de Hinata y Kageyama, festejaron el punto del partido en un choque de puños como siempre hacían.
El entrenamiento termino y todos se dirigieron a los vestidores después de haber ordenado y limpiado el gimnasio.
— ¿Uhm? — Hinata estaba sorprendido al ver la cantidad de llamadas perdidas de un número desconocido en su celular pero no le dio importancia, seguramente se habían equivocado de número.
— ¿Qué pasa Hinata? — Dijo Suga en tono maternal mientras miraba el celular en la mano del pelinaranja — ¿Por qué tantas llamadas?
— Ni idea, seguramente se equivocaron de número — Guardo su teléfono en su bolsillo — ¡Nosotros ya nos vamos! — Aviso mientras se alejaba con Kageyama a su lado como todos los días.
Kageyama y Hinata eran una pareja... un tanto rara, a veces parecía que estaban a un paso de matarse entre ellos, mientras que al otro encajaban tan bien que daban la idea de que no necesitaban palabras para comunicarse, ya que él otro siempre sabía que necesitaba y estaba allí cuando tenía que estar. Con el pasar de los meses en los que empezaron a ir a la misma escuela, más no mismas clases para su mala suerte, descubrieron que siempre iban por el mismo camino hasta cierto punto, les pareció chistoso y al poco tiempo eso los unió todavía más, ya que todos los días tenían sus diez minutos de caminar a la par mientras hablaban.
Caminaron un buen rato entre broma y broma, también alguna que otra pelea que no llegaba a nada pero que a ambos los divertía, por lo que inevitablemente comenzaban a caminar más despacio para alargar el camino.
