Un día puede cambiar tu vida en un instante, una sola cosa puede poner tu mundo de cabeza. Eso le paso Hinata Shoyo, un día cambio su vida completamente, dejándolo destrozado por dentro.
El equipo del Karasuno se da cuenta de que hay algo diferente...
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Pasaba de un canal a otro sin prestar real atención a las películas, series, telenovelas o básicamente a cualquier cosa que apareciera en la televisión.
Su mente daba vueltas y vueltas al mismo problema.
Y ese problema tenía nombre y apellido.
Kageyama Tobio.
Aunquemás que problema con él, estaba en problemas consigo mismo.
Llevaba tantos días hablando de sus propias emociones con varias personas que esto debería ser pan comido pero ahora ni el se entendía y ciertamente le parecía estúpido tocar ese tema con Juy o con Natsuki.
A pesar que ellos estaban para eso, escucharlo hablar de si mismo y de lo que pasa por su cabeza.
Le parecía un tema tan mundano y sin importancia comparado a todo lo demás, pero a la vez sentía que ese era su mayor problema en ese momento.
Sentía que estaba usando a Kageyama para olvidarse de todo, y eso lo hacia sentir miserable pues él ya le había dicho y demostrado en varias ocasiones que si lo quería ¿pero y él? el solo lo uso de pañuelo para lagrimas y lo arrastro a toda esta mierda.
Su alarma comenzó a sonar alertándolo de que no había dormido nada en toda la noche y que en menos de dos horas comenzaría la vendita terapia de grupo en la que ponía su mejor esfuerzo para poner escusas creativas para evadirla la mayor cantidad de veces que le fueran posibles.
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— tienes que poner las manos así, mira — puso sus manos en la posición correcta — es como un triangulo ¿ves?
La pequeña de ojos marrones imitó su acción con sumo cuidado.
— Perfecto — la felicito recibiendo de inmediato una mirada llena de orgullo de la pequeña — ahora pon tus brazos arriba flexionándolos un poco justo en frente de tu cabeza.
— ¿Así Kageyama? — pregunto mientras intentaba imitarlo a la perfección.
— No, mira — tomo sus codos y los acomodo como debían ir — ahora con tus dedos tienes que empujar hacia arriba, no con toda la mano, únicamente con los dedos — le explicaba con tanta paciencia y detalle que casi era imposible creer que el chico que estaba sentado en la sala de su casa enseñándole a una niña como hacer un golpe de arriba era Kageyama Tobio.
