Un día puede cambiar tu vida en un instante, una sola cosa puede poner tu mundo de cabeza. Eso le paso Hinata Shoyo, un día cambio su vida completamente, dejándolo destrozado por dentro.
El equipo del Karasuno se da cuenta de que hay algo diferente...
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El sol ya se estaba asomando, iluminando poco a poco todo el cielo dejándolo con diferentes colores rosados, combinando perfectamente con las hojas que yacían en el piso producto del otoño.
Todo el equipo iba dormido en el colectivo en el que se estaban dirigiendo a dónde sería el campamento, cómo era costumbre en todos los viajes, Hinata y Kageyama estaban en una misma fila, pero ahora eran acompañados por una pelinaranja más.
Esos dos siempre habían tenido una relación bastante rara, pasaron de ser rivales que se odiaban, a compañeros rivales que se odiaban, compañeros que se toleraban y que se complementaban el uno al otro en una extraña combinación a por último llegar a ser amigos que encajaban a la perfección.
La luz del sol llegó poco a poco a los ojos de Kageyama obligándolo abrirlos lentamente, su mejilla estaba fría por el contacto con la ventana y sus ojos todavía entrecerrados por el cansancio, sentía un extraño peso en su hombro izquierdo por lo que giró su cabeza encontrándose con Hinata completamente dormido apoyado en él con Natsu acostando su cabeza en sus piernas también completamente dormida.
Sus mejillas rápidamente tomaron un color carmesí y agradeció internamente que el resto siguiera dormido y ninguno los viese en ese momento. O por lo menos creía que el resto estaba dormido.
Porque en realidad Suga se había levantado tiempo atrás y había ido a ver si estaba bien su pequeña nueva amiga, encontrándose con una escena bastante tierna siendo casi inevitable no querer tomar una fotografía, pero con toda su fuerza de voluntad se contuvo... A quién engañamos, como buena madre que es, tomó al menos diez fotografías de ellos tres de diferentes ángulos, si no fuera por Daichi habría terminado despertado a los tres por tanto ruido que estaba haciendo.
¿Dónde estábamos?
A sí...
Kageyama en una penosa situación.
Con las mejillas aún con un fuerte color carmesí volví a mirar por la ventana. Cuando su corazón pudo por fin tranquilizarse y no estar al borde de una taquicardia fatal, empezó a prestar más atención a sus otros sentidos, podía sentir la tranquila respiración ajena chocar contra su cuello, sus cabellos desordenados haciéndole cosquillas en su nariz, podía escuchar le vez murmuros que él soltaba entre sueños, y por estúpido que sonara, juraría que sentía olor a naranja.
¿Se estaba volviendo loco? probablemente.
— ¿Estas bien? — Escucho una voz dulce que lo saco de su pequeño mundo — Estas todo rojo hasta las orejas ¿estas enfermo?
Miro a Natsu con los ojos bien abiertos sintiendo como el calor en sus mejillas aumentaba.
