Un día puede cambiar tu vida en un instante, una sola cosa puede poner tu mundo de cabeza. Eso le paso Hinata Shoyo, un día cambio su vida completamente, dejándolo destrozado por dentro.
El equipo del Karasuno se da cuenta de que hay algo diferente...
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— Adolescente de dieciséis años, intento de suicidio — la doctora hablaba mientras caminaba junto a la camilla — la hermana llamo a urgencias — susurro lo último a el doctor a su lado.
— No puede ser — dijo una segunda voz — Yo lo conozco, es Hinata Shoyo.
— ¿Quién?
— El hijo de la mujer del accidente hace unos meses — empezó a revisar su cuerpo levantando las mangas de su campera, palideció al ver cómo estaban repletos de heridas, algunas cicatrizadas y otras recientemente hechas — no puede ser.
— Pues no lo tomo bien al parecer — dijo en tono sarcástico.
— No digas eso — murmuro molesta — ¿sabemos que paso exactamente?
Antes de que le llegara una respuesta el cuerpo del menor comenzó a convulsionar.
— Una convulsión, ¡cuiden la cabeza y póngalo de costado!
En unos segundos que parecieron horas su cuerpo se relajo nuevamente.
— El chico que esta junto a la hermana trajo esto — mostró un frasco de somníferos vacío y señalo con la cabeza al pelinegro que estaba junto a la niña.
— Maldición — maldijo en voz baja — ¡Preparen un lavado estomacal ahora!
— Si, doctora.
— No voy a dejar que este chico muera, no él, yo le dije lo de su madre no lo perderé ahora a él.
— Tranquila, haremos todo lo que este a nuestro alcance.
— No lo puedo dejar morir.
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