Un día puede cambiar tu vida en un instante, una sola cosa puede poner tu mundo de cabeza. Eso le paso Hinata Shoyo, un día cambio su vida completamente, dejándolo destrozado por dentro.
El equipo del Karasuno se da cuenta de que hay algo diferente...
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Kageyama no podía quedarse en casa.
Se movía de un lado a otro en su cuarto. Desde el poster del jugador de vóley, el cual ya estaba denominado como el crush de su infancia, hasta su computadora a otro lado de la habitación.
Fue de un lugar a otro desde que se dejaron de escuchar las voces de su madre y sus propios pasos en la casa, todavía sin señales de su padre.
No tenía idea a dónde había ido y no creía querer saber. Si se ponía a pensar talvez se le ocurrían algunas opciones; un bar, un parque, un hotel donde pasar la noche, la casa de Shoyo...
Esa última opción era la que menos quería creer posible.
Harto de caminar y caminar, y no queriendo saber que pasaría cuando padre volviera a la casa. Tomo su mochila y guardo un poco de ropa allí, un pijama para ser exactos, su cargador, teléfono y sus llaves.
Se dirigió a la cocina para poder salir de casa donde se encontró con su madre.
— ¿A donde vas Tobio? es tarde vuelve a la cama — Le dijo con voz serena.
— ¿Puedo ir a la casa de Hinata? — Pregunto, negándose a volver a su cuarto.
Carla lo miro por unos instantes, sus ojos estaban rojizos y su nariz le hacian compañía.
— Ay Tobio — Lo acerco a ella y lo abrazo — Ve con cuidado, me llamas cuando llegues y vuelves para comer mañana, sin peros, esa es la condición.
Kageyama abrazo a su madre con fuerza.
— Perdón — Susurro.
— No te disculpes, no cuando no tienes la culpa de nada.
Ambos quedaron allí por un rato hasta que el menor sintió que ya se sentía mejor luego de un abrazo de mamá.
— Vuelvo para comer.
— Me llamas cuando llegues y me saludas a Hinata — Su madre lo dejo ir.
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Basto que tocara la puerta cuatro veces para que Natsuki le abriera.
— ¿Niño? — Pregunto confundido — ¿No deberías estar en tu casa?
— Pedí permiso para venir — Respondió serio.
Natsuki lo analizo un rato.
— ¿Pretendes quedarte? — Apunto su mochila al hablar.
Era ligeramente molesto como parecía analizarte de pies a cabeza, como si estuviera buscando peligro.
