La elegancia de sus ropas habría logrado mostrarme una imagen diferente de no haber abierto sus labios de ese modo. Con la poca dignidad que seguramente me quedaba a sus ojos, me levanté sin su ayuda pese a que me había ofrecido su mano en un gesto que no podía contrarrestar la horrible forma en que se había burlado de mí hacía tan solo unos segundos. Tampoco ayudaba que sus ojos no hiciesen nada más que contemplarme permitiendo que el ridículo fuese aún mayor.
—No soy una monja.
—Puedo distinguirlo a simple vista, señorita —murmuró en un tono más suave logrando que mis ojos se fijasen en los contrarios como un puro acto de rebeldía y orgullo.
El desconocido tenía los ojos de un azul intenso, algo que pocas veces se veía en esta región. La mayor parte de las personas poseíamos los ojos de un marrón profundo, un chocolate espeso. Él, en cambio, bien podía haber sugerido con su mirada ser alguien alejado a la realidad, posiblemente enviado por el infierno ante tal crueldad que ahora no me había verle como otra cosa que un monstruo. ¿Quién en su sano juicio, viendo a alguien llorar, podía burlarse?
—Si me disculpa, tengo que irme —musité haciendo la genuflexión hacia el Cristo crucificado que había presenciado y honrado aquella celebración en un acto tan puro como el matrimonio.
—No debe caminar sola. Es más, —dijo llenando sus pulmones como si le costase cada palabra—. Sebastián me ha pedido que la acompañe hacia la fiesta. Que cuide de usted.
El nombre de mi amado en sus labios casi sonaba a un fea calumnia.
—¿Sabe quién soy?
—La dulce y delicada Mónica, mejor amiga de Sebastián y hermana de la novia. ¿Me equivoco? —cuestionó con una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios.
La arrogancia destilada me hacía sentir unas ganas inmensas de responder del mismo modo, pero estando en una iglesia y habiendo sido educada de una forma religiosa, siempre debía poner todas las mejillas de mi cuerpo. Más cuando los hombres poseían un lugar superior a cualquier mujer.
—No tiene porqué acompañarme. El padre, que también está invitado a la fiesta, irá conmigo. Puede marcharse.
Me analizó con la mirada durante más segundos de los que hubiese querido estar en su presencia. Dio un paso hacia delante y se inclinó para que nuestras alturas fuesen más cercanas a la igualdad imposible ante un hombre alto como aquel.
—No sea orgullosa. Le afea la imagen que tengo de usted.
Iba a responder, pero la sonrisa en sus labios logró que mi sangre hirviera aún más e inclinándose con el respeto propio de modales que no tenía, se fue de la iglesia dejándome igual que un volcán a punto de explotar. Jamás había sentido tanta rabia por instinto, ni cuando mi hermana había colocado su anillo de compromiso delante de mí para jurarme que era la persona más feliz del mundo. Nada, absolutamente nada, había hecho tan difícil que mantuviese mi temperamento bajo control.
Fui a buscar al padre que ya se había cambiado y quitado todas las prendas propias de la celebración. La casulla permanecía cuidadosamente colocada en un perchero cuando salió de la sacristía en la que no se me permitía entrar.
—¿Ya has terminado, hija mía?
Asentí aunque no era cierto. No había podido desahogar mi alma tanto como había deseado. El padre lo sabía todo. No iba a negarle la verdad al único hombre que no iba a juzgarme de ninguna manera. Él escuchaba y gracias a eso podía tener palabras de Dios a través de él en busca de paz espiritual por mucho que hubiese comprendido tiempo atrás que no la encontraría hasta que mi corazón no dejase de amar a Sebastián.
![](https://img.wattpad.com/cover/243722599-288-k196992.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El duque
Ficción históricaLa boda de su hermana y su mejor amigo logran que Mónica entienda el sufrimiento de primera mano. Enamorada de Sebastián desde que era una niña, ha soñado con casarse con él. Sin embargo, el destino es caprichoso y tuvo otras intenciones. Durante el...