El cuerpo me temblaba cuando logré entrar en mi casa. El sonido de la puerta hizo que Remedios llegase hasta mí corriendo con las mejillas encendidas, pero con el rostro pálido por el miedo que se incrementó cuando me vio. El bajo de mi falda estaba lleno de barro, mis cabellos hechos un desastre y tenía arañazos en brazos y mejillas, golpes también y, por supuesto, ni una pizca de alegría en el rostro.
—Mónica...
—Ayúdame a ir a la habitación, por favor —supliqué con voz queda y ella me agarró de la cintura para así poder caminar juntas hacia la sala de modo que no terminase en el suelo.
—Mónica, ¿por qué te has ido? —La miré sorprendida por su pregunta, pero ella me devolvió una mirada más severa—. Ni se te ocurra mentirme. Mi hermano se ha enterado. Ha salido tan deprisa como ha podido.
—¿Qué? —El pánico se había apoderado de mí.
—¿Qué te ha pasado?
—Nada importante —musité antes de agarrar con fuerza los brazos de mi cuñada—. ¿Dónde está tu hermano?
—No lo sé. Ha ido a buscarte, como loco.
La sola idea de imaginar su rostro encolerizado sabía que propiciaría una disputa aún mayor cuando viese mi estado. Cerré mis ojos con fuerza buscando encontrar alguna salida y aunque sabía que mi cuñada no tenía porqué hacerme caso, debía intentar que mantuviese en secreto mi estado físico.
—Por favor, no le digas a tu hermano esto. No quiero que piense cosas que no son. Solo quiero que se tranquilice en cuanto me vea —pedí tomando las manos de ella y demostrando en mi voz la urgencia que tenían mis palabras.
—¿Y qué le dirás?
—Que me fui a dar una vuelta, que necesita respirar después de lo que había pasado. Él lo entenderá, al menos, eso espero.
El rostro de Remedios demostraba que no estaba del todo convencida, pero aceptó con un asentimiento antes de que llegásemos a la habitación. Me ayudó a deshacerme del vestido porque a duras penas si podía con mi alma y cuando observé que había barro también dentro de mis enaguas, intenté que no sospechase demasiado. Los golpes no podía evitarlos, no iba a conseguir que nadie alejase su mirada de ellos, pero quizá si pasaba un par de días en cama o si le decía que me había caído. Debía intentarlo, al menos.
—Mónica...
—Solo no digas nada. Tú no sabes nada. Prefiero que si tu hermano se enfada lo haga solo conmigo. Yo manejaré esto. Ahora, vete, ¿si?
Asintió y me terminé de colocar el camisón yo sola antes de acurrucarme en la cama. Estaba tan cansada que las posibilidades de quedarme dormida al instante eran demasiadas. La suavidad de las sábanas, la forma en que la cama me recogía en aquella perfecta postura, era todo lo que necesitaba hasta el punto que me había olvidado de asegurarme que no había rastro de barro en mi cuerpo y de taparme.
Al despertar, en cambio, una fina y blanca sábana estaba colocada sobre mi cuerpo. Mis brazos no tenían barro y las heridas parecían haber sido curadas. Escuché un ruido, pero cuando mis ojos buscaron en la habitación, no había rastro de nadie. Intenté moverme, desistí cuando el dolor vino de todas partes, incluso de las pestañas. Apoyé mi mano sobre mi frente y descubrí un paño húmedo. De nuevo me estaban tratando como si estuviese enferma y quizá eso me sirviese para muchas cosas, como por ejemplo, fingir que había sido producto todo de un delirio por la fiebre que me hubiese aparecido pronto.
La puerta se abrió y me mostró el rostro de una criada que no era quien usualmente me atendía. Dejó algo sobre un mueble sin darse cuenta de que estaba despierta y se marchó intentando hacer el menor ruido posible.
![](https://img.wattpad.com/cover/243722599-288-k196992.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El duque
Tarihi KurguLa boda de su hermana y su mejor amigo logran que Mónica entienda el sufrimiento de primera mano. Enamorada de Sebastián desde que era una niña, ha soñado con casarse con él. Sin embargo, el destino es caprichoso y tuvo otras intenciones. Durante el...