Aviso: Este capítulo contiene contenido sensible de índole erótica explícita. No leer por completo si no se desea.
No recibí represalias aunque empezaba a sorprenderme. No entendía cómo podía estar tan enfadado en ocasiones. Era como si le hubiese herido completamente en el orgullo o hubiese dicho algo que no debía. Después recordaba lo único que había hecho que podía haberle enfadado y me pregunté si tanto mal humor se trataba por haberle obligado a cambiar a sus señoras por hombres para que le bañasen.
Una nueva noche en completa soledad, eso era lo que me esperaba aquel día. Me estaba empezando a acostumbrar a dormir sola siendo casada. Nunca lo había hecho de otro modo. Sin embargo, interrumpieron mi ritual antes de irme a la cama cuando Mercedes apareció en la habitación para dejar sábanas limpias dentro del armario.
—¿Ocurre algo, Mercedes?
—No, señora.
—¿Y el señor?
—Se está bañando, señora.
Fruncí el ceño sin llegar a comprenderlo del todo.
—¿De nuevo?
Asintió mientras mordía su labio inferior como si tuviese que pensar si informarme o no.
—Es que, mientras usted estaba con su lectura, el señor volvió a trabajar en el jardín y terminó cayéndose al barro, así que ha sido inevitable —explicó intentando contener una sonrisa porque seguro que se había reído. Probablemente la caída había sido tan cómica que merecía la pena soltar unas cuantas carcajadas por eso.
Mercedes se marchó, pero en lugar de mantenerme tranquila, quise recibir explicaciones. ¿Por qué no se había quejado porque fuesen hombres los que le estuviesen bañando? Y si era esa toda mi falta debía decírmelo.
Fui en camisón y bata por el pasillo hasta el baño al que me habían guiado aquella mañana. Abrí la puerta sin importarme qué podía encontrarme allí dentro y cuando vieron que era la señora, los hombres no dijeron esta boca es mía.
—Mónica, ¿puedo saber qué ocurre?
Mi marido estaba metido en la bañera y me observaba con temor y un enfado por la interrupción que, hasta cierto punto, podía llegar a comprender.
—Dejadnos solos —ordené ante la sorpresa de mi esposo y todos los hombres que estaban allí, se marcharon cerrando la puerta detrás de sí.
Me acerqué a él mientras el duque permanecía apoyado en la bañera.
—Si te acercas más vas a verme completamente desnudo.
Quizá aquello debería haberme parado, pero cuando mis ojos fueron conscientes de sus brazos mojados, la forma de sus músculos y el pecho con vello que se podía distinguir desde la distancia, empezó a darme igual. La ira que tenía en mi ser empezaba a disiparse, así que me focalicé en sus ojos para no perder el objetivo.
—¿Puedo saber qué es lo que he hecho para que cada vez que me mires pareciera que me estás perdonando la vida? —pregunté antes de señalar a nuestro alrededor—. ¿Es esto? Si es esto, si haberte cambiado a los hombres por mujeres es toda mi falta, te suplico, que me lo hagas saber.
Una sonrisa apareció en sus labios.
—¿Tú crees que por ese motivo yo me enfadaría contigo? Simplemente desharía la orden, sigo teniendo más peso que tú en esta casa por mi título.
—¿Entonces? ¿Por qué no dijiste nada y lo has aguantado?
Su altanería me había puesto de peor humor que antes.
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El duque
Fiksi SejarahLa boda de su hermana y su mejor amigo logran que Mónica entienda el sufrimiento de primera mano. Enamorada de Sebastián desde que era una niña, ha soñado con casarse con él. Sin embargo, el destino es caprichoso y tuvo otras intenciones. Durante el...