Capítulo 36

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- ¿Señorita Prince? –Una de las empleadas la llamó a sus espaldas mientras ella tomaba su desayuno.

- ¿Sí? –Preguntó sin despegar la vista de su móvil.

- Encontré esta caja debajo de su cama hace un par de semanas mientras limpiaba, pero usted había estado tan ocupada con el joven Gnatovich, que no tuvimos oportunidad de preguntarle, pero ¿debería subirla al ático?

La chica se giró extrañada al no saber de qué caja hablaba, pero en cuánto la vio entre las manos de su empleada, sintió que el corazón se le hacía chiquito. Se puso de pie y caminó hasta ella para tomar la caja entre sus brazos.

- Está bien, yo me hago cargo de ella. Gracias –Le sonrió amablemente y la empleada le correspondió.

La chica subió hasta su habitación y cerró la puerta tras ella. Se sentó en su cama y con las palmas de sus manos acarició la caja sin poder evitar la sonrisa melancólica que se asomaba en sus labios. La abrió lentamente y de inmediato el aroma del chico invadió su cercanía. Cerró los ojos un momento disfrutando de la tenue fragancia masculina que emanaba desde dentro y tomó una de las prendas entre sus manos para acercarla a su rostro.

- Ivan... -Susurró casi inaudiblemente mientras los ojos se le ponían vidriosos. Gracias a Boggi y el penthouse, no había tenido tiempo de extrañarlo, pero ahora que tenía la caja llena de sus sudaderas, le era imposible no querer verlo y abrazarlo.

La última vez que hablaron, las cosas no habían salido bien, pues fue cuando los gemelos la vieron besar a Boggi por primera vez. Desde entonces, no había tenido la oportunidad de hablar con ninguno y aclarar las cosas... ¿Cómo les explicaría ahora que estaba decorando el penthouse en el que viviría con Boggi? Sin duda alguna, la culpa invadió su mente lo suficiente como para dejarla deprimida por el resto del día.

(...)

Eran cerca de las cinco de la tarde, cuando ___ escuchó voces en la planta baja, pero fue demasiado tarde para esconder las sudaderas cuando logró reconocer la voz.

Boggi entró a la pieza de la chica sin llamar antes a la puerta. Su rostro denotaba preocupación y lucía un poco agitado, pues su pecho subía y bajaba con rapidez. Pero ni siquiera notó a primera instancia las sudaderas regadas sobre la cama, su atención estaba centrada totalmente en la chica.

- Linda –'¿Linda?' se preguntó ella. Ese apodo era nuevo, pero no le prestó atención- Te he llamado todo el día –Se sentó en la orilla de la cama y acarició su mejilla con delicadeza- ¿Te sientes bien? –Tocó su frente para verificar que su temperatura estuviera bien, pues la veía algo decaída.

- Descuida, estoy bien –Quitó suavemente su mano de su frente.

- ¿Entonces por qué...? –No terminó su pregunta, puesto que de pronto, el montón de sudaderas en el que ella se encontraba recostada figuró en su visión- ¿Y esto? –Tomó una de ellas frunciendo el ceño.

- Son de Ivan –Dijo honestamente y al instante el puño de Boggi se apretó arrugando la sudadera.

- ¿Y por qué estás inmersa en ellas? –Preguntó más preocupado que molesto.

- Pues... -Se incorporó en la cama y tomó la sudadera que estaba en la mano de Boggi- Una de las empleadas las ha encontrado por la mañana –Hizo una pausa mientras miraba la prenda blanca entre sus manos- Recordé que no he podido arreglar las cosas con él –El chico la miró sin comprender.

- ¿Arreglar qué, exactamente?

- Bog... -Alzó su mirada hacia él- La última vez que hablé con él, fue la vez que te besé

- De acuerdo, pero ¿qué tendrías que arreglar, ___? Ivan no volverá a ser tu pareja, yo lo soy –Ella lo miró confundida, pues recién ayer se había portado comprensivo con el tema. Lo que ella no notó eran los evidentes celos que emanaban de él en ese momento.

- Créeme, lo sé –Su tono se enfrió un poco- Pero te repito que lo que siento por él no se va a borrar tan fácilmente –Boggi dirigió su mirada al suelo y suspiró.

- Así no vamos a avanzar nunca, ___ -Dijo después de un breve silencio- Debes comenzar a soltarlo. De lo contrario, lo nuestro se va a estancar –Volvió su mirada a ella esperando una respuesta.

La chica pensó las cosas un momento y ya no estaba segura si quería continuar con esto. Nunca lo quiso realmente, pero estaba dispuesta a hacer un esfuerzo para que tanto Boggi como sus padres se tragaran la mentira y pudiera estar cerca de los gemelos de nuevo. Pero el plan ya no tenía ningún sentido si no podía recuperar a los gemelos.

El ruso esperaba con ansias lo que tuviera para decir, pero no estaba segura si decir la verdad ahora era lo más adecuado. Sin embargo, el corazón terminó por traicionarla.

De pronto, una ola de recuerdos con Ivan arrasó su mente volviéndola débil. Sus ojos, su sonrisa... No quería alejarse de él, y aunque sin duda ahora también sentía algo por el chico que tenía frente a ella, la balanza era veinticinco por ciento Boggi, setenta y cinco por ciento Ivan.

- No quiero seguir con esto –Terminó diciendo con una voz tan baja que apenas y el ruso logró escuchar las palabras.

- ¿De qué hablas? –Entrecerró los ojos esperando escuchar una respuesta diferente.

- Hablo de que... la única razón por la que he aceptado todo este asunto sin reproches, es porque mi padre prometió que si lo hacía, me dejaría volver a estar con los Martinez –La mandíbula de Boggi se tensó- No pretendo olvidar a Ivan, Bog... no podría ni aunque quisiera hacerlo, él es único en mi vida y siempre será así, ¿entiendes? Aunque tuviera hijos contigo, mi corazón siempre será de Ivan

No pudo haber dicho algo que le doliera más. Se sentía celoso y enojado, pero más que otra cosa, se sentía triste. Un nudo se formó en su garganta haciendo que le fuera imposible poder hablar, pues sentía que si lo hacía, terminaría por quebrantarse. Tomó una bocanada de aire y sin mirarla o decirle una palabra, se levantó de la cama y salió de la habitación con paso firme y decidido.

Entró a su auto y condujo hasta doblar la esquina para estacionar el vehículo. No quería que lo viera en ese estado, pero tampoco se sentía capaz de conducir, tenía que sacar la tristeza que lo estaba matando. Apoyó sus brazos en el volante y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas sin cesar. Sentía el peso de una piedra en el pecho, casi como si se quedara sin aire. Las lágrimas se aglomeraban en sus ojos impidiéndole ver correctamente y derramarse una tras otra. ¿Qué debía hacer ahora? La chica le había dejado en claro que jamás lo amaría. Sus palabras lo habían herido al punto de considerar desistir del matrimonio, y viéndose a sí mismo en el retrovisor, optó que esa era la mejor opción. 

Her Love in PercentagesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora