El regalo más especial

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Narra Christopher:

Habían pasado unos días desde que nos vimos, y otros tantos desde las últimas palabras que cruzamos por mensaje. Decidí no entrometerme en su vida, no quería que ella tuviera problemas con Paco por mi culpa, y aunque me muriera de ganas de llamarla, no lo haría.

Pasé muchas horas en el estudio, era mi manera de distraerme y no pensar en lo que nos estaba pasando. Solo entraba en sus redes sociales buscando una señal, nuestra señal. Esa luna que me dijera que a pesar de la situación, todo estaba bien entre nosotros.

La luna siempre había sido muy importante en nuestra relación. Tantas veces juramos que solo teníamos que mirarla para no extrañarnos, y yo aún lo seguía haciendo. A veces, en las noches, me asomaba a la ventana de mi departamento solo para observarla y recordarme que no estoy solo, que ella está en algún lugar mirándola también.

En uno de los momentos más difíciles de nuestra relación pasábamos horas pegados al celular mientras mirábamos la luna. Yo estaba en Los Ángeles, y Dulce estaba en Tlacotalpan grabando Verano de amor. Yo le marcaba siempre a la misma hora y ella siempre me contestaba lo mismo.

"¿Ya viste la luna esta noche? Está hermosa"

A veces su voz se entrecortaba por las lágrimas y a mí se me rompía el alma al escucharla llorar. Me daban ganas de salir corriendo hacia el aeropuerto y agarrar el primer vuelo a México para abrazarla y decirle que todo iba a estar bien. No soportaba la situación, la distancia, el miedo de perderla, de perdernos. Hubiera hecho cualquier cosa por arrancarle una sonrisa en esos momentos.

Una noche Dulce me marcó antes de la hora a la que siempre hablábamos. Cuando vi su nombre en la pantalla de mi celular supe que algo no andaba bien. Contesté la llamada con miedo, miedo a que al responder escuchara un "no podemos seguir". Pero no fue así.

- Dime, mi amor. - Respondí aterrado.
- No puedo más. - Dulce apenas podía hablar, y yo cada vez me rompía más por dentro.
- ¿Qué ha pasado?
- Pedro quiere que continuemos todo esto un tiempo más.

Cómo podía decirle que yo tampoco aguantaba más esta situación si apenas podía levantarla a ella. Tenía que ser fuerte, decirle que nada de lo que pudiera pasar era más importante que nosotros y demostrarle que seguía ahí, con ella, lejos, pero a la vez muy cerca.

- Asómate a la ventana, mi amor. Quiero que veas la luna y que pidas un deseo, ¿ok?
- Chris, no tengo ganas de salir de la cama, llevo toda la tarde aquí.
- Hazme caso, pide un deseo.
- Ok, ahí voy. - Escuché cómo se levantaba y abría la ventana.
- ¿Ya estás?
- Sí, ya lo pedí.
- Sé que crees en la magia y ese deseo se va a cumplir. Odio escucharte llorar, pero voy a estar contigo pase lo que pase, siempre. Esto no va a poder con nosotros, y tampoco va a poder contigo. Eres la mujer más fuerte que conozco, a pesar de ser tan chiquita. - Dulce se rió, y ya por eso todo había merecido la pena.
- Mañana me iré a casa de mis papás a pasar el fin de semana.
- Tienes que descansar, y no te preocupes porque estoy aquí, ¿ok?
- Ok. Te amo, gracias por aguantarme.
- Gracias a ti por ser lo mejor de mi vida, mi amor. Te marco mañana en la mañana.
- Vale, cuídate, mi vida.

Al colgar la llamada agarré mi computadora y reservé el primer vuelo de la mañana siguiente. Le marqué a Guillermo y le dije que cancelara todo lo que tuviéramos que hacer ese fin de semana, tenía que volver a México y verla cuanto antes.

Eran las seis de la mañana cuando ya estaba en el aeropuerto esperando a embarcar. Cuando llegué a Mexico agarré el primer taxi que encontré y fui a mi departamento. No le había contado a nadie que estaba allí, la única persona que tenía que saberlo se encontraba en esa misma ciudad esperando mi llamada, pero sin saber qué pasaría.

A mediodía le marqué a Dulce. No sin antes preparar todo el depa para pasar un fin de semana romántico, solo nosotros dos, sin los problemas de allá fuera, sin nada que nos impidiera disfrutarlo.

- ¿Bueno? - Respondió Dulce.
- ¿Cómo estás, mi amor?
- Bien, mejor que ayer. ¿Tú qué tal por Los Ángeles?
- Muy bien, en un rato me iré al estudio. Por cierto, ¿Podrías ir a mi depa?
- ¿A tu depa? Ya sabes que no me gusta estar allí sola cuando no estás tú.
- Es que me olvidé unos papeles importantes allí y los necesito.
- Bueno, está bien. Te llamo cuando esté allá.
- Gracias, mi amor. Márcame cuando llegues, no sé si está el portero.
- Ok, te marco cuando esté en la puerta.

A las dos horas ya tenía todo listo. Sabía que Dulce no llegaría antes de las cinco, así que aproveché para limpiar y acomodar el departamento. Cuando recibí su llamada me escondí en la habitación y contesté desde allá.

- Mi amor, ya llegué.
- Ok, ¿trajiste tus llaves?
- Sí, estoy abriendo ya la puerta. ¿Donde están los papeles? - Escuché sus pasos, cómo dejó su bolso en la mesa del salón y encendió las luces de la sala.
- Están en el cajón pequeño de la mesa del despacho.
- Está bien, voy a buscarlos y ahora te llamo.

Cuando Dulce entró en el despacho salí de la habitación y fui hacía el salón sin que me viera, tenía que ser una sorpresa.
Me volvió a llamar y oí como se quejaba del desorden que había en los instrumentos. Intenté no reírme y vi cómo me volvía a marcar.

- No encuentro los papeles, Chris. ¿Estás seguro de que estaban ahí?
- Tienes razón, se me olvidó que están en el salón.

A los pocos segundo Dulce apareció en el salón y me vio frente a ella.

- ¿Qué haces aquí? - Me dijo quedándose totalmente quieta.
- Pensaba que te iba a hacer más ilusión verme, esperaba otro recibimiento.

No hizo falta decir nada más, Dulce vino corriendo hacia mi y me abrazó con lágrimas en los ojos. No quería soltarla nunca, quería protegerla de todo mal, acompañarla en cada paso de su vida, la amaba.

- ¿Por qué me haces esto, menso?
- Ayer te dije que pidieras un deseo y tenía que cumplírtelo.
- Eres el mejor novio del mundo, ¿lo sabías?
- Me lo suelen decir.
- Gracias por estar aquí, no sabes lo bien que me hace verte hoy.
- Sé que lo necesitabas, y a mi me hacía falta verte y decirte que estoy aquí, contigo. Que todo va a estar bien, que ni Pedro, ni Televisa, ni nadie va a destruir esto que tenemos.
- Soy la mujer más afortunada del mundo.
- Y yo el hombre más feliz por tenerte conmigo.

Aquel fin de semana fue de cuento. No queríamos salir del departamento, pero tampoco nos hizo falta nada más. Solo necesitábamos estar a solas, sin cámaras, presiones o planes de futuro hechos por otros. Nuestro planes eran muy sencillos, cuando acabara ese infierno viviríamos, simplemente eso.

La vida tenía planes muy distintos para nosotros, pero ni un segundo he dudado que, esa misma vida que nos separó, nos volverá a juntar. Será cuando estemos preparados, quizá cuando hayamos vivido lo suficiente para estar el resto de la vida juntos. Y yo espero ese momento, como el niño chiquito que se ilusiona ante un regalo. Volver a ella sería mi mejor regalo, el regalo más especial de mi vida.

Me fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora