Necesito la otra parte de mi ser

549 54 10
                                    

Narra Christopher:

Llevaba unos días completamente enfocado en mi nuevo proyecto. Componiendo, metido en el estudio durante horas, y deseando mostrar al mundo lo que tenía entre manos.

Apenas dormía, y hasta mi mamá se preocupó por el poco tiempo que conseguía descansar. Una noche llegué sobre las diez a casa de mi mamá, le había prometido que cenaríamos juntos al menos una vez a la semana para ponernos al día y desconectar.

- Ya llegué, mamá. - Grité desde la puerta.
- Llevo una hora esperándote, Christopher. ¿Dónde andabas? - me respondió mi mamá algo seria.
- Te dije que estaría en el estudio.
- Bueno, mejor deja tus cosas que la cena se va a quedar congelada.

Fui a mi habitación y dejé la mochila que traía para transportar todas las cosas que llevaba al estudio sobre la cama. Me tumbé durante unos segundos y cerré los ojos cuando de repente sonó mi celular. Me levanté inmediatamente y saqué el celular de la mochila que hacía un minuto había dejado sobre el lugar donde estaba tumbado y al ver la pantalla sonreí.

"Nunca me voy a cansar de agradecerte todo esto. No te vayas nunca"

Cómo no sonreír cuando con apenas dos frases había conseguido que todo el cansancio mereciera la pena.

Escuché a mi mamá llamarme desde la cocina y salí de mi burbuja para bajar a cenar.
Durante la cena hablamos de cómo habían sido los últimos días, de mis planes, del futuro. Sabía perfectamente que se moría de ganas por preguntarme sobre Dulce, pero no me apetecía hablar del tema.

- El 28 voy a ver el concierto en la televisión.
- Qué padre, yo no creo que pueda, pero seguro que está muy bueno.
- ¿Dulce y Poncho lo vieron?
- Sabía que tu comentario sólo era la antesala de la pregunta.
- Es que llevas semanas sin hablarme de ella.
- No tengo nada que decir.
- Chris, vi cómo la defendiste el otro día.
- La defendí porque se me hizo injusto que hablaran así de ella, nadie sabe lo que ha pasado.
- ¿Entonces todo bien?
- Sí, nada nuevo.

La cena terminó una hora más tarde y cuando casi era media noche subí a mi cuarto. Preparé todo para salir temprano al día siguiente y me metí en la cama. Agarré el celular y entré en twitter, ya que últimamente no había posteado apenas nada por allí. Vi que todos estaban votando a RBD para unos premios y me metí en el hashtag a curiosear. Había miles de votos y me alegré al saber que después de tantos años, el cariño de los fans y su lucha estaba intacta.

Me detuve en un tweet que tenía un gif. Era un momento de la novela en el que Diego y Roberta bailaban en la cafetería. No pude evitar acordarme de ese día. Dulce no se encontraba muy bien, pues hacía apenas unas semanas que Poncho y ella habían terminado. Yo me convertí en su mejor amigo, recuerdo las tardes en los camerinos cuando yo era su hombro en el que apoyarse, e incluso a veces llorar.

Odiaba verla así, tan débil, insegura, destruida. No se merecía pasar por todo eso, sentirse sola y aún así tener que fingir que todo estaba bien.

En esas escenas le di todo el amor que pensaba que necesitaba en aquel momento. Por unos instantes éramos Diego y Roberta, sin los problemas de fuera, sin los conflictos de cada uno, solo dos personajes que se querían y demostraban hacerlo.

Dos años después de ese momento recordamos esos días. Estábamos de vacaciones una semana, así que decidimos escaparnos cerca del mar para descansar. Rentamos un apartamento alejado de la zona más turística de Acapulco y allí nos trasladamos esos días libres.

La última noche que nos quedaba allí decidimos preparar una cena romántica. Encendimos velas, abrimos una botella de vino que habíamos comprado en Chile la última vez que fuimos, y pusimos música de fondo.

Cuando terminamos de tomar el postre comenzó a sonar una canción, Déjame de Erik Rubin. Esa canción nos traía demasiados buenos recuerdos. Fue la banda sonora de una de las escenas que grabamos en la novela. Una escena en la que sin darnos cuenta conectamos de una manera muy especial.

- ¿Te acuerdas de la primera vez que bailamos esta canción? - Le dije a Dulce.
- Claro. Pero los que bailaron fueron Diego y Roberta.
- Bueno, yo ya era Christopher en esa escena, pero tú aún no lo sabías.
- ¿Te cuento algo? Después de grabar esa escena me sentí distinta.
- Yo también. En ese momento me di cuenta de que esto iba mucho más allá de dos personas que tienen química delante de una cámara.

Me levanté de la mesa y extendí mi mano hacia Dulce.

- Ven, vamos a bailar. - Le dije con una sonrisa.
- ¿Es en serio?
- Quiero que bailemos esta canción otra vez, pero siendo Dulce y Christopher.

Dulce se levantó y yo agarré su cintura mientras juntábamos nuestras frentes. Susurré esa parte de la canción en la que dice "Mi razón para sobrevivir, para vivir", y ella me sonrió mientras se recostaba sobre mi hombro.

En ese momento me di cuenta de que ella era la persona a la que le tendería la mano para bailar toda la vida.

Salí de twitter y dejé mi celular en la mesa que se encontraba al lado de mi cama. Cerré mis ojos y nos imaginé bailando una vez más, como antes, como cuando nadie nos veía. Bailaría toda mi vida con ella, solo los dos, con otra vida entre nosotros, hasta que la propia vida nos llevara a alguno de los dos.

La seguiría eligiendo para compartir canciones con ella, para dedicárselas, pero, sobre todo, para vivirlas juntos.

Me fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora