Comienzos y, ¿finales?

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Narra Christopher:

No entendía qué había hecho mal.

Hacía días que había llamado a Dulce y ni siquiera obtuve respuesta. Ni un mensaje, ni una llamada de vuelta, nada. Por mi cabeza pasaron mil ideas, quizá le molestó el regalo, o no quiere saber nada más de mi, o ha decidido alejarse completamente. No podría soportarlo, volver a perdernos de nuevo, aunque esta vez fuera de otra manera.

Después de unos días en los que estuve en casa de mi mamá decidí volver a mi departamento. Me apetecía estar solo y tenía en mente arreglar algunas cosas en la casa, quería redistribuir los muebles y tirar algunas cosas que ya no me servían. Saqué varias cajas con cosas que pretendía guardar, y otras con objetos que tiraría o donaría. Buscando encontré mi viejo saxo, estaba metido en un estuche y dentro había cosas que no recordaba que estuvieran allí.

Había una hoja con el set list de las canciones de nuestra gira en 2006. Miles de recuerdos empezaron a inundar mi mente, pero el más recurrente era uno en concreto, el día en que todo empezó.

Hacía unos meses que terminamos de grabar la primera temporada de Rebelde. Habíamos tenido nuestras primeras presentaciones y faltaba muy poco para comenzar las grabaciones de la segunda temporada de la novela. Apenas pisábamos nuestra casa, la semana la pasábamos metidos en aviones y viajando de un lado para otro para dar conciertos, estábamos muy felices por todo el éxito que estaba teniendo el proyecto, pero también estábamos cansados.

Las cosas parecían ir mejor después de los primeros momentos de tensión cuando las dos relaciones que más daban que hablar en el set terminaron. Sí, me refería a nuestras relaciones. Poncho y Dulce no habían acabado demasiado bien, fue mucho tiempo juntos y las cosas entre ellos cada día eran más complicadas unas semanas antes de cortar. En cambio, Anahí y yo decidimos dejar la relación de mutuo acuerdo. Ambos sabíamos que como amigos éramos los mejores, pero como pareja, eso no funcionaba.

En ese tiempo Dulce y yo nos volvimos muy cercanos, pasábamos mucho tiempo juntos y nos apoyábamos mucho. Poco a poco aumentó nuestra confianza y al mismo tiempo algo pasó dentro de mi. No voy a negar que desde el primer momento Dulce me llamó la atención, ella estaba el día que hice el casting para la novela y algo en mí me decía que sería una persona muy importante en mi vida. Diego y Roberta nos habían dado la oportunidad de estar más cerca que nunca, pero también de vernos de otra manera.

En uno de los pocos días que teníamos de descanso entre concierto y concierto, Dulce me marcó y decidimos ver una película en su departamento. Yo llevaba unos días dándole vueltas a algo, estaba empezando a sentir cosas por ella, y ya no podía verla como una amiga más. No quería destrozar la amistad que había entre nosotros, así que no le conté a nadie lo que me estaba pasando y tampoco quería decírselo a ella.

No entendía por qué me ponía tan nervioso tan siquiera compartiendo escena con ella o simplemente con una mirada suya. Nunca me había pasado algo así con nadie, pero en el fondo me encantaba esa sensación.

Cuando ya eran las ocho de la noche me dirigí hacia su departamento, llevé unas pizzas y una botella de vino que le encantaba a Dulce. Al llegar escuché como corría hacia la puerta e inmediatamente una sonrisa se dibujó en mi rostro al verla mientras me invitaba a pasar. Dejé las cosas en la cocina y entre los dos preparamos todo para comenzar a ver la película.

Cenamos mientras la veíamos y cuando apenas quedaba media hora para que terminara, Dulce se quedó dormida sobre mis piernas. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y ahí supe que esa era la imagen que quería ver cada día de mi vida. Se veía tan frágil, yo había sido su apoyo en los últimos meses y verla tan tranquila después de la tormenta me hacía muy feliz. Aparté un mechón de su pelo y le acaricié la mejilla. No quería despertarla, hacía semanas que no podíamos tan siquiera dormir cuatro horas seguidas, pero cuando acabó la película creí que era buen momento para irme.

Hice un leve gesto, pero fue suficiente para que Dulce se despertara.

- Me he dormido, qué oso. ¿Qué hora es? - Me preguntó con voz de sueño.
- Son las doce y media. Hace un rato que acabó la película, pero te veías tan cansada que no me atrevía a despertarte.
- No pasa nada, no podía estar todo la noche durmiendo en el sofá.
- Creo que me voy a ir ya, Dul.
- Pero si mañana tenemos el día libre.
- Ya, pero no quiero llegar tarde a mi casa y quiero aprovechar el día para hacer cosas.

Cómo podía decirle que me encantaría quedarme más tiempo con ella, era algo imposible, no quería causar un problema entre nosotros.

- Bueno, está bien. Pero tendremos que terminar de ver la película otro día.
- Claro que sí, pero me tienes que prometer que no te volverás a dormir.
- Ay menso, es que estoy cansada.
- Lo sé, por eso no quería despertarte. Bueno, creo que ahora sí me voy.

Dulce me acompañó hasta la puerta y antes de abrirla nos despedimos.

- Te marco mañana en la mañana. - Le dije.
- Saluda a tu mamá de mi parte.
- Está bien, que descanses.

Nos acercamos para darnos un beso en la mejilla, pero un impulso me llevó besar sus labios. ¿Qué había hecho? Acababa de destrozar nuestra amistad, tantos meses de complicidad entre nosotros, no podía creer que no había podido reprimir lo que me estaba pasando.

Al instante de rozarse nuestros labios me separé de ella.

- Lo siento mucho, no quería.
- Chris, yo...
- Dejémoslo así, esto no tenía que pasar.
- Quédate esta noche, por favor.

Dulce puso sus manos sobre mi cuello y volvimos a besarnos, esta vez con más intensidad, como si los dos lleváramos el mismo tiempo esperando ese momento. Agarré a Dulce de la cintura y poco a poco nos dirigimos hacia el sofá. No podía creer que eso estuviera pasando, lo había imaginado tantas veces que me parecía irreal.
Disfrutamos el uno del otro como nunca antes lo habíamos hecho, ya no éramos dos personajes, era nuestra piel la que acortó la distancia, y nuestros labios los que besaban.

No sabíamos donde nos llevaría lo que estaba ocurriendo, pero tampoco podíamos reprimirlo. Fue algo que se dio, algo que no esperábamos, pero en el fondo sabíamos que ocurriría. Así comenzó todo, así empezó lo que hasta hoy ha sido lo más importante de mi vida.

Recordé una canción que aprendí a tocar con el saxo muchos años atrás. Se llamaba "If you could see me now". Parecía estar escrita para nosotros, como si nuestra historia hubiera tenido un testigo que la hiciera canción. Subí una historia a instagram con un pedazo de la canción, era mi forma de hacerle saber que a pesar de lo que estuviera pasando, yo seguía ahí para ella.

Horas más tarde recibí un mensaje.

"¿Podemos vernos?"

Cada centímetro de mi cuerpo sintió ese escalofrío de la primera vez, esa sensación de estar al borde del precipicio sin importar la caída, esas ganas de volver a sentir, y por un instante imaginé lo imposible. Porque así me había enseñado ella, a creer en imposibles, pero sobre todo, a hacerlos realidad.

Me fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora