Capitulo 12

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Siempre habíamos tenido una conexión especial.

Quién nos iba a decir cuando de chiquitos compartimos un comercial que la vida nos tenía preparada tantas cosas. El primer día que coincidimos en los talleres de preparación de la novela tuvimos que interpretar una escena juntos, querían ver la química que podíamos tener para interpretar a Diego y Roberta.
Solo bastó una escena para que todos los que estaban allí se dieran cuenta de la buena decisión que habían tomado al elegirnos.

Nunca perdimos esa química, iba más allá de lo terrenal, no podíamos explicarlo.

Por un momento pasó por mi cabeza un pensamiento que últimamente era recurrente, el estar engañando a Paco. Me separé de Christopher y juntamos nuestras frentes.
Suspiré sabiendo que lo que acababa de pasar no estaba bien, pero también era lo único que me había hecho feliz en los últimos meses. Me recosté sobre él y besó mi frente como hacía siempre. Me sentía tan protegida entre sus brazos, que por un momento me sentí más valiente que nunca, invencible.

- Echaba de menos estar así. - Dijo Christopher mientras me abrazaba.
- Yo también, pero esto no está bien.
- Deja de pensar en lo que hay fuera.
- Es que no puedo Christopher. Cuando salga de aquí tendré que volver a mi vida, una vida en la que estoy con otra persona, una vida en la que tú no estás.
- ¿Por qué siempre le das vueltas a las cosas? No es posible.
- Porque para ti es muy fácil. Cuando yo cruce esa puerta no le tienes que rendir cuentas a nadie de lo que hayas hecho, pero yo sí. Llego a mi casa con una culpa que no me cabe en el pecho.
- ¿Entonces por qué vienes? No entiendo por qué me dices esto ahora.

Me levanté del sofá y puse mis manos en la cara intentando no llorar. Otra vez habíamos vuelto a lo mismo, y otra vez éramos incapaces de solucionar esto.

- He venido porque lo necesitaba. Desde la cena no he podido dejar de pensar en nosotros, en que no soy tan feliz como hago creer y que he cometido un error que no me perdono.
- Entonces soluciónalo. No te digo que dejes todo. El día que te marqué fue para decirte que estabas a tiempo de cambiar las cosas y no lo hiciste.
- Encima me reprochas que estaba en mi mano acabar con esto.
- No te estoy reprochando nada, estoy diciendo que gasté mi última bala contigo y no lo valoraste.
- Creo que no ha sido buena idea venir hasta aquí.
- ¿No te das cuenta de que todo lo solucionas huyendo? No puedo seguir luchando, lo siento.
- Yo también siento haber creído que esto tenía solución.

Agarré mis cosas y me fui de aquella casa. Entré en el carro y manejé rápido hasta mi casa, necesitaba estar allí y olvidarme de todo esto.

Al estacionar justo delante de mi casa me derrumbé. Toda la tensión de nuestra conversación acabó saliendo y llorar era la única manera de sacarlo todo. Lloraba de tristeza, de impotencia por no poder arreglar las cosas.
Después de unos diez minutos sequé mis lágrimas y salí del carro para entrar en casa.

Paco ya estaba durmiendo, así que me desmaquillé, me puse el pijama y me acosté a su lado una noche más. Una noche más en la que mi cabeza daba mil vueltas, una noche más en la que sentía un vacío enorme, una noche más en la que mi vida había dejado de ser mía para ser la de alguien más.

Me fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora