𝚁𝚄𝙻𝙴𝚂 ◌ 𝕮𝖍𝖆𝖊𝖘𝖔𝖔

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—las niñas no pueden jugar con los niños. Las niñas van con las niñas y niños con niños.

JiSoo se cruzó de brazos y camino con paso fuerte hacia su amiga que con una sonrisa preparaba comida. Se dejó caer al suelo en pose de indio recibiéndo una mirada juzgona por parte de su menor.

—te lo dije, no debiste gastar tanta saliva.— Rose le extendió una pieza de pollo frito, alegrando a su mayor en gran manera.

—pero es muy injusto, Rosita.— la menor se vio ofendida ante el apodo.—no quiero ser quien cocine, quiero ser quien come.

—JiSoo. Lo sabes ¿Verdad? Mientras nosotras “jugamos a la cocina” ellos juegan alguna cosa de retrasados.

—no me importa cocinar todo el día, pero quiero comer igual, es muy injusto que nosotras no seamos prioridad y ellos si.

A lo lejos sus madres observaban con orgullo a sus hijas mientras conversaban y cocinaban. La simple idea de que sus hijas iban a ser grandes esposas y un ejemplo para los demás llenaba de regocijo su corazón.

Las horas pasaron dejando a JiSoo peor de lo que estaba, solo quedó un plato para las niñas, que eran un total de 10, para poder probar lo que habían preparado.

—JiSoo y yo iremos a comer aparte, mamá.— aviso Rosé a su madre para luego ir corriendo a su casa.

La casa de Rosé era cerca de la Iglesia a la que asistian y en su casa había una pequeña casa del árbol donde era su escondite y refugio.

—ayer visite a mi prima menor, Jennie.— comentó JiSoo, alegrando a Rose.— te mando saludos.

—eres mala, yo quiero verla igual.

—como sea, ella dijo que miró a su nueva amiga.— Rosé miraba los labios de JiSoo, en ellos estaba una mancha de chocolate y sus manos estaban igual de embarradas.

La cara de JiSoo se lleno de un color rojo al sentir como Rosé unía sus labios y la lengua de la menor acariciaba uno de sus labios. JiSoo sabía que Rosé no tenía doble intensiones, ella era muy inocente.

—ya quedó, continúa.

JiSoo repitió la acción dejando a Rose pasmada.