31

611 76 8
                                    

Las heridas que no se ven son las más profundas.
William Shakespeare.

- Una vez que iniciemos la reacción solo tenemos un minuto para huir del bucle - informó Miss Peregrine.

- ¿ Nos dará tiempo ? - preguntó Miss Avocet .

- Más nos vale - dijo Miss Wren con seriedad .

- Tal vez deberíamos acercarnos más a la salida antes de intentarlo - sugirió Miss Glassbill.

- No nos da tiempo - respondió Miss Peregrine.

Las doce ymbrynes formaron un círculo y se dieron las manos. Comenzaron a decir palabras al unísono en peculiar antiguo y todas las voces se alzaron en un cántico inquietante. Caul comenzó a salir de la caverna derribando todo a su paso.

- Creo que será mejor que nos vayamos - dijo Horace con nerviosismo.

- De aquí no se va nadie sin las ymbrynes - gruñó Addison.

En ese momento , las doce mujeres se soltaron las manos rompiendo el círculo.

- ¿ Ya está ? - pregunté .

- Ya está - respondió Miss Peregrine - Debemos irnos. Dentro de cincuenta y cinco segundos no querremos estar aquí .

Una brecha comenzó a abrirse en el suelo donde anteriormente habían estado paradas las doce ymbrynes. La destrucción del bucle había comenzado.

Corrimos lo más rápido que nuestras piernas nos lo permitían, con una gigantesca sombra cayendo sobre el sendero que nos perseguía . Visto todo aquello desde primera fila, resultaba ser la imagen más aterradora y apocalíptica que alguien pudiese describir. Corrimos por un terreno que se abría ante nosotros, y bajamos por unas escaleras antiguas que se hacían pedazos con cada una de nuestras pisadas, para luego entrar en el pasaje que llevaba a la torre de Caul.

- Debemos escapar de la torre - dijo Miss Peregrine.

- Estamos a demasiada altura - dijo Victor - No llegaremos abajo a tiempo.

- Tenemos una balconada encima de nosotros - dijo Jacob.

- Saltar al vacío es un suicidio - repliqué.

- ¡ Saltaremos ! - exclamó Olive - ¡ Puedo bajarlos flotando !

- Somos demasiados, Olive - le dijo Enoch.

- Puedo con todos - aseguró la pelirroja.

Olive comenzó a subir las escaleras y el resto la seguimos. Salimos al aire libre, teniendo una clara y completa vista de todo aquello que conformaba al Acre del Diablo. Las ymbrynes se fueron convirtiendo en aves, dispuestas a ayudar todo lo que pudiesen. Olive se quitó los zapatos con ayuda de Enoch hasta que comenzó a elevarse y este la sujetó por la cintura .

- ¡ Agarrense de mi ! - dijo - Formen una cadena.

Cuando la cadena estuvo compuesta por cinco personas, Olive comenzó a quedarse sin fuerzas. Las ymbrynes comenzaron a jalar de la chica y esta volvió a alcanzar altura para continuar con aquella cadena humana.

Cuando logramos dejar la torre, esta empezó a derrumbarse a gran velocidad frente a nuestros ojos. Tocamos suelo en el patio, empezando por Victor y terminando por Olive. Nos acostamos en el suelo con las respiraciones agitadas y totalmente agotados. Todo había acabado, finalmente éramos libres.

Muy poco después, las ymbrynes, ya en sus formas humanas, se encargaron de instaurar el orden. Las celebraciones de los peculiares liberados empezaron, y aquel lugar repleto de escombros se vio adornado por grandes sonrisas de felicidad en demacrados y exhaustos rostros. Daba gusto ver a niños y no tan niños corretear por el lugar con todas las intenciones de recuperar el tiempo perdido y sus vidas robadas. Muchos de ellos se encontraban en unas muy malas condiciones, cubiertos de golpes y de heridas, pero con los ojos brillando llenos de esperanza. Bronwyn y Claire bailaban alegremente en compañía de más niños desconocidos.

Mis pies se elevaron del suelo cuando Victor me cargó por la cintura y me hizo girar. No pude evitar reír al ver su rostro cargado de tanta felicidad que lo hacía parecer un niño pequeño de gigante sonrisa. Me volvió a depositar en el suelo y me dio un fuerte abrazo. Me sentí realmente bien. Era un calor familiar, algo que necesitaba, que extrañaba y que mi cuerpo exigía . Estaba luchando contra lo que sentía . Realmente me negaba a odiar a Enoch. Había peleado una guerra con mi propia fuerza , pero estaba en una batalla y ni siquiera tenía escudo.

- ¡ Somos libres ! - gritó separándose de mi cuerpo.

Ese brillo infantil en sus ojos me conmovía . Él era así, un niño en cuerpo de hombre.

- Finalmente lo somos - dije con una sonrisa.

- Debemos celebrar esto por lo alto - dijo - Solo imagínalo, al fin una vida libre de wights, libre de huecos, libre de miedo.

- Parece un sueño.

- Pero es real.

Nuestras miradas se encontraron y nos quedamos en silencio . En sus ojos verde mar podía encontrar una paz que no había sentido en años. Creabamos una barrera de tiempo y un universo paralelo en el cual no existían normas ni conductas. Siempre había sido así. Por un momento , pensé que me besaría , pero no lo hizo, solo sonrió.

- Iré a buscar a Bronwyn - me informó - Aún no me puedo creer que esté aquí conmigo .

Asentí levemente y vi como Victor se alejaba.Entre toda la gente riendo y los niños correteando, divisé a Enoch. Él estaba en compañía de Olive. La chica no paraba de sonreír tontamente mientras él le hablaba. Estaba completamente celosa, solo quería ir allí y besar a Enoch, pero no podía.

Entonces, Enoch agarró a Olive con dulzura y juntó sus labios . Solté un gritito inconsciente y desvíe la mirada mientras una lágrima rodaba por mi mejilla. A lo lejos sentí un ruido que no pude reconocer. Seguía en shock y con el corazón dolido.

- ¡ Melina ! - gritó Horace con fuerza eufórica.

Todo lo que sucedió después, pasó de forma lenta. Parpadee volviendo en mi y sentí un dolor demasiado fuerte en mi estómago. Ojos cubiertos de lágrimas me miraban mientras gritaban cosas que no podía entender. Llevé mis manos a la zona adolorida y estas se cubrieron de sangre. Enoch vino corriendo hacia mi y me sujetó justo antes de que mi cuerpo cayese al suelo. Ese había sido el ruido, me habían disparado.

- ¡ Melina, por favor, aguanta ! - me dijo Enoch poniéndose de rodillas conmigo entre sus brazos .

Quise responderle, decirle lo que fuese , pero la sangre que se acumulaba en mi boca me impedía hablar. Quería sonar estúpida por última vez y decirle lo mucho que lo amaba, lo tanto que mi alma y que mi cuerpo le pertenecían. Pero sus ojos fueron lo último que vi antes de que todo se volviese negro, y yo era feliz con eso.

1940 [ Enoch O'Connor ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora