- Capítulo Tres -

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Mamá estaba parada junto a la puerta, con su bata blanca y una taza de té entre las manos.

— Gabby, ¿cómo estás? —preguntó dándome un beso en la mejilla y acariciándome el cabello.

— Bien —contesté sonriendo.

— Me alegro, ve a dormir, ¿Sí? Es sábado y temprano como para que estés despierta. —Miró a Hannah y se agachó hasta llegar a su altura—. Y tú, pequeña salvaje, abrígate porque si no te enfermarás—. Le dio un beso en la frente.

Aún con Hannah de la mano, ambas subimos las escaleras en silencio y cuando llegamos a la puerta de la habitación de Hannah, la abrí, pero se negó a entrar.

— ¿Puedo dormir contigo? —preguntó bajando la mirada, como si tuviera vergüenza. Sonreí y me agaché.

— ¿Has tenido una pesadilla? —Ella asintió lentamente, aún sin mirarme a los ojos—. Está bien, además, hace frío y no me vendría mal dormir con alguien. —Hannah sonrió de oreja a oreja levantando la cabeza, corrió hasta la puerta de mi habitación y entró sin vacilar. Cerré la suya y la seguí.

Una vez dentro, Hannah se metió debajo de las sábanas y cerró los ojos, tan rápido como se abrigó, se durmió. Parecía imposible, pero estaba tan cansada que se dejó vencer rápidamente.

Me quité la remera y me puse una de un pijama rosado, lo mismo hice con el pantalón. Caminé hasta la ventana que daba a la calle, aún los nuevos vecinos seguían descargando cajas, pero esta vez no vi al muchacho, sino que había dos hombres fornidos cargando con las cosas. Olvidé preguntarle a mamá quiénes eran y qué había pasado con las otras personas que vivían allí. Suspiré, aún tenía el resto del sábado y domingo para hablar del tema, ahora lo único que quería y debía hacer era dormir.

Me metí debajo de las sábanas y cerré los ojos, en un nanosegundo, me sumí en un sueño profundo.

Cuando desperté, Hannah aún seguía durmiendo, así que quité las sábanas despacio y me levanté tratando de hacer el mínimo ruido posible, salí de la habitación para dirigirme al baño.

Bajé las escaleras hasta llegar a la cocina, mamá y papá ya estaban desayunando.

— ¿Cómo dormiste, Gabby? —preguntó mamá.

— Bien —respondí mientras ponía una chocolatada dentro del microondas para que se calentara.

— ¿Hannah sigue durmiendo? —Volvió a preguntar mamá.

— Sí, parece que estaba cansada.

— Ha tratado de esperarte toda la noche —comentó. Tomé la taza y la llevé hasta la isla, donde se encontraban ellos. Papá leía el diario, parecía estar completamente concentrado en eso.

— Lo sé —suspiré, me acordé de los nuevos vecinos—. Mamá, ¿qué pasó con la familia Headey? —pregunté, refiriéndome a las personas que ahí vivían antes. Ella se encogió de hombros.

— Se han mudado, ¿a dónde era que se irían, querido? —preguntó posando sus ojos sobre él, este se encogió de hombros, aún concentrado en el diario.

— No lo sé, a alguna parte del sur, creo.

— Sí—asintió—. Si mal no recuerdo eso era lo que me habían dicho, pero ahora mismo no tengo en mente a qué parte.

— ¿Y por qué se han mudado? —inquirí.

— Supongo que querían un cambio.

— ¿Sabes quiénes son los nuevos vecinos? —Traté de recordar todos los rostros que había visto ayer.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora