- Capítulo veinticuatro -

193 16 0
                                    

Al día siguiente, cuando desperté, me dolía absolutamente todo, desde la cabeza hasta las piernas. Apenas podía moverme en la cama sin hacer una mueca. 

No quería ni podía levantarme, quería quedarme debajo de las sábanas donde parecía que ningún mal podía llegar a mí, y donde todo parecía más fácil. Lamentablemente, no duró mucho la paz que sentía al estar sola allí, ya que la puerta se abrió y mis padres entraron por ella.

Ambos me sonrieron y mi mamá se sentó a mi lado mientras papá se quedó parado detrás de ella.

—¿Cómo te sientes? —preguntó mamá dulcemente.

—Bien —contesté. Y por un momento ninguno de los dos dijo anda, hasta que papá dio el primer paso.

—Jensen nos dijo que no le contaste nada de lo que sucedió anoche. —Sonreí para mis adentros—. Pero creo que es el momento que nos cuentes a nosotros. —Miré a ambos, esperando que dijeran algo como «Aunque si no quieres hablar, está bien» para tener más tiempo de pensar en lo que les iba a decir. Pero estaban serios, y sabía que no se irían hasta que les contara todo.

Como pude, me senté, apoyando la espalda contra el respaldo de la cama. Repasé mentalmente mis opciones; pero la única solución era contar la verdad, así que tomé aire y les conté todo: desde lo que me había sucedido en el baño, sin pasar en alto cuando me sangraron los oídos, lo de Jensen y su manada, hasta lo que en verdad me había pasado la noche anterior.

—¿Cómo es que no nos contaste nada de esto? —preguntó mamá, claramente dolida.

—No quería que se preocuparan —dije simplemente.

—Bueno, estamos preocupados ahora. —El tono de mi mamá era entre el dolor y el enfado—. Debes cuidarte, Gabby. Nosotros cuidaremos de ti. No dejaremos que nada malo te pase. 

—¿Qué quieres decir? —pregunté. Sabía que había más de lo que estaba diciendo.

—Que no saldrás hasta que todo esto se solucione. Quiero que los únicos lugares donde estés sean esta casa y la escuela. —Pude notar cómo el enojo se iba apoderando de mí. 

— ¡No pueden tenerme así! —chillé—. ¡No soy una niña pequeña, mamá! Sé cómo protegerme.

—Al parecer no, porque ayer casi te matan.

—¡Pero logré escaparme! —volví a chillar. Y mi mamá se quedó en silencio.

—¿Sabes dónde está ese sótano? —preguntó papá. Abrí la boca para decirles la verdad, pero me detuve.

—No. No logré ver nada. Salí corriendo sin mirar atrás —mentí. Papá asintió—. ¿Tú también estás de acuerdo con mamá? —pregunté mirándolo.

—Sí. Creo que es lo mejor. —Iba a protestar, pero entró Hannah en la habitación y se subió a la cama para abrazarme—. Las dejaremos solas. —Y con esto, ambos abandonaron la habitación.

—Tienes la boca lastimada, Gabby. Y la frente también… —dijo mirándome.

—Lo sé.

—¿Qué sucedió? —Negué con la cabeza.

—Hannah… —Alguien tocó la puerta tres veces, interrumpiendo lo que estaba a punto de decir a Hannah (aunque no sabía que saldría de mi boca). 

Hannah bajó de la cama y abrió la puerta, para dejar a la vista a Lex. Saludó a Hannah con un beso en la frente y me sonrió antes de entrar.

—Hannah, ¿por qué no le dices a papá y mamá que te cuenten? —Ella asintió y salió de la habitación. Era más fácil que mis padres le dijeran lo que quisiesen antes de que yo metiera la pata.

—¿Cómo estás? —preguntó Lex sentándose en la cama, frente mío.

—Bien, ¿tú?

—Bien.

Un silencio incómodo invadió la habitación. Algo que era extraño cuando estaba con él, es decir, lo incómodo. Usualmente cuando ninguno de los dos hablaba se sentía bien, pero en aquel momento todo era diferente.

—¿Me contarás qué sucedió? —preguntó. No contesté inmediatamente. Pensé en que le había contado la verdad a mis padres, pero porque era totalmente necesario. En cambio, con Lex, no lo era.

—No, no ahora —dije. Lex suspiró.

—¿Por qué? —cuestionó, mirándome a los ojos.

—Porque no puedo. —Sus ojos pasaron de mirarme a mí, a mirar sus manos. Pude notar cómo se enojaba mientras ponía una de sus manos en forma de puño y cómo todo su rostro se tensaba.

Cuando volvió a mirarme, no vi más que enojo en sus ojos.

—Estoy cansado de esa respuesta, ¿sabes?

—Sí, lo sé…

—¡Pero parece que no! —Alzó la voz mientras se ponía de pie—. ¿Por qué tienes la necesidad de ocultar todo de mí? Antes podía entenderlo, pero ya no. No cuando apareces en el medio de la noche, sola, llena de sangre y moretones. Mira cómo estás ahora, y lo único que hago es preocuparme por ti. Pero parece que no te interesa. —Lo único que pude hacer fue ponerme de pie, ignorando el dolor mientras decía:

—Sí que me interesa. Sólo… —Hice un ademán con las manos, pero me quedé en silencio.

—¿Sólo qué? —preguntó acercándose a mí. 

—No quiero meterte en esto, Lex —dije sin desviar mi mirada de sus ojos.

—¿En qué, Gabby? —insistió. Y no respondí. Una carcajada seca salió de su boca mientras se alejaba de mí y se pasaba una mano por el cabello—. No importa cuánto te insista, no me dirás la verdad. ¿No? —Seguí sin contestar, porque ambos sabíamos la respuesta—. Me lo imaginaba —dijo mientras recorría el piso con la mirada y se ponía las manos en la cadera—. ¿Qué hacía Jensen aquí? —preguntó mirándome.

—¿A qué te refieres?

—¿Por qué él y no yo? —Antes me sentía mal por no haberle contado la verdad, pero cuando metía a Jensen en esto, no podía evitar enfadarme.

—Él es mi amigo —contesté—. Era obvio que iba a quererlo conmigo. —Asintió.

—¿Y yo qué? —Esta vez, no respondí—. Es inútil que tratemos de tener una relación, ¿verdad? No por Jensen, sino porque no confías en mí. —Aunque no era una pregunta, sabía que quería que le respondiera.

Un momento más, pensé que decirle la verdad. Porque sí quería estar con él, y sí confiaba en él. Si hubiera sido de otra manera, no hubiera ido hacia su casa la noche que me había despertado en el bosque sin saber qué hacer. Lex era más para mí de lo que se imaginaba.

Pero una vez más, había cosas que debía hacer yo sola, y con lo que había sucedido la noche anterior sabía que ahora más que nunca, todos los que estaban a mi alrededor, incluso yo, estábamos en peligro. Y no quería meterlo en eso.

Lex seguía parado en silencio, esperando la respuesta a una pregunta que no había hecho, una respuesta que no quería decir ni sentía de verdad, pero sabía que era la acertada para hacer que desaparezca de mi vida.

—No, no confío en ti. —Volvió a asentir, con la cabeza baja.

—Adiós, Gabby —dijo antes de desaparecer rápidamente por la puerta.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora