- Capítulo diez -

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—Sam, acuérdate de no exagerar. No estás en una obra de Shakespeare, esto es la vida real — dijo Alison mientras llegábamos a la esquina de donde estaba Preceptoría. Si no había entendido el plan, Sam diría que su hámster había muerto y que yo era una amiga cercana y quería que esté con ella en este momento doloroso, así que haría que llame a nuestros padres para ir a despedir a su mascota.

—No lo haré, Ali.

—Esto es serio —insistió Alison. Sam bufó y me miró.

—¿Lista? Debe parecer que nos conocemos perfectamente y que me acompañas en el dolor. —Asentí—. ¿Sabes? No hagas nada, sólo quédate como estás, tu rostro ya refleja la suficiente tristeza. —No sabía si sentirme ofendida o no, pero era Sam, así que decidí no replicar.

Miré a Jensen, quien nos había acompañado hasta allí y lo abracé.

—Cuando salga del colegio iré a tu casa, ¿sí? —susurró a mi oído, y yo asentí.

—Bien, vamos —dije una vez que me separé de Jensen. Saludé a Alison y a él con la mano, y nos dirigimos con Sam a la Preceptoría.

Sam golpeó tres veces la puerta, y tras oír un “adelante” femenino, abrió la puerta y ambas entramos. La cerré detrás de mí y en cuanto estuvimos paradas frente a una mujer sentada en el escritorio, nuestras caras se tornaron serias, y no dijimos nada. No la conocía, seguramente era nueva. Era rubia y de unos ojos marrones grandes. Se levantó preocupada.

—¿Qué sucedió, querida? —preguntó, acercándose a mí. Fruncí el ceño y abrí la boca para contestar en cuanto apoyó su mano en mi hombro. ¡No podía creerlo! ¿En serio tan mal me veía? Para mi suerte, Sam me salvó, y se puso a llorar. Parecía tan real que hasta yo me lo creí —. Oh, Dios, perdón. A ti sí te pasó algo, ¿qué sucede? Tomen asiento, chicas. — Ambas obedecimos y nos sentamos, al igual que la nueva Preceptora.

Sam estaba con la mirada gacha y se sorbía la nariz cara dos por tres, haciendo que el llanto pareciera aún más dramático y real.

—Es… Es mi hámster —empezó—. Ella… Murió. Mi mamá me mandó un mensaje dándome la noticia —La mujer me miró, con una mirada inquisitiva. Seguro se estaba preguntando qué hacía yo ahí, y me di cuenta de que no me estaba mostrando como una amiga común, así que apoyé una mano en su espalda, Sam me la tomó y de un tirón disimulado, hizo que me acercara a ella—, y yo estoy aquí, y no puedo estar con Bianca. —Llevó su cabeza a mi hombro, y comenzó a llorar con más fuerza.

— ¿Bianca? —preguntó la Preceptora.

—Su hámster —aclaré, y Sam lloró aún más fuerte.

—Oh, querida, deberías estar con tu mascota, no aquí…

—Pero… Pero… ¿Cómo hago para estar a dos lugares a la vez?

—Llamaremos a tus padres y vendrán a buscarte.

—Gracias… Gracias… —Me miró, con una sonrisa de felicidad extrema—. Gracias a ti por acompañarme en este dolor, ahora podrás ayudarme a despedirme de Bianca… —La Preceptora la miró confundida, y Sam le devolvió la misma mirada.

—Ella… Ella es mi amiga, siempre está conmigo. Y amaba a Bianca tanto como yo, vendrá, ¿verdad? —La Preceptora pareció sorprendida.

—Yo… No sé… —Sam se largó a llorar aún más fuerte, escondiendo su rostro entre sus manos y yo traté de abrazarla por la espalda—. Sí, claro que irá. —La miré sorprendida, ¿en serio era tan fácil convencer para que llamaran a tus padres? ¿Por qué no lo había intentado antes, entonces?

—Gracias… Gracias… —Comenzó Sam—. Hoy ha hecho el día de alguien, de mí. Es muy noble. —La Preceptora sonrió, y yo me hubiera echado a reír si no fuera porque apenas tenía fuerza para mantener los ojos abiertos.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora